Capítulo 4

52 3 2
                                    

Lexi

Desperté sobresaltada, rodeada de oscuridad y silencio. Al principio, me desorienté, pero cuando Brett roncó a mi lado supe que estaba en mi habitación y que había tenido una pesadilla. En esa ocasión, dejé caer a Andy desde la cima de una montaña.

El reloj del móvil marcaba las cinco de la madrugada; la hora en la que me despertaba cada día desde la noche del accidente. Me despejé, me vestí y fui a la cocina. Uno de mis compañeros de piso, Mark, seguía despierto, porque le oí teclear en su habitación. Se pasaba las noches encerrado ya sea estudiando o jugando a videojuegos. No era un chico muy hablador, así que nuestra relación era casi inexistente.

Me preparé una taza de cacao caliente, encendí el televisor y bajé el volumen. Tenía la costumbre de ver el maratón de unos dibujos japoneses hasta que me quedaba dormida, pero ese día no lograba conciliar el sueño. Me mordí las uñas y me entretuve con un hilo deshilachado de mi manta de Pokémon.

Estaba segura de que no volvería a la habitación. Lamentaba haberme acostado con Brett, porque un rato de diversión no había suprimido mi malestar. Haber actuado como si no conociera a Andy me producía náuseas y un picor en la base del cuello. Era más duro de lo que imaginé. El segundo cuadrimestre no había hecho más que empezar, lo que significaba que era mi deber soportar su asistencia a clase. Dudé de mi habilidad para mentirle a la cara, puesto que no se me daba bien engañar y me incomodaba el gran vacío que me separaba de él. Pero me lo había buscado.

Brett se levantó y supe que quedaba media hora para que mi tormento comenzase. Tenía aún los ojos entrecerrados y estaba despeinado. Hubiera sido entrañable si no hubiera tenido la barba mal arreglada y si hubiera estado vestido con algo más que unos calzoncillos viejos. Me dio en escalofrío de tan solo de verle, ya que en la calle estábamos a dos grados.

—¿Vas ya para la ducha? —le pregunté en un susurro.

—No —contestó con voz ronca. Se rascó la barba y se pasó la otra mano por los pectorales. Se notaban las horas de entrenamiento.

—Vale, entonces me ducho yo primera —anuncié con pereza. Me hubiera encantado haber dormido cinco minutos.

—Lexi, mira la hora —me pidió.

Accedí, confusa.

Eran las seis y media, por lo que aún faltaba una hora y media para entrar en clase.

—¿Por qué has madrugado tanto?

—No te he visto en la cama y me apetece darte los buenos días. —Se dejó caer en el sofá, prácticamente encima de mí, y me dio un corto beso en la mejilla.

Puse los ojos en blanco. Brett siempre estaba dispuesto a «darme los buenos días». Yo no estaba de humor, así que le cedí mi manta.

—Por Odín, vas a coger una pulmonía.

—¿Para qué vestirme si me voy a desnudar ahora?

Él, tan romántico y dulce.

Sus labios volaron hasta mi cuello y yo solté una risilla tonta. Se sabía mis puntos débiles y, además, besaba bien: ni como un pulpo ni como un pájaro. Sus besos eran juguetones y provocativos, y sus manos buscaban calor bajo mi camiseta. Poco a poco nos echamos sobre el sofá y él se colocó encima de mí, justo entre mis piernas. Desde luego, se alegraba de verme. Yo me esforcé en mantenerme lúcida, sobre todo porque tenía la sensación de que Andy estaba de pie frente a nosotros, juzgándome.

Le había decepcionado.

—Brett, para... —mascullé casi sin aire y aparté sus labios voraces—. Este sofá lo comparto con mis compañeros de piso.

Beside youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora