Al día siguiente, fui a mi cafetería preferida y me puse a revisarlos planos que tenía pendientes. Me tomé tres cafés y más decinco refrescos. No podía quitarme de la cabeza mi conversación conAllan, pero sabía que había echo lo correcto al ir a verlo. Mihermano tenía buen corazón y tarde o temprano me perdonaría,además yo estaba muy arrepentido de haberlo ignorado durante más deseis años.
Cuando acabé mi trabajo solté un suspiro de alivio. Miré elinterior de mi maletín y vi la carta de Smith, la cogí antes deguardar los planos y volví a leerla un vez más:
"Soy tu líder y te ODIO"
Le estuve dando vueltas un buen rato mientras me bebía mi últimocafé. No tenía ni idea de lo que quería decir y Smith tampoco mehabía ayudado mucho. Cuando había hablado con él, sólo se habíapuesto a decir cosas sobre los cuafosa y que me habían dejado ciego.
Dejé el sobre encima de la mesa un poco malhumorado y miré por laventana que tenía en frente. La gente solía pasear a sus perros poresta zona. Los animales caminaban entusiasmados oliendo todo lo quese encontraban por el suelo.
Volví a centrarme en la carta. La palabra que más resaltaba era"ODIO". La miré durante un minuto, la clave tenía que estarallí. Intenté cambiar de orden las letras para que formasen otrapalabra.
–¡Eso es! –exclamé.
Todo el mundo me miró extrañado. Yo sonreí y volví a mirar lacarta. Si cambiaba el sentido de las letras de la palabra "odio",obtenía "oído" que encajaba con la conversación que tuve conSmith.
Miré al folio arrugado con desconfianza, lo cogí y me lo puse en laoreja. Esto llamó tanto la atención que uno de los camareros seacercó para preguntarme si estaba bien. Yo dejé el folio en la mesaun poco avergonzado y dije:
–Sí. No se preocupe. ¿Me puede traer la cuenta?
El muchacho asintió y se acercó a la barra. Enseguida volvió.
–Aquí tiene –dijo con una sonrisa amable, aunque se sentía unpoco incómodo
–¿Es usted el dueño?
El camarero negó con la cabeza y se marchó. Unos momentos después,una mujer alta y morena se acercó a hablar conmigo. Tenía la pielescamosa y se había caído en algunas partes de su cara.
–¿Quería hablar conmigo? Soy la dueña.
–Sí, bueno. He oído que conoce a Petter Smith.
Me sorprendí cuando me di cuenta de lo que había utilizado lapalabra "oído". Quizá esa fuera la clave.
–Se podría decir que somos viejos amigos. ¿Usted es GeorgeRobinson?
–Exacto.
–Encantada de conocerlo –dijo antes de marcharse.
Al parecer, me había echo ilusiones para nada. Esa no era la clave.Fui a pagar a la barra y la mujer me dedicó una sonrisa.
Al salir del establecimiento, me llamó la atención una máquina"tragaperras". En un lateral, tenía un cartel que decía: "Fuerade servicio", pero yo podía oír el sonido que emitía. La volvía mirar, me di cuenta de que la luces estaban apagadas y no habíaningún enchufe cerca. Aún así decidí echar una moneda.
La máquina siguió igual y me devolvió el dinero por el lugar delos premios. Me agaché a coger mi moneda y vi que había algo más,era una linterna bastante pequeña. Me la metí al bolsillo condisimulo.
Empecé a caminar por la acera cuando oí que alguien me llamaba. Medi la vuelta y vi a Lizzie saliendo de la cafetería.
–Hola. ¿Vienes mucho por aquí? –dije para romper el hielo,aunque era una pregunta estúpida. Lizzie vivía bastante lejos.
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Operación Prax
Science FictionOcho milenios después del Apocalipsis, la humanidad sigue pagando las consecuencias. El mundo está lleno de radiación y los habitantes de Londres sobreviven a base de muros de contención y de máquinas de alta tecnología. George Robinson es un ciudad...