Capítulo 16

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Entro en la casa rápidamente, sin pararme a mirar al hombre que se encuentra en la cocina; Lewis y su madre me adelantan para indicarme el camino.

Me conducen hasta una habitación bien iluminada, situada al final de un estrecho pasillo. Cuando entro, la imagen que se despliega ante mis ojos me congela.

A la izquierda, tumbada sobre un camastro, se encuentra Rosaline; tiene varios trapos húmedos sobre la cabeza, seguramente en un intento de bajar su temperatura corporal, además de una especie de masa compuesta por hierbas que se extiende por su cara... pero lo que mas me impacta, son las llagas que recorren toda su piel visible... nunca había visto nada igual.

Me acerco más a ella y me arrodillo de tal manera que su cara queda a unos pocos centímetros de la mía. Tiene los párpados cerrados; lo único que me indica que sigue viva es su lenta respiración. Le tomo el pulso que, como esperaba, es muy débil, y me dispongo a desnudarla.

-Esperad, ¿Qué estáis haciendo? -Dice el hombre, que ahora se encuentra en la habitación. Supongo que será su padre.

-Debo examinarla. No os preocupéis, no le haré daño.

Continúo con mi tarea intentando que la tela no toque su piel más de lo necesario.

A medida que descubro su cuerpo, me preocupan más las marcas que lo cubren. Veo agrupaciones de pústulas por toda su superficie... además, algunas se han convertido en heridas infectadas debido al roce o fricción.

De reojo, veo a Lewis y a sus padres atentos a todos mis movimientos.

-Disculpen, pero creo que sería mejor que esperasen fuera de la estancia...

-Es mi hija -Responde la mujer.

-Madre, hágale caso. Esperemos fuera.

Dicho esto, los tres salen de la habitación, dejándome a solas con la frágil joven.

Acabo de revisar su cuerpo y quito la masa que cubre su cara. Cojo el fardo que traje del castillo y busco algo para desinfectarle las heridas.

Descubro su espalda y se lo aplico. Cuando la mezcla de hierbas toca su piel, un quejido escapa por sus labios.

-Tranquila, no pasa nada...

Intento tener más cuidado en las veces posteriores, pero sin mucho éxito, así que decido terminar cuanto antes; en poco tiempo, todas sus heridas están cubiertas por la masa y, las más problemáticas, vendadas.

La fiebre puedo bajársela con facilidad; ahora que ya no hay posibilidad de infeccion, bastaría con suministrarle un simple jarabe, pero no serviría de nada si antes no elimino las escandalosas pústulas que la entierran por completo, ya que podrían volver a formarse heridas, y no tengo ninguna pócima para ese fin.

- ¿Qué está pasando? -Una voz débil me saca de mis pensamientos.

Es Rosaline, ha abierto los ojos e intenta incorporarse.

-No, no te muevas...

-¿Quién sois vos?

-No me trates de vos, por favor. Soy una criada de la Reina, he venido para intentar ayudarte.

-Te lo agradezco inmensamente.

-No tienes nada que agradecerme bella muchacha. Sé que te duele, pero intenta relajarte, procuraré terminar lo antes posible.

Dicho esto, vuelve a cerrar los ojos y se queda inmóvil.

Mi cabeza vuelve a la idea de eliminar las llagas de su piel, y decido intentar algo.

Mezclaré el desinfectante, con una pasta contra la inflamación, y se lo aplicaré... no se eliminarán pero por lo menos su piel mejorará.

Comienzo a extenderle el compuesto delicadamente, para no ejercer demasiada presión sobre las pústulas.

Cuando termino, hago que ingiera el jarabe contra la fiebre.

-Rosaline, ahora echaré un poco de harina en tu cama, para que sus mantas no rocen tanto tu cuerpo, y... escucha, debes cambiar de posición frecuentemente para que no se te formen más llagas y las que ya tienes, desaparezcan, de acuerdo?

Ella asiente imperceptiblemente.

Salgo de la habitación y busco a Lewis, que se encuentra en el.exterior de la casa.

-Necesito un poco de harina.

Me mira desconcertado, pero se levanta sin decir palabra; un instante después, tengo entre mis manos un recipiente lleno del polvo blanco. En seguida, vuelvo a la habitación de Rosaline, la ayudo a levantarse para colocarla en una silla situada al lado del camastro, y espolvoreo un poco de la substancia por toda la cama, para luego devolver a la muchacha a su posición anterior.

Me agacho a su lado y la obligo a mirarme a los ojos:

-Recuerda cambiar de posición habitualmente, y si te sientes con fuerzas, levantarte y caminar un rato, por pequeño que sea. Volveré a verte en una semana, si tu estado no emperora.

-De acuerdo.

Me regala una sonrisa, que yo devuelvo al instante. Por alguna razón, me reconforta.

Me levanto y salgo de la estancia. En cuanto entro en la cocina, Lewis me pregunta:

-¿Se salvará?

-Creo que sí. La fiebre es una consecuencia de la infección de algunas heridas, que ya he desinfectado; sin embargo, desconozco el motivo de las pústulas que cubren su cuerpo, aunque creo que desaparecerán pronto.

En cuanto pronuncio la última palabra, el caballero se abalanza sobre mí y me envuelve en sus brazos; sus padres hacen lo mismo a unos pocos metros de nosotros.

Cuando me suelta, me da las gracias en un susurro.

-De todas maneras, vendré a verla dentro de una semana y... si por un casual empeora su salud, avisadme sin falta.

-Lo haremos. Muchas gracias, de verdad, se lo agradeceremos eternamente.-Dice el padre de Lewis.
(.....)

Después de despedirnos de los dos progenitores, nos disponemos a coger nuestros caballos para volver a palacio.

Mientras cabalgamos de vuelta, pienso en lo furiosa que debe estar la Reina.... pero no me importa.

Merece la pena, me da igual que me eche a la calle, o que me mande azotar; he tomado la decisión correcta, y no la cambiaría nunca, sean cuales sean sus consecuencias.


















El hielo siempre acaba por derretirse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora