Somos los eternos portadores de asignaturas pendientes, de cosas que no fueron por miedo, de dudas insolucionables.
Pocos son los impulsivos que no le tienen miedo al destino, pero al resto de los mortales nos aterran las consecuencias de nuestros posibles actos, y más si se trata de amor.
Vivimos bajo la sombra de un ¿Y si...? que probablemente nunca se transformará en un hecho, simplemente por cobardía. Pasamos los días ideando proyectos incompletos por posibles fracasos, y almacenamos ideas truncadas, como ropa vieja en el ropero.
¿Acaso errar no es parte de la vida? Dicen que es la mejor forma de aprender. Y entonces, ¿Por qué no darnos el lujo de fallar, una y otra vez? Porque fallar nos hace imperfectos, y aunque nunca lo seamos, un acto fallido nos recuerda cuan humanos somos, cuanto duele caer.
¿Y si me arriesgo? ¿Y si voy a buscarla? ¿Y si vuelvo? ¿Y si aun me espera? ¿Y si todavía piensa en mí? ¿Y si le hablo? ¿Y si la sorprendo? ¿Y si le digo lo que siento? Cuantas veces me respondí a mi mismo con un "¿Y si no?", que sepultaba cualquier expectativa.
Pero hoy por la mañana un nuevo y aterrorizante ¿Y si...? apareció por mi cabeza, y estremeció hasta lo más profundo de mí ser. ¿Y si mañana es demasiado tarde? La toxica idea se había instalado, y cual virus se propago rápidamente por todo el cuerpo, acompañada de un frio helado.
¿Qué pasaría si mañana no despierto? ¿Si ella no despierta?, o peor ¿Y si no vuelve nunca a su casa? De que serviría todo ese temor a jugársela, si la persona por la que darías la vida, la perdiera en cuestión de horas, sin previo aviso, sin nada que hacer.
Todo el tiempo estamos privándonos de vivir por temor a las consecuencias, pero arriesgarse es parte de vivir. ¿Vale la pena quedarse con la duda?
ESTÁS LEYENDO
De amores no correspondidos y Otras Cuestiones
RomanceUn libro que recopila historias de desamor, que nos recuerda que no todos los finales son felices. Una cucharada de realidad al mundo del romance.