Ser bella o ser amada

83 5 0
                                    

Son las quince cuarenta y cinco del día miércoles primero de agosto del dos mil quince. Aquí estoy, acostada en la camilla, rumbo al quirófano por duodécima vez.

Algunos me critican, pues no comprenden que para mí la belleza lo es todo. Estoy dispuesta a pagar cualquier precio por ser, a lo que a mí concierne, la chica más linda y perfecta de la ciudad.

Ser perfecta es tarea difícil, y más aun con tanta competencia, aunque sé que no me llegan ni a los talones.

Por favor, que alguien calme a ese bebe. Se escuchan los alaridos que provienen de la otra ala de la clínica. Odio a los niños, por eso no voy a tener hijos nunca. Bueno, por eso y porque no pienso sacrificar mi esplendida figura cargando en mi vientre por nueve meses una criatura, y todo lo que ello conlleva. Estrías, ojeras, se me pone la piel de gallina con solo pensarlo. Después de todo, algunas nacieron para ser madres, y otras nacimos para ser bellas y felices.

Dos lifting faciales, dos liposucciones, una rinoplastia, tres aplicaciones de botox en labios y pómulos, dos operaciones de agrandamiento de busto, un pequeño retoque en la cola, y ahora voy por mi primer otoplastia.

Aunque muchos me dijeron que mis orejas son perfectas, el doctor Taller sostiene que la izquierda esta levemente más abajo que la derecha, y en el mundo de la estética, "levemente" es una catástrofe.

Mi madre intentó oponerse como en cada una de las intervenciones anteriores, no entiendo como no se agota.

Me han llamado narcisista, ególatra, pedante, materialista y vanidosa, pero nunca nadie pudo decirme fea. Nadie excepto él.

Laureano siempre fue todo lo que quise para mí. Un hombre con todas las letras. Musculoso, atlético, con ojos tan claros como el Mediterráneo. Un adonis de los tiempos modernos.

Todavía puedo recordar como su mirada penetraba en mi escote. Estaba fascinado después de mi primera operación. Todo el tiempo repetía "Son los globos mas redondos y perfectos que vi ".

El siempre me alentó a operarme. Me decía que para sentirse bien, hay que verse bien, y verse bien no implica tener una horrenda deformidad en las orejas, por eso estoy aquí.

Cuando note que ya no miraba mi escote de la misma manera, decidí agrandarlos nuevamente. Le encantaron, ahora tenía más con que entretenerse. Pero nunca fue un chico fácil de complacer.

Un día, viajando por el oeste de Europa, dijo que le gustaban los rasgos faciales de las francesas. Así fue como un par de liftings, un poquitito de botox y una nueva nariz renovaron mi cara, al punto que, si llegaba a decir que era nacida en Francia, nadie iba a dudar mi nacionalidad.

Encontrarnos a su ex novia en el aeropuerto de Manhattan fue pura casualidad, o quizás fue una jugada del destino, que hizo darme cuenta que ella tenía glúteos mas pomposos y redondos que los míos. O los tenia, hasta mi nueva visita por la clínica estética.

Todavía recuerdo el día que él se fue. Me dijo que ya no le parecía tan linda como antes. Que mi esfuerzo en retenerlo me había convertido en una muñeca de plástico, y que estaba obsesionada en cada día gustarle más.

Mi color de pelo natural fue reemplazado por un rubio platinado maravilloso, y mis labios están más sensuales que nunca. Quizás si, puede que en ese momento él haya tenido razón. Ya no soy como antes, soy mejor.

Los chicos me aman, las chicas me envidian. Después de todo, ¿Qué tiene de malo querer ser amada por todo el mundo?

Aquí viene la mascarilla de la anestesia, mi fiel amiga. Estoy feliz de saber que cuando despierte, mis orejas van a ser simétricas, y yo, un poco mas linda. 

De amores no correspondidos y Otras CuestionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora