Acabábamos de llegar al pueblo de Santiago, todos los hombres se veían bastante guapos y las mujeres muy... Musculosas. Era un pueblo bastante lindo, lleno de cabañas de madera, flores y arboles; junto al pueblo se veía un hermoso lago con agua igual de cristalina como los ojos de Santiago. Estaba pensando en lo hermoso que era todo en ese maravilloso lugar, y en que cómo era posible que todo un mundo nuevo pudiese caber en mi sótano cuando recordé que la puerta había desaparecido, no sabía cuánto tiempo había pasado ya, mi padre debía estar preocupado y yo tenía que volver a mi casa.
—Ehm, Santiago, —Volvía a balbucear—. ¿Cómo puedo volver a mi casa?
—Pues eso depende de donde sea su casa, señorita.
—Vivo en Buenos Aires, Argentina.
—Buenos Air... —Su voz se fragmentó, dudoso— No sé de qué está hablando, los únicos pueblos aquí son Hungría, Fátima, Melesia, y donde estamos, Natura. No conozco ningún Buenos Aires.
Supongo que notó mi temor y fue cuando dijo:
—Tal vez surgió algún percance, tenga en cuenta que la encontré en el bosque perdido; venga, vamos con mi madre que ella podría saber algo de eso.
Luego de eso Santiago tomo mi mano y me llevó hacia su cabaña, una de las primeras; cuando entramos pude divisar a una señora mayor, de unos hermosos ojos azules como los de él y de corpulencia robusta y musculosa, pero, en cambio, su cara se veía tan dulce y sus ojos tan inocentes. Ella me observó tiernamente, como una madre que ve a la futura madre de sus nietos, se equivoca, pensé.
—Ay, mi muchacho —chilló de alegría—, sabía que este día llegaría, mira a esta muchacha, tan bonita, un poco delgadita y fuera de forma, también tiene unas ropas bastante raras pero que bonita que está, muy bonita. —Cada tanto, daba saltitos y se masajeaba las palmas mientras su sonrisa permanecía intacta y sus ojos azul-cielo relucían de emoción— ¡Ay, muchachita, que Dios te bendiga! Comenzaba a creer que se me iba a quedar sin casarse, todos los hijos de mis amigas ya están casados, y ahora mi bebé, ¡Ay, no puedo esperar para ser abuela! Tengo que buscar a tu padre, hay que decirle, ¡Hay que festejar! ¡Mi chiquito, estoy tan orgullosa!
Sentí como el rubor se nos subía al rostro a ambos, y compartíamos un par de miradas, incomodados.
—Mamá, discúlpeme, pero no es lo que usted está pensando, a esta muchacha me la conseguí deambulando en el bosque perdido; la pobrecita parece que se golpeó porque dice que es de un tal Buenos Aires pero ese lugar no existe, no sé de qué habla.
La señora se quedó perpleja y un tanto horrorizada, como si su hijo acabara de contarle una historia de terror, su mirada se detuvo en mis ojos e hizo una expresión que realmente me sorprendió.
—Esta muchachita... ¡Ay mijito, esta muchachita no es de aquí! Esta muchachita está muy lejos de su hogar. ¿Cuál es tu nombre, bonita? —Su tono era cariñoso y chillón.
—Christina, Christina Salas.
—No tienes su mismo apellido pero es el mismo nombre... Bueno, les contare una historia. Pero primero siéntense, vamos, ¿Quieren un tecito? Les voy a hacer un tecito de manzanilla.
Santiago y yo nos sentamos en el mueble que había en la casa, el miro a su madre con cara de preocupación y después me miro a mi como si no supiese si estar arrepentido de haberme ayudado o no. Luego de unos minutos la señora llego con dos tés y una sonrisa cálida, se sentó frente a nosotros y dijo.
—Hace muchos años, unos 24 creo, llego aquí una señora, era mucho mayor que tu eso es cierto pero tenía esos mismos ojos. Mi padre la consiguió en el bosque perdido, justo como tu mijito la conseguiste a ella. –Dijo esto mirando a su hijo— Él la llevo a casa, pero mi madre no la quería ahí, le dijo a mi padre que seguro era una mujer con la que la estaba engañando. Mi padre trato de explicarle pero ella no quiso entrar en razón, yo tenía 17 años cuando eso paso, sentí pena por esa señora y le dije a mi padre que conocía un lugar donde podría quedarse. La señora era muy amable, recuerdo que me conto muchas historias sobre el lugar donde ella venia, ella dijo que venía de Buenos Aires también. Mi padre, y todas las personas del pueblo pensaron que estaba loca, que el susto de haber sido atacada por un Gracken la había desquiciado pero yo le creía, me gustaban sus historias y ahora te veo a ti, aquí, diciendo algo parecido y con su mismo nombre y la veo a ella. Ay mi niña, este lugar es muy peligroso para ti. Pasaras por muchos tormentos, muchas cosas, pero podrías adaptarte a este lugar, es un lugar muy lindo, ¿No?
—Señora, lo siento mucho. Me encanta este lugar, realmente es muy lindo, como de un cuento de hadas pero no puedo quedarme aquí, mi padre y mi madre deben estar muy preocupados, mi mama es muy nerviosa no puedo dejarla así como así, tengo que volver.
—Volver... —musitó, pensativa—. Tendrías que hablar con la señora Christina, ella dice que su hijo volvió. Pero, tendrás que pasar por peligrosos lugares y esquivar a personas innecesarias, la señora Christina casi fue quemada por loca. Pero por suerte logro acostumbrarse y dejo de hablar de esas cosas con los demás. Primero tendremos que cambiarte esas ropas, no es lo que usualmente nos ponemos aquí, luego habrá que entrenarte. Hay muchos peligros.
Al decir eso, caí en cuenta de que estaba en pijamas, un simple short rosa con ovejitas y una franelilla blanca. Luego vi la ropa de la señora y de Santiago, ella estaba usando un vestido largo y liviano, tenía un cinturón hecho de la misma tela a la altura de la cintura y me recordaba vagamente a esos que se usaban en los noventa. Y él estaba usando un pantalón negro y una chemise azul. Supuse que desencajaba mucho, eso explicaba por qué todos me miraban tan raro cuando venía entrando al pueblo.
—Sí, creo que tiene raz... —hice una pausa—, ¿Entrenar?
—Sí, ¿O es que crees que con ese cuerpecito puedes matar a un troll o ahuyentar a un Gracken?
De lejos logre escuchar a Santiago hablando, tenia lo que parecía ser un durazno en la boca.
—¡JA! Esa chiquilla no sería capaz de matar a una hormiga ni que se mantuviera quieta en un mismo sitio.
—Oye, podría patearte el trasero si quiero.
—No peleo con chicas, pero suena bien eso de que quieres tocar mi trasero —Dijo, mirándome con una sonrisa burlona.
Ya lo veremos.
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La puerta mágica.
Ciencia Ficción“¿Qué pasaría si abro esa puerta?” Mi nombre es Christina Salas y mi padre siempre me dijo que no debía abrir la puerta del sótano, porque cosas inexplicables e inimaginables se encontraban detrás de ella, y que una vez que entrara, nunca habría man...