Alcohol, Cigarros y la Noche Eterna

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Capítulo III - Alcohol, Cigarros y la Noche Eterna


 

—A veces dudo de si realmente me conoces como dices de hacerlo, Helly.

—¿Por qué lo dices?

—Debes estar bromeando con esta ropa, sabes que odio vestirme tan de fiesta.

—Ay por favor deja de quejarte, es solo ropa para salir. Anda, que es solo esta vez y ya no volveremos a tener la oportunidad de salir juntos hasta quien sabe cuando, ¡por favor! — y es que realmente me estaba quejando de más. No era tan espantoso usar una camisa ajustada y azul junto a unos pantalones negros ajustados. O bueno, quizás lo último era lo más incómodo, pero tampoco era mucho problema. No me quedaba otra salida que aceptar y dejarme guiar por ella. Suspiré por lo bajo y solo asentí con la cabeza suavemente, esperando por lo que viniera. Ella me sonrió de una forma en absoluto relajada, hasta hubiese dado miedo.

El rato pasaba, las manecillas del reloj avanzaban y el horario de comienzo de la fiesta estaba a diez minutos de ser. Helena estaba en el baño, terminando de arreglarse y luego nos iríamos. Mientras, yo observaba el estante cerca de la puerta de entrada y todas las fotos que tenía sobre sí; su familia, ella de bebé, ella con sus tres perros a los seis años, fotos con amigas, y una conmigo, la cual nos habíamos tomado el verano anterior. Hasta el día de hoy insisto con que ambos salimos terribles, pero para ella tiene un toque espontáneo que le encanta, y aunque ella también cree que no es la foto que más nos favorece a ambos, siempre le ha gustado.

Seguí vagando y observando cosas, cuadros, pinturas, fotos y cuanto objeto pudiese inspeccionar mientras aguardaba la espera sin fin a que saliese del baño. Hasta que por fin lo hizo, y mierda, estaba deslumbrante.

Aquel delicado vestido rojo iba a la perfección con las curvaturas de su cuerpo. Parecía diseñado exclusivamente para ella; lo ajustado en la cintura y los detalles plateados que rodeaban aquella zona, lo suelto que se hacía luego, la forma escotada del pecho, todo encajaba para su cuerpo; nada sobraba, nada faltaba.

—¿Y cómo me veo? Luzco de maravillas, lo sé, no hace falta que lo digas. Sólo es una pregunta irónica.

—Tampoco que se te suban tanto los humos a la cabeza o terminarás ahogándote entre ellos linda. — su rostro cambió de un momento a otro, aquella sonrisa suave y natural se sustituyó por una mueca de total desagrado hacia mi persona, y ahí estallé en risas. Me respondió con un sutil dedo medio y luego me dio la espalda, dando un giro en el que su cabello se sacudió de un lado a otro, cayendo luego como lluvia. Buscó sus llaves y su celular, haciendo sonar contra el piso sus tacos de tipo aguja. Luego de una pequeña revuelta en la sala principal y de ambos agarrar todo lo necesario nos fuimos. Habíamos pedido un remis que ya nos esperaba en la puerta de calle, nos subimos y comenzamos el viaje. No era lejos, pero era bastante tarde como para andar caminando por las treinta cuadras que había que hacer para llegar. Charlamos de cosas tontas, de las personas que nos caían mal que irían a la fiesta y de los tantos chicos lindos que a ella le gustaban y asistirían. No habremos tardado más de diez minutos, sólo nos frenabamos en los semáforos ya que solo habían un par de autos, después de todo era casi la una de la mañana.

Pagamos y bajamos de la vereda de en frente. La casa era asombrosa, jardín delantero y una entrada descomunal. Se notaba que circulaba una buena cantidad de dinero allí, habían grupos tomando cervezas en la puerta y en las sillas en el pasto. Desde fuera podían observarse el juego de luces y sentías los bajos de la música retumbando en el suelo, simplemente estaba maravillado con tanto lujo por todos lados. Helena me había dicho que además había piscina, así que aquello ya me había hecho imaginarme que sería una casa de gente con bastante nivel, si es que así puede decirse. Cuando me di cuenta ella me estaba arrastrando hacia la entrada, y el auto ya se había marchado. Quizás estaba tan asombrado que recién empezaba a caer que no estaba acostumbrado a esto y que no sabía como la pasaría realmente, pero sólo lo hacía por ella, porque la quería y no deseaba verla triste.

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