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-¿Qué haremos Tanlon? Ella vendrá por nuestra hija en busca de venganza. Eliana veía preocupada a su marido mientras cuidaba en sus brazos a la pequeña bebé con cabello rojizo y mejillas rosadas.
-¿Crees que no lo se? Debemos sacarla de aquí, algún día sabrá la verdad.

-Estará a salvo con tu hermana, no tiene esencia lobuna, estará protegida lejos de su alcance- La madre limpiaba sus lágrimas mientras corría junto a su esposo. El dolor de separarse de su propia hija era peor que una tortura física, era saber que no vería sus primeros pasos, no la escucharía balbucear sus primeras palabras y menos estaría para ayudar a recoger los pedazos de su primer corazón roto, quizá nunca la vería otra vez.

-¡Despierta, vamos!- dos fuertes manos presionaban mi pecho y lentamente sentía a mis pesados pulmones recuperar el aire que había perdido, mientras que el agua acumulada salía. Mis ojos se abrieron cuál platos y tosí hasta sacar todo dentro de mi, inhale aire y mi garganta ardió. En mi pecho sentía un enorme peso que poco a poco se iba.
-Pensé que te perdía- dijo una voz tras de mi y la reconocí con la misma del lago anteriormente, inhale más aire y al poder enfocar la vista me tope con un par de ojos miel, un rostro increíblemente atractivo, cabello negro y con gotas frías de agua escurriendo, sobre su mandíbula se asomaba la sombra de lo que parecía barba recién rasurada.

-¿Qué sucede?- dije viendo alrededor, ¿Habría soñado lo que pasó?
-Respira, las preguntas después- dijo poniendo sobre mis hombros sus manos y viéndome a los ojos. Esos ojos ya los había visto antes pero azules. Aunque sean de un color diferente tenían la misma intensidad, igual de penetrantes. Su olor era exquisito, una mezcla de canela y algo ligeramente dulce, cabello negro y bien cortado, apenas un mechón llegaba a su ceja derecha, tez blanca, cejas gruesas y negras, ojos tan verdes que era imposible compararlos con algo más, nariz larga y perfecta, labios rojos pero carnosos, su mandíbula definida, hombros anchos, apesar de estar de rodillas junto a mi era claro que era mucho más alto que yo, debía medir casi un metro ochenta y algo, en comparación con mi metro sesenta y cinco. 

Entonces todo cobró sentido. Él era el lobo negro.

-Saltar de un acantilado es una cosa pero nadar en agua helada, vaya, tu si que tienes algo raro en la cabeza- dijo risueño. Mi cuerpo seguía aún inmóvil, intentando recuperar el calor dentro de mi piel, mis labios no dejaban de chisquear.

¡Hasta que despiertas! Ya necesitaba ver qué hermoso par de brazos nos sacaron del agua. Te lo dije, él es nuestro, nos rescató, vamos a casarnos.

Amelie, no ayudas, ¿Por qué no me ayudaste a despertar? A eso ya no tuve respuesta. Mira que cosas, lobita inútil.

Podría jurar que sentí un golpe dentro de mi propia cabeza, ¿Acaso fue ella?

-Tu... Me salvaste, de nuevo- dije temblanco, ¿Era posible ser aún más una damisela en apuros? Vaya Brooke.
-¿De nuevo?- preguntó poniéndose de pie y extendiendo su mano para ayudarme a ponerme de pie.
-Antes, en la aldea, tu acabaste con ese hombre- sus ojos me vieron curiosos y suspiró.
-Venga, haz tomado mucha agua y tu cuerpo apenas se sostiene, creo que esto es tuyo- no había notado que en sus manos tenía el diario de mi padre, lo tomé enseguida viéndolo con algo de desconfianza. No lo creo capaz de leerlo, no se ve como ese tipo de persona que violaría la privacidad de alguien mas. 

De prisa pasó su brazo a detrás de mi espalda y con el otro bajo mis piernas. Algo en su mirada y en su voz irradiaba confianza y aunque no lo hubiera querido, mi cuerpo sintió paz con su tacto. Pero más que eso, sentía lo caliente que estaba su cuerpo, eso provocó una oleada de calor en mi estómago, no había sentido algo así con ningún hombre, ni siquiera con Nathan. 

Mi Mate AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora