1. Dressed In Black

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Todo empezó un día soleado en el cual hacía mucho calor. Ciel se encontraba en su despacho como todos los días, trabajando y firmando papeleo inútil. No descansaba gracias a cierto demonio que era una espina en el trasero.

Si bien Ciel se preguntaba porque su mansión era calurosa, la explicación que Tanaka había dado resultaba ser hasta inteligente: había dicho que era porque se llenaba de colores oscuros, por ello en verano solía ser demasiado caliente.

Una explicación razonable, según Ciel.

Sin embargo, las dudas le entraron y decidió cuestionar algo simple a su mayordomo cuando le trajo un té y un pedazo de pastel.

―¿Por qué siempre estás vestido de negro, Sebastian? ―preguntó― ¿Acaso no tienes calor, no eres feliz o qué rayos?

―¿Por qué lo dice? ― se molestó en responderle desconcertado.

―Porque según Tanaka los colores oscuros dan calor y son para la gente infeliz.

―Usted usa colores oscuros.

―Eh, sí... Bueno, como te decía: ¿no eres feliz o qué rayos?

―Qué atrevimiento el de usted preguntando por mi vestuario ―se limitó a decir. Mas pausó con un suspiro, y sabiendo que el orgulloso niño exigiría esta vez que le dijera, se decidió a seguir contestando―. Joven amo, lo que pasa es que tengo un oscuro y vergonzoso secreto que le he estado ocultando desde que nos conocimos.

―¿El de los tacones de tú transformación?

―¡¿Qué sabe sobre esos tacones?!

―Que los compras con descuento.

Goddammit, Sebastian estaba seguro de que había tirado esos tickets de compra en los cestos de la cocina. Al parecer no fue así.

―Sí, bueno... Los demonios no sentimos calor. Además, mi secreto no tiene nada que ver con los tacones.

―Dímelo, entonces.

―Uhm... No se lo diré.

―Sebastian, es una...

―NO. NO SEÑORTS. NO SE LO DIRÉ ―y frunció el ceño―, SE VA A BURLAR DE MÍ.

―Ugh ―gruñó Ciel―. Yolo, Sebastian. Dímelo.

―¿Promete no burlarse?

―No...

―Qué bue...

―...prometo nada.

―Lo odio.

―El sentimiento es mutuo.

‹‹Palabras de amor, cariñosas y hermosas palabras de amor››, pensó Ciel.

―Ya, dilo ―y se recargó en su silla de cuero.

―...Sólo puedo ver en blanco y negro.

―¿...C-Cómo los perros, dices? ―y una diminuta sonrisa se mostró en su estoico rostro.

―Sí ―asintió Sebastian.

―NO MAMES, SEBASTIAN ―y dejó salir una risa... ¿no macabra?― . TE PASASTE.

―Le dije que no se burlara... Qué irrespetuoso. Es un problema ocular, no se burle. No tiene derecho.

―TÚ NOMBRE DE PERRO YA TE ESTÁ HACIENDO EFECTO.

―Por eso le dije que me llamara Tyron ―y rodó sus ojos―. Dije que no tiene derecho a burlarse.

―¡¿Por qué lo dices?! Soy tu amo, tengo todo el dere...

―Usted sólo tiene un ojo.

La cara de Ciel regresó a su estoicidad. Se quitó el parche. Se arremangó las mangas.

Los sirvientes que estaban en la cocina escucharon un estruendo arriba.

Sebastian llegó al cabo de un rato con el pastel embarrado en la cara y pedazos de porcelana en la cabeza.

Stupidshitsuji | KuroshitsujiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora