Capítulo X

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-¡Oh por Dios! –exclame cerrando los ojos.

Instintivamente cubrí mi cara con mis manos al ver toda esa sangre brotar desde el cuerpo de la chica que estaba cortando a la mitad. Un sonido horrible resonó en los altavoces, seguido de los gritos ahogados de los espectadores, tanto dentro de la cinta como fuera de ella.

Mi conciencia comenzaba a elaborar una larga lista de las razones por las cuales no debería haber aceptado salir con Spencer, pero solo bastaba un razón positiva para contrarrestarlas todas.

-Ten calma, solo es sangre falsa. -me susurró.

La dulce voz de Spencer llego a mis oídos desde muy cerca, al mismo tiempo que su cálido tacto intentaba retirar mis manos de mi rostro. Mi cuerpo temblaba, y no sabía si era por miedo y por tenerlo tan cerca.

-Lo sé, lo sé –balbuce retirando mis manos de mi rostro. –Soy una cobarde para estas cosas.

Él solo se limitó a sonreírme dejándome sumar otra de sus sonrisas a la colección mental que poseía.

Meti mi mano dentro del bote de palomitas, quizás con ellas podría ahogar mi irracional y estúpido miedo. Estaba siendo bastante infantil, pero es algo que sinceramente no puedo explicar.

A pesar de trabajar con crímenes, ver fotos de las escenas y de cadáveres, yo aún no podía acostumbrarme a eso, me producía una rara sensación en la espalda que me hacía querer salir corriendo lo más rápido que pudiera.

Alice más sangre, es una pésima combinación.

Volví a fijar la vista en la pantalla armándome de valor para ver el resto de la película, pero simplemente fue un error.

La chica en la pantalla por fin fue cortada a la mitad, dejando salir todos sus intestinos y demás órganos, acompañados de mucha, pero mucha sangre.

Involuntariamente, me giré para no ver lo asqueroso que lucía eso, sin darme cuenta, de un momento a otro, estaba escondiendo mi cara en el hombro de él como si fuera una pequeña niña.

La audiencia grito, haciéndome saltar y esconderme aún más. Sentí el corazón bombear sangre a todo mi cuerpo con una velocidad increíble, pero no era eso en lo que estaba pensado, en realidad, ya no estaba pensando.

Su mano se enredó en mis cabellos, acariciando mi cabeza con suavidad, manteniéndome escondida entre su hombro y su cuello.

-Dime cuando pase –murmure bajito, pero no lo suficiente para que el pudiera oírme.

Creo que si dieran premios a la cobarde del año, sin duda, los ganaría año tras año.

-Tranquila –dijo despacio. Cabe decir que mi corazón ya se había detenido hacía rato, estaba más que muerta. –te diré cuando pase.

Escondida allí en su hombro, tan cerca de su cuello podía oler el embriagador aroma de su perfume. Simplemente, había caído en un éxtasis que no quería que acabara, pero... como nada es para siempre...

La audiencia exhalo un par de gritos más hasta que ya no hubo ninguno.

-Puedes salir, estas a salvo. –me dijo tomando mi rostro para sacarme de mi escondite.

Avergonzada, bajo el suave y cálido tacto de su piel salí de mi improvisado, pero maravilloso escondite. Mis mejillas habían comenzado a arder desde el momento en que me había dado cuenta en donde me estaba escondiendo, el rosa se había vuelto escarlata y el calor no aminoraba.

-Lo siento –murmure haciendo que su mirada se uniera a la mía.

Las luces de la sala se encendieron, en la pantalla pasaban los créditos de la vieja película, mientras la gente se preparaba para volver a sus casas o ir a algún restaurante, pero nosotros seguíamos ahí. Era como si el tiempo se hubiera detenido solo para nosotros, la vida pasaba a nuestro alrededor, pero nada de eso importaba, nada importaba más que verlo a los ojos a sus preciosos ojos.

Pero solo duro un instante, se esfumo como la primera vez que nos conocimos, solo se evaporo en el aire.

-Es mejor que salgamos –dijo el soltándome mi rostro y poniéndose de pie.

Me costó un solo segundo en reaccionar y ponerme de pie. La sala estaba casi vacía, solo restaba una pareja de ancianos y tres adolescentes, cogí el bote de palomitas medio vacío y me apresure a seguir a Spencer hasta la salida.

Ambos salimos del cine, mientras yo sentía el peso de mi infantil estupidez sobre mis hombros, el viento revolvió mis cabellos entumiéndome por completo, pero casi no lo note. De alguna manera u otra seguía reprochándome mentalmente por mil y una cosas. Spencer me estaba haciendo perder la cabeza y ni siquiera lo notaba.

En silencio, caminamos por las calles de la ciudad, ya estaba oscuro, habían de ser cerca de las once de la noche y ninguno decía nada. Solo caminabas unto al otro hundidos en nuestros propios pensamientos, si bien me seguía sintiendo una tonta, su silencio no me incomodaba en lo más mínimo.

A unos cuantos pasos de donde estábamos había un basurero, me acerque a paso rápido y deje caer el bote de palomitas dentro, luego de un rato habían adquirido una textura algo chiclosa. Me quede de pie cerca del basurero esperando a que Spencer estuviera a mi lado para seguir caminando.

-Creo que las películas de terror no son lo tuyo. –comento una vez que retomamos nuestro camino sin rumbo.

-Soy un tanto cobarde.

Mis mejillas se encendieron al instante, pero agradecía el hecho de que la poca luminosidad de la calle ocultara el rojo escarlata de mi rostro. Me limite solo a soltar una risita un tanto nerviosa.

-¿Quieres hacer algo más? –me pregunto uno pasos más allá.

-Un café me vendría bien –respondí soltando un suspiro, haciendo que él se detuviera en seco.

-Entonces debemos volver.

Spencer giro sobre sí mismo y echó a andar en la dirección contraria, deshaciendo nuestros pasos, dejándome estática por un segundo. Avanzo unos pasos y al darse cuenta de que no lo seguía, volvió hasta mí.

-Vamos, comienza hacer frío. –dijo tomando mi mano y llevándome con él.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora