Capítulo 3

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Chris

- ¿estás bien? - pregunta sentándose a mi lado. Nunca le he contado nada de esto a David, ni a nadie que no fuesen mis amigas, y obviamente mis padres - . Pareces preocupada, si quieres podemos hablar.

- pues..., no, no estoy bien..., nunca..., nunca he hablado de ello fuera de casa - explico tras unos minutos de silencio.

- «¿ello?» - dice con la confusión cruzándole la cara.

- sí..., eh..., bueno, no sé cómo empezar - río - mis padres creen que tengo problemas de actitud, y..., bueno..., cuando Dani nació...- me mira extrañado, a veces olvido que no sabe mucho de mí y eso, asi que aclaro:
» Daniela es mi hermana.

- ah - dice mientras asiente como si se estuviera respondiendo a una pregunta.

- bueno, yo iba a hacer los doce, ella tenía cinco meses. Ese año empecé el instituto en España. La gente, se metía conmigo, es decir, ya sabes cómo es la gente, y..., dejé de comer. Empecé a padecer anorexia. Nunca me hice cortes ni cosas de esas. Perdí tres kilos en un mes, y, en cuatro meses perdí casi diez. Media uno cincuenta y tres, y pesaba cuarenta y dos kilos, así que me quedé en nada. Cuando recuperé el apetito, cosa que estoy intentando todavía, empecé a discutir con mis padres y a escaparme de casa. Mi padre pasaba todo, todo el día al teléfono, y por mucho que mi madre quisiera hacer, también estaba mi hermana. Cuando cumplí los trece nos mudamos a L.A. y creo que ya.

- vaya. No entiendo por qué se metían contigo. Eres pre..., simpática, muy simpática. - sonrío ante lo que iba a decir y nos ruborizamos. Cuando abro la boca para hablar, oigo la voz de David detrás de mí. Oh, oh.

- Chris, ¿qué demonios haces aquí? ¿con él?

- mmm... ¿hablar?

- ¿cómo que "hablar"?

- ¿qué quieres que te diga? David, te estoy diciendo que sólo estamos hablando, te sirva o no.

- pues no me gusta - dice con toda la tranquilidad del mundo. «idiota»

- pues te aguantas - respondo imitando su tranquilidad. «chúpate esa». Odio cuando David se pone en este plan, no puedo hablar con ningún tío. -. Mira David, ya hablaremos de esto luego, porque estoy hasta las narices de ti - «ups, ¿he dicho eso en alto?» -, hablo con quien me da la gana. - añado.

- pues haz lo que te dé la gana, pero olvídate de mí.

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