La mañana había pasado estúpidamente lenta, y no, no es por exagerar. El reloj se movía mucho más lento que un caracol y una tortuga juntos, quería irme a casa, recostarme en mi cama y dormir una semana completa, pero el montón de papeles esparcido en mi escritorio me lo impedía.
La noche anterior había vuelto a desvelarme, como por enésima vez desde que Spencer había entrado en mi vida. Me estaba poniendo todo mi mundo de cabeza, lo estaba desordenando todo y yo, yo no podía hacer nada.
Volví a tomar un bolígrafo negro, le quite la tapa con los dientes y anoté algo en una pequeña notita para adherirla a la pantalla de mi computador. Un pequeño recordatorio que no podía olvidar.
-¿Saldrás a almorzar? –pregunto una voz a mi lado, sobresaltándome.
-No lo creo –respondí sin dejar de escribir en una nueva notita.
-Vamos, hace días que no salimos a almorzar juntas. –insistió.
-Penélope, tengo mucho trabajo. –trate de excusarme. –Y estoy algo retrasada con...
-Le diré a Hotch que no te ponga tanto trabajo, siempre que vengo por un café estás encorvada sobre tu escritorio.
-¿Y qué quieres que haga? Es mi trabajo –dije con un bostezo.
-Vamos, por favor. –volvió a insistir mi rubia amiga. –Y prometo que no te molestare más... por hoy.
Deje el bolígrafo sobre la mesa para poder mirarla, traía un floreado vestido, unos tacones a juego y pequeñas flores de colores insertadas entre sus cabellos. Parecía que la primavera se había convertido en una persona y era ella.
-Está bien, acepto. –dije poniéndome de pie para tomar mi chaqueta. La chica me sonrió emocionada y tomo mi bolso para asegurarse de que fuera con ella.
***
-¿Hace cuánto que no salíamos juntas a almorzar?
-No lo sé, un par de semanas.
-Ves, ¡ya te estas olvidando de mí! –se quejó llevándose el tenedor con ensalada hasta la boca.
-¿Olvidarme de ti? ¿Por qué dices eso?
-No soy tonta, Alice. ¿Crees que no te he visto? –dijo con una sonrisa algo picara.
-¿Ver qué? –pregunte más confundida que antes. -¿De que estas hablando, García?
-Tú y Reid... he visto como se miran.
Por un momento creí que moriría atragantada con mi ensalada. Mis mejillas se tornaron de un rosa intenso mientras trataba de tranquilizarme y dejar de toser y aletear como una foca.
-¿De que estas hablando? –pregunte tratando de desentenderme del tema.
-Cariño, estas rodeada de perfiladores, ¿crees que no se han dado cuenta? –me quede en silencio. –Hasta yo que no soy perfiladora lo he notado.
Sentí el corazón en la garganta y un nudo en el estómago, ni siquiera se me había cruzado por la cabeza en el lugar en que estaba y lo cuidadosa que debía ser.
-No sé de qué estás hablando –balbuce como una tonta.
-Puedes negarlo todo lo que quieras, pero te conozco Alice.
-Penélope, prométeme que no se lo dirás a nadie. –dije hablando como si de pronto hasta la comida tuviera oídos. -Es...
-¡Lo sabía! –dijo aplaudiendo como una niña pequeña, a lo que yo solo pude bufar. –En realidad ni siquiera me he fijado en cómo se miran, ni nada, solo... lo supuse. –admitió cortando un pedazo de pollo.
-¡Penélope! –me queje sorprendida de la forma en que rápidamente me había sacado información.
-Tranquila, que soy una tumba y nadie lo sabrá. –dijo con simpleza, como si fuera la cosa más insignificante del mundo.
-¿Cómo lo supiste?
-Los vi en la cafetería el sábado pasado, estaban tan entretenidos que ni siquiera me notaron.
El color se me subió a la cara de nuevo, haciendo arder mis mejillas y mis orejas. Me quede hecha de piedra.
-Tu secreto está a salvo conmigo.
Asentí, recordando lo que había ocurrido hace un par de días atrás. Casi podía oír en el fondo de mi cabeza su voz diciéndome que era adorable. La piel se me erizo, un escalofrío me recorrió la espalda obligándome a removerme en la silla.
-¿Estas bien? –pregunto García, antes de llevarse otro bocado a la boca.
-Sí, sí –mentí, poniéndole atención a mi comida, pero ya había perdido el apetito. –¿Penélope?
-¿Amiga? –dijo ella, poniéndome atención.
-Creo que lo quiero. -admití con la mirada fija en algún punto detrás de ella.
Penélope me sonrió, achinando sus ojos castaños.
-Lo sé, cariño, lo sé.
-¿Está mal? –pregunte mirándola a los ojos. –Digo, no debería quererlo, la política del bureau dice que no deben existir relaciones entre los miembros. ¡Argh! Ni siquiera tenemos nada, ¡Dios! –dije cubriendo mi rostro con mis manos. –Soy una tonta.
-No eres tonta, estas enamorada.
-Cállate –le dije sin dejar de cubrir mi rostro. García soltó una risita y siguió comiendo. –Vámonos, ya no tengo hambre y tengo un montón de trabajo por terminar.
***
Penélope se había pasado todo el camino de vuelto a la UAC molestándome y diciéndome lo lindos que Spencer y yo nos veríamos juntos. Hasta dijo que si teníamos hijos ella sería la madrina de uno de ellos. Le hice callar rápidamente de solo oírla hablar sobre bebés, no era que no me gustara la idea, el problema era que ya me los había imaginado y eso seguía alimentando una estúpida ilusión propia de una adolescente.
En cuanto las puerta del ascensor se abrieron me deshice rápidamente de ella, tanto hablar sobre el tema me estaba inquietando e incomodando de sobre manera, además de que alguien nos podría escuchar, y los rumores allí dentro corrían más rápido que el viento en invierno.
El reloj marcaba las dos de la tarde y yo estaba de vuelta en mi escritorio, me deje caer sobre la silla, cansada y frustrada por todo lo que aún me quedaba por hacer. El montón de papeles parecía haber crecido en mi ausencia, y en efecto, lo había hecho, había tres carpetas y una hoja doblada sobre las siete carpetas que había dejado al irme.
Resignada, tome las tres carpetas y la hoja, separándolas del resto que ya tenía casi listo, pero la hoja resbaló y cayó al suelo.
Por un segundo, quise tirar las carpetas lejos e irme a mi casa, pero solo respire profundo y calme mi repentino ataque de furia y estupidez. Dejé las carpetas al otro extremo de mi escritorio y lentamente, me agache a recoger la estúpida hoja.
Al caer, la hoja se abrió quedando la parte en blanco hacia arriba. La tome y la levante, dejando, ahora, la parte escrita hacia arriba. No era una hoja impresa, estaba escrita a mano.
"¿Libros y café? O ¿Palomitas y cine? Tú eliges, te espero en el ascensor después del trabajo. –Spencer"
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Oscuridad
FanfictionHabía algo en él que nadie había podido descifrar, se ocultaba tras su sonrisa, tras sus ojos. Cada vez que salia de casa lograba escapar un poco de la sombra que le perseguía desde que tenia memoria, pero a veces ella lograba ir tras él, siguiéndol...