Sabía que a mis padres les había costado mucho asimilar toda la situación, pero finalmente, a principios de curso en mi educación media superior, me había atrevido a decirles mi verdadero gusto por la ropa femenina y usarla; cosa que les llevó unas horas para reflexionar y volver a dirigirme la palabra, creando una discusión acerca el tema por lo que habían parecido millones de años. Y ahora que tenía la libertad de vestirme como una mujer, mi hermana Lottie había tomado la oportunidad para llevarme de compras cada vez que disponía del dinero para gastarlo. Aunque me encantara vestirme tal cual, no disfrutaba de hacer compras, un rasgo masculino que aún permanecía en mí.
A pesar del inesperado e inicial cambio de sexo, mis hermanas y mis padres seguían tratándome como si de un hijo se tratara, ignorando por completo que anduviera en faldas demasiado cortas o con telas de un hermoso color rosa pastel. Y es que, a pesar de que mi padre -ya que le molestaba más a él mi gusto- me había dicho muchas veces que no anduviera así por la casa, había hecho caso omiso a su palabra y continuaba llevando hermosas telas de colores rosados pastel, mi tono favorito.
Me encontraba en una tienda de lencería en ése preciso momento, junto a mi hermana, que por supuesto me había obligado a acompañarla para pedir mi consejo y así llevarse algo que valiera la pena vestir. La única persona que sabía de mi verdadero género era mi mejor amiga, una persona que, al contarle había entendido de inmediato qué significaba todo e incluso, había buscado en varias páginas de Internet para así no crear algún gesto de disgusto o cosas por el estilo. Con ella, así como mi hermana, también podía ir de compras o incluso pintarnos las uñas en las tardes que teníamos el Instituto libre. Lo único malo de toda ésta situación es que siempre era la primera persona que consideraba mi hermana para ser su esclavo en las compras.
La voz de Lottie llegó hasta mis oídos, sacándome de mi ligero trance-. ¿Qué dijiste? -pregunté, mientras bajaba la cabeza, totalmente avergonzado por no haber prestado atención a lo que dijo.
-Lou, ¿qué tienes? -dejó la prenda rosada en el mismo estante de dónde la había tomado-. Sé que no te agrada venir de compras, pero hay veces en las que estás más platicador. -se acercó a mí, con la mirada que temía, la de "es mejor que me cuentes o te voy a asfixiar en un abrazo de consuelo".
-No tengo nada -dije, mientras retrocedía algunos pasos para evitar ser secuestrado por sus brazos-, sólo estaba pensando si soy igual de normal que los otros chicos.
Mis ojos se desviaron hasta un grupo de muchachos, que estaban en el centro de la plaza y utilizando ropas oscuras, un color totalmente opuesto al que llevaba en ése momento en mi ropa.
-Ajá, y yo me chupo un dedo -replicó, cruzándose de brazos.
Formulé una sonrisa ladeada, mientras posaba el resto de mi atención en ella.
-No te chupas el dedo, tú chupas todo de tu novio -contraataqué, alzando una ceja. Sin embargo, mi momento de valentía terminó cuando su rostro se volvió totalmente rojo y sus labios se apretaron por la rabia contenida. Tenía que huir de ahí, o terminaría como la víctima de un gato callejero.
Me di la vuelta rápidamente y corrí hacia el interior de la tienda, alzando los brazos y gritando de manera muy, muy gay-. ¡DÉJAME, SÓLO ERA UNA BROMA!
-¡QUÉ BROMAS PESADAS, LOUIS WILLIAM TOMLINSON! -gritó, aplicando más fuerza a sus piernas y así lograr alcanzarme.
-¡NO TE AGUANTAS NADA! -localicé uno de los vestidores de la tienda y me metí de manera rápida en su interior, cerrando la puerta con fuerza y colocando el seguro-. ¡POLICÍA, POLICÍA, ÉSTA LOCA ME QUIERE MATAR! -grité desde el interior del vestidor, retrocediendo hasta que mi espalda chocó contra una de las paredes del pequeño cuarto.
-¡YA CÁLLATE, TOMLINSON! -bufó, golpeando la puerta de una forma más moderada-. Ven, vamos, sino va a venir el coco a comerte.
Mis ojos se abrieron y negué rápidamente con la cabeza, sin creer lo que estaba haciendo-. ¡Lo del coco, no, sabes que me da miedo aún! -sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal, y, creyendo que iba a ser tragado por demonios de mil cabezas, salí de ahí como un chiquillo asustado.
Mi hermana me atrapó entre sus brazos, dándome un tierno beso en la frente-. Es increíble como pudiste ser el peor pervertido del planeta hace unos minutos y ahora luces igual que un chihuahua temblando. -liberó una carcajada.
Yo por mi parte, fruncí el entrecejo y me alejé, sacándola la lengua de forma infantil.
-Fea.
-Tonto.
-Mensa.
-Idiota.
Mis ojos se abrieron a la par, llevando mi mano a mi boca para evitar liberar un grito de sorpresa-. ¡Repite eso! -la señalé con mi dedo índice, fingiendo hacerme el ofendido.
-Idiota -rodó los ojos y esperó, quizás a que terminara de actuar como un niño pequeño.
-¡SANGRE SUCIA, INMUNDA! MI PADRE SE ENTERARÁ DE ÉSTO -cubrí mi rostro con ambas manos, intentando hacer la mejor actuación de mi vida; aparentando llorar.
-¿En serio? Vamos, Malfoy, cálmate un poco.
***
Al día siguiente había decidido que usaría una de las prendas que había comprado el día anterior con mi hermana, escogiendo un pantalón negro y ajustado, moldeando mis piernas a la perfección. De la parte superior, había determinado que necesitaba algo holgado, lo suficiente para que mi cuerpo no levantara sospechas. No tenía senos, pero los deseaba. Y, si mis compañeros llegasen a sospechar de mi verdadero género, tendría que cambiarme de escuela, porque sabía que las críticas podían llegar a ser muy fuertes.
Sin más, me había subido al auto junto a mi hermana, que me llevaría al Instituto como todos los días, permaneciendo en silencio el resto del camino mientras me preparaba psicológicamente a mí mismo por lo que me afrontaba a cada día; era como un camaleón, sólo no debía de ser descubierto.
Al parecer, ella se dio cuenta, ya que estacionó el auto a una cuadra de llegar a nuestro destino y se giró sobre su asiento a mirarme-. ¿Qué pasa, Louis? -preguntó, claramente preocupada. Pude haber hecho una broma, pero su rostro lucía tan consternado por las dudas que decidí no hacerlo.
Permanecí en silencio unos instantes.
-Nada, sólo, lo mismo -respondí, agobiado. Miré hacia la ventana, y justo en ése momento, iban pasando unos chicos que serían el mejor ejemplo de comportamiento masculino y cómo tenía que ser un hombre. Pero yo no me sentía así. Simplemente, no podía. Y aunque quisiera a mi hermana, sabía en mi interior que ella tampoco podía comprender lo que sentía.
-Louis -comenzó-, no hay nada de malo en lo que haces, o cómo te sientes. Es así y punto. Aprende a respetarte de la forma, tamaño y complexión que seas, y no te dejes vencer por los demás. Lou, eres muy fuerte, yo lo sé, pero ¿sabes? Aunque suceda lo peor, podemos seguir adelante.
-De acuerdo -esbocé una sonrisa triste y salí del auto, sin querer continuar platicando del tema.
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Louise» larry.
Fanfic—Sé tu secreto. El castaño se volvió hacia el mayor, totalmente confundido a qué se refería exactamente. —Sé que eres un hombre en realidad —aclaró, acercándose a él y arrinconando su cuerpo en uno de los casilleros del pasillo vacío de la escuela—...