Pensamientos

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Capítulo II - Pensamientos


El día en que le había dicho a Helena que iba a irme de viaje por quién sabe cuanto tiempo había sido el martes, y ya estábamos a viernes, y ya casi era de noche. Habíamos pasado casi todos los días juntos y no había momento en el que no estuviera feliz. Ella me había prometido las dos mejores semanas de mi vida, y estaba por comenzar la mejor parte, según ella. Por un lado también tenía miedo, que me incluyera en sus planes alocados podía ser la mejor o peor elección del mundo, pero debería arriesgarme a averiguar que saldría de todo aquello.

El jueves habíamos hablado sobre cosas varias, y me había dicho que me recogería por mi casa el viernes por la noche. No me había especificado que haríamos y que no, pero viniendo de parte de ella, seguro saldríamos a alguna especie de cabaret o fiesta de esas que Helly solía frecuentar, en las cuales el alcohol, cigarros y el porro nunca faltaban. Y aunque realmente aquel no era mi estilo, me arrastraría por el suelo de ser necesario. No podías decirle que no si ella esperaba un sí. Así estaban las cosas entre ambos.

Eran cerca de las ocho y media de la noche y recién me había llegado un mensaje de ella, avisándome que en una hora me recogería en mi casa. Me levanté de mi cama, había estado casi toda la tarde solo ya que mis padres habían salido a trabajar y mi hermana, Katherine, había ido directamente de la escuela al cumpleaños de una de sus amigas y se quedaría a dormir en su casa, por lo que no había visto a nadie en mi casa desde la mañana.

Había aprovechado para acomodar mi habitación, hacer los deberes pendientes y me había dejado preparada la ropa que me pondría para salir; bastante simple: una remera blanca y una camisa de colores azulados oscuros, jean oscuro algo ajustado y unas zapatillas negras al estilo Converse.

Me había pasado casi dos horas escuchando música y descansando, esperando a que Helena me avisara. Y ahí estaba yo, caminando sin ganas al baño de la planta alta para abrir el grifo de la ducha, luego fui por mi ropa, volví al baño a dejarla y bajé a la cocina para encender el calefon y así calentar el agua, para luego tener que volver arriba y ya poder encerrarme para ducharme. Me observé en el espejo y tenía un aspecto cansado, pero tenía por seguro que el agua me despabilaría y así podría estar más despierto cuando saliéramos. Me desvestí y me metí bajo el chorro caliente. 

Desde que había entrado habría pasado seguro que más de media hora, y si no salía en aquel momento no lograría hacer todo a tiempo y solo me quedarían dos opciones: hacer todo a las corridas o hacer esperar a Helly, y la segunda no era una buena idea. Cerré el grifo, me sequé con la toalla y luego me vestí, relajado pero sin perder tiempo. Y si se trataba de hacerla esperar a ella, mejor que consideraras al tiempo como oro. Una Helena enojada no era una Helena de la que quisieras estar cerca.

No solía peinarme, prefería dejar el pelo a su aire y que se secase por su cuenta, por lo que solo lo alboroté un poco con las manos y lo sequé a duras penas con el toallon. Fui a mi habitación y rebusqué en mis cajones hasta encontrar mi reloj de muñeca. Era un detalle que me gustaba llevar, ya que había sido regalo de mi abuela cuando apenas tenía once años, y hasta la fecha seguía funcionando.

Solo faltaban diez minutos para que supuestamente llegase a buscarme, así que fui por uno de los perfumes que tenía guardados, un poco de desodorante y ya estaba listo. Bajé las escaleras principales de la casa y me quedé esperando en el living. Me faltaban las llaves y el dinero, pero tenía todo aquello preparado en la pequeña mesita cercana a la puerta. Solo me quedaba esperar a que ella llegara. Me prendí a mi celular por aquellos pocos minutos restantes y respondí un par de mensajes, nada importante. 

Y Helena era puntual, a las nueva y media el timbre sonó y fui a abrir la puerta. Y allí estaba ella, luciendo unos pantalones negros bien apretados al cuerpo junto a unos borcegos negros bien oscuros, remera blanca ligeramente larga y una chaqueta de cuero que iba a juego perfecto. No iba muy maquillada, solo una línea delineada en el párpado y un sombreado que le hacía resaltar mucho los ojos, unas hermosas pestañas negras voluminosas y unos labios rojos que te llamaban la atención increíblemente hacia ellos. 

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