El Gran Mariscal

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Capitulo 3- El gran mariscal

                Las nubes se acercaban detrás de la colina, mientras que las luces ya calentaban el parque. Ente la calidez de las luces y el frio de la brisa, la tarde parecía que anunciaban tormenta para esta noche. Con suerte Ernest esperaba que fuera después del partido de esa noche, porque no le gustaba llenarse de lodo. Era más difícil para jugar y luego era un problema para quitarlo del uniforme.

 -Cariño ¿estás bien? Has estado toda la tarde mirando el estadio a través de la ventana. – Pregunto su madre con un tono de preocupación

-Si mama, estoy bien algo nostálgico ya que es mi último juego con el equipo y en el instituto. Ya el próximo año estaré lejos de estas colinas y este océano. Así que nada de preocuparse.

Acercándose a Ernest su madre le toco la frente y le dio un abrazo.- Se que harás bien, todo estará bien. Sé que tu padre estaría orgulloso de esto. Sé que lo está porque verte es como verlo al jugar en sus tiempos.

Era cierto Ernest había heredado la actitud ganadora de su padre. Su padre fue el mejor mariscal de campo del instituto y ahora su hijo había hecho honra. En los partidos lo llamaban el efecto Mahoney. Luego de su padre morir en un aparatoso accidente aéreo desde que era muy pequeño todas las miradas estaban sobre él. Era por esto que en el próximo otoño este se marcharía lejos de aquella costa hacia el centro a una de las universidades mas prestigiosas donde seguiría su carrera de futbolista mientras estudiaba ingeniería. A todas estas mientras miraba por la venta, no solo pensaba en el partido. Su mente estaba más ocupada en sus sueños y en lo que sucedió aquella tarde en el instituto.

La intriga de saber que había sucedido y quien era aquel chico que le daba un sentido de familiaridad le mantenía ocupada la mente. El resto de la tarde transcurrió sin muchos pormenores. Pero el hecho de la lluvia que se avecinaba no le gustaba para nada.

Salió en su automóvil hacia el estadio donde primero pasaría por su novia. Allí en el medio de la calle esta le esperaba como de costumbre pero esta vez estaba algo más arreglada y provocativa.

-Hola fortachón – Le dijo acercándose a su mejilla y dándole un beso mientras apretaba su cuerpo contra su brazo.- Listo para esta noche, mira que si ganas, las gemelas podrían satisfacerte.- Ernest le sonrió como siempre. Si siempre era el mismo cuento, si ganaba le dejaría tocar sus pecho y tener sexo. La realidad era que el disfrutaba pero no le gustaba. Luego de cada acto se sentía sucio, no se sentía bien consigo mismo y lloraba lejos de ella para que no lo viera. Una vez lo capturo llorando luego de haber intimado y esta lo acuso de que eso eran niñerías y que eso no era de hombre. Siempre se le mofa y entre risa le cuenta todo lo que hace con él a sus amigas. Eso a él no le agradaba porque desde aquel evento  ella  lo trata como si fuera una niña  y le hace sentir mal diciéndole que ella lo cambiara o lo cambiara, mientras le pegaba.

Llegaron al estadio, la multitud los recibía eufóricos. Se despidieron con un frio beso y ambos se separaron. Cuando entro a su camerino, este estaba vacío. Esto sorprendió a Ernest.

-Hmm que raro, ya todos se supone que estén aquí.- Dijo sin percatarse de que todos le esperaban escondidos para darle una despedida sorpresa.

-Sorpresa- Dijeron todos saliendo de todos los camerinos. – Porque es un buen compañero, porque es un buen compañero  y nadie lo puede negar.- Todos cantaban a coro mientras el entrenador salía con un bizcocho que leía en letras rojas y grandes “A Ernest nuestro mejor mariscal”. Ernest entre lágrimas agradeció a todos y todos le abrazaron.

Ser el mariscal de campo más importante en mucho tiempo no era una tarea fácil. Recibir el constante acoso de las chicas, largas horas de entrenamiento, tener que hacer tiempo para estudiar y para escuchar las discusiones de Diane (su novia)  entre otras cosas lo ponían un tanto de cabeza, pero no negaba que le gustaba la atención de los focos en el campo de juego.

Luego de que todos estuvieron preparados, salieron hacia el campo donde la fría brisa seguía dando alardes de lluvia. Y Ernest en su mente no se sacaba al chico de piel color canela y cruzaba los dedos para que este estuviese en el partido.

Amante MagoWhere stories live. Discover now