—¿Estás despertando?—indagó Maia, mientras pasaba un algodón por mi nariz.
—¿Qué está pasando? —pregunté.
—Sufriste una conmoción, supongo. No te culpo—sus ojos se mostraban comprensivos.
Entonces recordé: tenía una hija de cuatro años.
—¿Cómo pudieron hacerme esto? —dije incorporándome.
—No podíamos hacer nada, Ross, Laura nos pidió que no dijéramos nada.
—¿Les pidió? Es decir, ¿todos ustedes sabían? —pregunté sorprendido.
—Era lo mejor para todos...
—¿Pero cómo se atreven? —exploté—¡Ustedes no pueden decir qué es lo mejor para mí y qué no lo es! Tengo veintiocho años, ¡veintiocho, por amor de Dios! No tienen ningún derecho...
—¡Baja la voz! —espetó Maia—. Yo no soy quién para explicarte las cosas, debes hablar con Laura. Ahora tienes dos opciones: seguir aquí, armando una escena, y amargarle a Lou su fiesta, o puedes salir a cantarle el feliz cumpleaños. La elección es tuya.
Maia salió de la casa. Me quedé unos momentos observando a la nada, tratando de poner mis pensamientos en orden.
Estaba muy enojado, eso era cierto; no entendía por qué todos me habían mentido así. Sobre todo Laura, ¿cómo fue capaz de hacerme esto, después de que le conté lo que había pasado con Amber? Por más que lo intentaba, mi cerebro no era capaz de procesar sus motivos.
Pero al final Maia tenía razón, no podía arruinarle su cumpleaños a Lou, así que lo mejor era salir y esperar a que terminara la fiesta, para así ajustar cuentas con Laura y mis hermanos.
El cumpleaños de Lou, mi hija.
Salí al jardín justo cuando Riker estaba encendiendo las cuatro velitas en forma de estrellas que adornaban el pastel de Lou. Todos comenzaron a cantar el feliz cumpleaños; al final los invitados irrumpieron en aplausos y Lou sopló las velas, lo que provocó más aplausos y una sonrisa radiante de ella.
El resto de la fiesta se me fue sentado en la mesa más alejada comiendo pastel —era de los mejores pasteles que había probado—. Las dudas me acosaban a cada minuto, pero las reprimía en lo más hondo de mi mente. Me entretuve mirando todas y cada una de las cosas que hacia Lou; era una niña con mucha gracia, y al parecer a todos les agradaba mucho. También había muchos niños de su edad, lo que corroboraba que era buena para hacer amiguitos. ¿Cómo no me di cuenta antes de que era mi hija? O por lo menos debía haber intuido que era hija de Laura; soy un completo idiota.
Cuando el último invitado se hubo ido, Laura se acercó a Lou, le dijo algo y después ella se fue con Rydel hacia el interior de la casa.
Laura volvió su vista hacia donde yo estaba y comenzó a acercarse.
—Entonces... hola—dijo ella.
—Hola—dije apenas en un susurro.
—Lamento que te hayas enterado así—ella miro al suelo y se sujetó un brazo con el otro, como si estuviera avergonzada—sé que estuvo mal, sólo... no sé ni por dónde empezar.
Ella me miró, como esperando a que dijera algo, pero no lo hice. Sólo me crucé de brazos y la miré fijamente.
—¿Podríamos no hablar de esto aquí? —pidió ella—hay que limpiar todo, no quiero dejar que tus hermanos hagan todo el trabajo; además Lou puede escuchar algo o no sé...
—Bien. Un café, mañana, a las 6 de la tarde. ¿Está bien para ti? —dije intentando no sonar muy molesto.
—De acuerdo, conozco uno muy bueno. Te mando la dirección por mensaje.
—Yo también conozco unos buenos. Soy de Nueva York, no lo olvides—me puse de pie.
—Tal vez, pero has estado cuatro años fuera—contestó Laura—eso es mucho tiempo.
Seguí mi camino hasta mi auto, y seguí hasta mi departamento casi como un autómata. Al llegar, me quité los zapatos, me metí en la cama y cerré los ojos fuertemente, para que el sueño llegara rápido y me evitara pensar.
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Cicloide (fanfic Raura)
Fiksi PenggemarEl tiempo lo cura todo... ¿o no? [SEGUNDA PARTE de "Espiral"]