Capítulo 3: llorar, dormir y comer.
Últimamente parezco un bebe, lo único que hago es llorar, dormir y comer. Yakov me ha preguntado varias veces porque lo hago, aunque yo no le respondí nada, supongo que pensará que es porque me queda poco tiempo de vida. Pero lo que me pasa sólo lo sé yo. En estos momentos me pongo a pensar, las cosas que no le dije, las cosas que teníamos planeadas, sus besos...
Yakov vuelve a la habitación con algo brillante en la mano.
-Sé que no debería hacerlo, pero te veo muy mal.-Me muestra una llave plateada, la acerca a mi pie y me quita el grillete.- ¿Quieres dar un paseo por el exterior?
Es una locura; nadie en su sano juicio llevaría al enemigo a pasear sin una K98 apuntándole a la cabeza. También fue una locura pasear a una judía por el imperio nazi...
-La verdad es que me gustaría tomar un poco el aire.-Digo, casi seguro de me intenta gastar una broma.- ¿Cómo es posible que te hayan dado permiso para que salgamos?
-Exagerando un poco tu estado. Les he dicho que eres un criminal en potencia, con cambios de personalidad y agresividad, y que nos podrías matar a todos con tan sólo un calcetín.
Creo que tengo los ojos como platos. Se ríe de mí a carcajadas mientras yo resoplo furioso.
-Les he dicho que si seguías encerrado aquí puede que murieses dentro de poco, cosa que no es mentira. Al principio me han dicho que no, pero les he prometido que te llevaría esposado a mí.
-O sea que solo me cambias las esposas de sitio.
-Algo así. Hoy no habrá nadie en el edificio, solo prisioneros y un par de guardias. Los demás están reunidos hablando sobre estrategias y lo más seguro es que muchos de los soldados que están trabajando se marchen de aquí.
Una punzada en el corazón me recuerda mi preciosa Berlín. ¿Cómo estará? ¿Habrá pagado ella todos los errores cometidos por el pueblo alemán? No quiero imaginarme mi casa destruida por las bombas o saqueada, allí ya no me queda nada valioso pero son tantos los recuerdos que dejé entre sus paredes.
-¿Dónde irán?
-Nosotros nos quedamos en la retaguardia, ellos seguirán para adelante. Solo falta un pequeño empujoncito para que todo acabe.
-¿Irás a casa?-pregunto.-Cuando todo termine.
-¿A qué casa? Me quedaré aquí, esta es mi casa.-Su rostro se vuelve serio, se rasca la barba de un par de días.
-¿Qué harás cuando ya no te necesiten?
-Aún no me lo he planteado seriamente. Quizás iré a algún pueblecito cerca de Donetsk y montaré una tienda de algo. Solo se una cosa, tendré que seguir adelante.
-¿Pero a qué es lo que de verdad quieres dedicarte?
-No se.
Me mira y se con certeza que soy el primero que le hace estas preguntas.
-¿No hay nada que te apasione?
-¿Apasionar?-Piensa mientras trastabilla con el pie sobre el suelo, hasta que da con algo.-Lo único que no ha dejado de interesarme durante todos estos años ha sido escribir...Guardo pilas de hojas llenas de garabatos. Nada bueno.
-Eso sirve.-Respondo. No imaginó una pluma, tan frágil y precisa entre sus manos, así como tampoco imagino que una vez pudiese ser un muchacho desnutrido.
- ¿Nos vamos? ¿Hace falta que te ate o puedo confiar en ti?
-No te preocupes, aunque quisiera no podría escaparme.