CAPÍTULO 4

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 Después de volver a Londres, volví a mi coche lo más rápido quepude. Rebusqué en mis bolsillos hasta encontrar la linterna yalumbré la carta. Aparecieron letras que apenas se veían a medidaque recorría el folio con la luz. Enseguida empecé a leer concuriosidad.

"Estimado señor Robinson:

Si está leyendo esto significa que ha pasado la prueba. Sentimos lasmolestias que esto haya podido causarle.

Queremos invitarle a luchar por nuestra causa. Habrá oído hablar deun grupo de "rebeldes" que se hacen llamar el G.R.U.C.T. Sabemosque usted ha mantenido contacto con algunas personas de nuestro grupoy estas le han contado cosas sobre el engaño de los cuafosa.

Le esperamos en el descampado de la calle Alfred Jones a las 21:00para hablar de su incorporación al G.R.U.C.T."

Dejé la carta en la guantera y programé el GPS. Solía evitar esaparte de la ciudad, aunque estaba bastante cerca del Centro deIncubación y Condicionamiento, y sobretodo evitaba pensar en lacalle que llevaba el nombre del cuafosa jefe en concreto. Noera por el odio que él sentía hacia mí, sino porque fue el lugaren el que mis padres perdieron la vida.

Sucedió cuando yo tenía siete años. Un grupo pequeño de personasestaba en contra del gobierno de los cuafosa y crearon el GrupoRevolucionario Unido por la Conservación de la Tierra. Organizarondiversas protestas, pero enseguida llegaron las represalias. Mi madretuvo un accidente de coche en la calle Alfred Jones que por entoncesse llamaba avenida Prax. Según mi padre, mi madre había sidovíctima de los cuafosa. También hubo muchos accidentes delmismo tipo que acabaron con la vida de otros rebeldes. Por esto, mipadre y los demás rebeldes decidieron organizar una manifestacióncontra los cuafosa en la avenida.

Recuerdo que acudió un montón de gente para protestarpacíficamente, mi padre nos había prometido que nadie moriría amanos del G.R.U.C.T. ese día y yo sigo creyendo en su palabra, eraun hombre muy honesto. Las noticias dijeron que había sido unatentado violento y que Alfred Jones había dirigido la operaciónque había acabado con los disturbios y le pusieron su nombre a lacalle para conmemorarlo. Mucha gente murió, incluido mi padre.

Unos meses más tarde, me separaron de mi hermano y me dieron enadopción. Los Robinson eran una familia normal y mi padre adoptivoera uno de los cuafosa. Al principio me sentía incómodo ylloraba por los rincones. Poco a poco me fui acostumbrando a mi nuevafamilia. Ellos podían comprarme cosas que mis verdaderos padres nopudieron.. Podía conseguir todo lo que quisiera sin ningún esfuerzogracias a mi nuevo apellido, mis padres adoptivos decidieron nocambiarme el nombre.

Hace mucho que no pienso en todo esto y siento vergüenza por lofácil que fue manipularme. Me olvidé de todo lo que mi padre mehabía enseñado y de los valores que me había inculcado. Siemprepensé que Allan estaba chiflado por apoyar esa causa, ahora que herecordado mi pasado, pienso que no, es mas, tiene razón.

Después de la tragedia de la calle Alfred Jones, el G.R.U.C.T. sedisolvió mediante un comunicado para resurgir años más tarde.Ahora todo el mundo sabía que había vuelto y eran muchos más quela última vez.

Llegué a mi destino diez minutos tarde aunque conduje por encima dellímite de velocidad durante todo el trayecto. Mi hermano Allan meestaba esperando sentado en una piedra. Cuando me vio llegar, esbozóuna sonrisa.

–Sabía que vendrías –dijo.

–Siento haberte ignorado todos estos años. Me habían...

–¿Lavado el cerebro? Te entiendo, lo intentaron conmigo y casi loconsiguen. Quizá ayer fui injusto contigo.

–No te preocupes, me lo merecía.

Le sonreí y le di un abrazo. Luego, Allan me guió hacia una granárbol. Cuando llegamos, lo interrogué con la mirada. Él rebuscóentre las hojas de una gran arbusto hasta dar con una trampilla queconducía a una sala enorme iluminada por unos pequeños focos. Alfondo había una especie de escenario. La sala estaba abarrotado degente.

Operación PraxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora