CAPÍTULO 2

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 Durante toda la semana, los cuafosa nos hicieron trabajar muy duro.Cuando llegaba a casa todavía me quedaba algún plano por revisar.Por eso esperé impaciente a que llegara el fin de semana para dar unpaseo por el mercado.

Cuando me subí al coche, vi una carpeta llena de papeles entre losque estaba la carta de Smith. Le había dado muchas vueltas, pero nolograba encontrarle ningún sentido. Sólo podía ser una broma.

Me costó bastante encontrar un hueco para aparcar. Todo Londressabía la noticia de los amplificadores y por la calle reinaba unambiente festivo. Muchos de mis vecinos, incluso los que no conocía,me habían preguntado por mi trabajo y ya estaba poco cansado deltema. No podía evitar fulminarlos con la mirada cuando me hacíanla maldita pregunta, pero luego sonreía y les contestaba aparentandobuen humor. Había ido a pasar la tarde al otra lado de la ciudad porlo mismo, para dejar de pensar en mi trabajo, pero era imposible nooír a dos personas hablando del tema.

Eché un vistazo a los puestos que me interesaban, pero no vi nadaque me llamara la atención. Nadie se molestó en hablar conmigo ymucho menos preguntarme algo sobre los cuafosa.

Seguí con mi camino y dejé el mercado atrás casi sin darme cuenta.No podía dejar de pensar en la carta de Smith. Seguía creyendo queera una broma, pero había algo que no encajaba.

Llegué a una calle estrecha donde un par de gatos rebuscaban en uncontenedor. Las casas eran de ladrillos, no tenían nada que ver conlos altos edificios de la zona en la que yo vivía.

Todo el mundo que conocía solía evitar esta parte de la ciudad.Según lo que había oído, la gente solía pelearse en la calle yhabía muchos ladrones por la zona, nada más lejos de la realidad.Sabía perfectamente que estos rumores eran falsos y nadie me iba ahacer cambiar de opinión. También se decía que había un gruporebelde, llamado G.R.U.C.T., en contra de los cuafosa y era loúnico que me creía, es mas, sabía que era cierto.

Hace un par de años el G.R.U.C.T. puso una bomba en un prototipo amedio terminar de un amplificador. Por suerte, no hubo heridos, perose perdieron casi cinco años de trabajo porque los planos tambiénfueron destruidos. Se cree que Smith fue cómplice, pero no seconsiguieron pruebas. Desde entonces, su mala fama empeoró y casitodo el mundo cree que es un rebelde infiltrado. Cualquiera quetuviera un poco de sentido común se daría cuenta de que Smithocultaba algo, aunque quizá no tuviera nada que ver con elG.R.U.C.T.

Estaba tan absorto en mis pensamientos que me choqué contra unamujer. Esta cayó al suelo. La ayudé a levantarse. Era bastantemayor y le faltaba la mitad de un brazo.

–Lo siento mucho, ¿está bien? –dije.

–No pasa nada, no se preocupe. Gracias, por ayudarme.

–La culpa ha sido mía, no tiene nada que agradecerme.

–Aún así has sido muy amable. Dime, ¿cómo cree que va a ser elfuturo?

Miré un momento al cielo y solté un pequeño suspiro. De repente,me entraron ganas de encerrarme en mi apartamento.

–Sólo diré que es incierto –dije con voz cansada.

–¿Incierto? –repitió la anciana sorprendida.

–El proyecto de los amplificadores va por buen camino pero nosabemos que puede fallar o si realmente funcionaran.

La mujer me miró por unos instantes antes de darse la vuelta ydesaparecer de mi vista al girar la esquina. Yo seguí andando por lamisma calle y llegué a un callejón desierto. Oí un ruido a miespalda, me giré y no había nadie. Seguí andando un poco asustado.

De pronto, solté un grito. Una joven había saltado desde uno de lostejados y había caído unos metros por delante de mí. Por suerte,no se había echo daño.

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