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EL RELOJ MARCABA 2:45 a.m. El silencio de la madrugada era tan espeso que podía oír mi propia respiración al abrir lentamente los ojos. Me giré instintivamente hacia el otro lado de la cama, y al encontrar el espacio vacío, me incorporé de golpe. Hyunjin ya no estaba.
Con pasos cautelosos, salí de la habitación, caminé por el pasillo oscuro y abrí la puerta del porche. Una ligera brisa nocturna me acarició el rostro. Allí estaba él. La luz tenue del farol del jardín lo bañaba de un modo que parecía irreal. Estaba de pie junto a la fogata improvisada, con una varita de madera en la mano, asando bombones con Binbin a su lado. La escena debería haber sido adorable, pacífica... si no doliera tanto.
Binbin fue la primera en notarme. Cuando nuestros ojos se cruzaron, corrió hacia la casa con una expresión asustada, como si supiera que algo muy malo estaba a punto de pasar. Hyunjin no se giró, pero su espalda se tensó. Sabía que estaba ahí.
—¿Por qué montaste un espectáculo si yo lo quería? —mi voz se quebró al final, saliendo más dolida de lo que quería—. ¿Te diviertes burlándote de mí?
Él se giró lentamente, sus ojos se veían cansados, vulnerables.
—¡Claro que no! Sun-hee... —dio un paso hacia mí, suplicante—. Considera mi oferta. Cásate conmigo.
Se le quebró la voz. —Tu madre no te permitirá que seas madre soltera. Déjame ayudarte, por favor. ¡No puedo casarme!
Sus palabras estaban cargadas de una desesperación que me desarmó por completo. No supe si era real o solo parte de su espectáculo perfecto. Lo observé en silencio, preguntándome si había algo genuino debajo de todas esas capas de dramatismo, de ese chico guapo y adinerado que todo lo puede menos enfrentar su propia vida.
Suspiré, negando lentamente con la cabeza.
—Déjate de tonterías y vete.
Me giré dispuesta a irme, con los pies pesados de tanta emoción contenida, pero su mano me detuvo con fuerza inesperada.
—Seré el padre de tu bebé, ¡quiero serlo! ¡Déjame ser el padre!
Su voz se quebró otra vez. Ya no suplicaba, rogaba.
