Estaba en casa de mi padre, lugar en el que no había estado desde que era una pequeña. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 10 años, mi madre se quedó con mi custodia así que no había venido a esta casa desde entonces. Mi madre sentía tanto rencor hacia mi padre que no quiso enviarme con él ni siquiera en vacaciones, aun cuando el acuerdo decía que así tenía que ser, y mi padre, como no quería hacerle más daño a mi madre, optó por dejarla hacer lo que quisiese, por lo cual hoy, luego de 8 años, por fin pude volver a ver a mi padre.
Mientras bajaba mis maletas, veía la casa con nostalgia.
—¿Cómo está tu madre? —logré escuchar a mi padre hablándome—. Tiempo sin verla. Seguro que sigue tan histérica como siempre. Podríamos hacerle unas cuantas bromas teniendo en cuenta que tu estas aquí.
Ambos reímos.
Mi padre era un hombre soñador, cariñoso, atento y muy bromista. No lograba encontrar a una persona a quien admirar y respetar más que a él. Pero, no crean que mi madre era la mala. Mi madre era una mujer fuerte, cariñosa pero muy demandante. Mis padres se amaban, tenían uno de los matrimonios más felices que jamás había visto. Pero, no todo lo bueno dura para siempre; al parecer, su divorcio tuvo lugar por culpa de un secreto que le estuvo guardando mi padre a mi madre por muchos años, algo que por cierto mi madre aun entonces no lograba perdonar, y nadie me quiso contar. Tal vez tenía algo que ver con esa puerta.
Aun puedo recordarlo: un día como cualquier otro mi madre bajó al sótano, discutiendo con mi padre porque nunca le había dejado entrar ahí, diciendo que estaba harta de todos esos ruidos raros que le asustaban y estaba molesta por el hecho de que él no se quisiese mudar. Mi padre solo le decía que esa casa había pasado de generación en generación a través de su familia y que no podía vendérsela a cualquiera. Luego ambos bajaron al sótano y cuando volvieron, ya mi madre estaba llamando a su abogado para el divorcio.
Toda mi vida he sentido curiosidad de saber que había detrás de esa puerta, lo cual pudo haber sido el motivo de divorcio de mis padres. ¿Por qué mi padre se niega a irse de la casa o simplemente contarme?, pensé, este verano estoy dispuesta a buscar respuestas.
—Ella está bien —le respondí—, sigue siendo la misma, un poco mas amargada. Creo que podríamos hacerla enloquecer un poco, se la pasa quejándose de que nada le pasa últimamente.
Recuerdo que luego de bajar las cajas, mi padre se dispuso a ayudarme a colocarlas en mi habitación cuando escuchamos un golpe seco viniendo del sótano.
—Papá, ¿La puerta aún sigue teniendo problemas?
Parecía nervioso mirando en dirección al sótano. Al parecer lo saqué de sus pensamientos porque mi comentario pareció asustarle.
—¿Eh? —balbuceó— Si... Lamento no haberla arreglado mientras no estabas pero pensé que tu madre nunca me permitiría volver a verte; te he extrañado tanto, mi pequeña gatita.
Mis padres me decían "gatita" porque sufro de heterocromía: en mi caso, la heterocromía se presenta de forma completa, es decir, un iris azul y el otro de color verde. Eso a ellos siempre les hizo la ilusión a un gatito. Mi padre decía que eso pasaba una vez cada dos generaciones en las mujeres de su familia, un rasgo genético heredado, mi abuela también los tenía así.
—También te extrañe mucho pa, ¿Sabes? —le contesté e hice una pausa, ambos sabíamos lo que vendría, yo no podía callarme:— ¡Y creo que ya soy lo suficientemente mayor para saber que se encuentra detrás de esa puerta! Ya no soy una niña, desde los 8 años sé que esa puerta no está simplemente dañada, hay algo detrás de ella, ¡Exijo saberlo! A fin de cuentas no tuviste algún otro hijo y hasta donde tengo entendido esta casa ha pasado por generaciones en tu familia. Algún día será mía y algún día sabré que se encuentra detrás de esa puerta de todos modos.
Mi padre se sentó en la cama e hizo un ademán para que lo acompañase, mirándome como si hubiese algo que yo no terminase de comprender y comenzó a decirme.
—Aun eres muy joven, tendrás que esperar a que eso pase para poder saberlo. Una vez entres por esa puerta, no podrás salir —Mi padre se levantó la camiseta, mostrándome así la cicatriz de su costado—, esta cicatriz me la hice cuando tenía tu edad, fue cuando entre por primera vez por esa puerta. Mi padre me lo había advertido. "Tu madre una vez entro ahí nunca volvió, por lo tanto no quiero que tu entres ahí jamás", dijo. Yo quería saber que le había pasado a mi madre, quería saber por qué mi padre no me dejaba entrar. Que era lo que había detrás de esa puerta que resultaba tan peligroso —hizo una pausa y tragó saliva, pesaroso— y una vez entre por poco no pude salir, una vez salí de ahí no volví a entrar. Y no quiero que tú lo hagas. Prométeme que nunca entraras por esa puerta, ¡Promételo!
Mientras lo decía había una expresión muy seria en sus ojos, su mirada cambió de una forma que nunca antes había visto, pero no me iba a rendir. Yo tenía que saber que había ahí.
—Si no quieres que entre al menos deberías decirme que es lo que hay ahí, ¿No crees?
—No puedo hacerlo, lo siento.
—Entonces, no puedo prometerte nada.
Salí de la casa un poco indignada, ¿Cómo me pide que le prometa nunca entrar y no me dice que hay ahí? Es algo ilógico. Salí de la casa y fui al único lugar al que podría ir estando enojada, el lugar al que solía ir cuando era una niña. Caminé por el césped y me senté en el viejo columpio, meciéndome lentamente, relajándome mientras mis pies dejaban el suelo y mi cuerpo se mecía con el viento, olvidándome de cada una de mis preocupaciones, de mi padre, mi madre, la dichosa puerta, de todo.
Volví a la hora de cenar, para mi sorpresa había un plato de panqueques bañados en chocolate con fresas picadas encima y un papel al lado que decía: "Lo siento, gatita, ocho años sin verte y lo único que logro hacer es molestarte. Saldré hasta tarde, no me esperes, puedes salir si quieres, ya eres mayor. Cuídate y no te acuestes sin cenar, te quiere, papa"
Me dio bastante ternura su mensaje, comí lo que me había dejado, fui al baño, me cepille los dientes, tome una ducha y me acosté.
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La puerta mágica.
Ciencia Ficción“¿Qué pasaría si abro esa puerta?” Mi nombre es Christina Salas y mi padre siempre me dijo que no debía abrir la puerta del sótano, porque cosas inexplicables e inimaginables se encontraban detrás de ella, y que una vez que entrara, nunca habría man...