Oferta de trabajo (Michael Jackson)

Capitulo 3

—¿Y quién es usted? No es Marcie.
—No, me llamo ____ ____(nombre y apellido) y soy su sustituta.
—¿Y qué ha sido de ella?
—El señor Jackson la mató a trabajar, Lady Carron. ¿Quiere dejar algún mensaje?
—Sí, por supuesto. Dígale que estoy esperando su llamada.
La mujer cortó la comunicación, pero ____ ya estaba contestando otra llamada cuando Michael la tomó del brazo.
—El piloto dice que el tiempo está empeorando y no creo que sea sensato volver a Hong Kong esta noche.
—Yo preferiría ser devorada por pirañas.
—Sólo hay pirañas en Sudamérica, _____(tu apellido) -rio Michael- Pasaremos la noche en un hotel en Kuching.
—Lady Carron ha llamado varias veces. Está esperando su llamada. ¿Quién es?
—Es una de las accionistas más pesadas. Tuvimos la reunión del consejo de administración hace unos meses y montó un numerito, pero puede esperar. Vamos al jeep.

La carretera hasta Kuching no era tanto una carretera como un río y el jeep tenía serios problemas para abrirse paso en el barro, pero al fin llegaron a Kuching, un pueblo pintoresco en la ribera del río Sarawak. A pesar del monzón, la vida seguía y las calles estaban llenas de gente que iba de un lado otro. El hotel era una típica edificación colonial, llena de encanto, y su habitación tenía un balcón frente al río.
A pesar del chubasquero, su ropa estaba empapada y en la maleta sólo tenía otro traje de chaqueta, el que había pensado ponerse para la entrevista. Pero tendría que valer. La ducha, afortunadamente, era moderna y ____ intentó relajarse bajo el chorro de agua caliente. No había tenido un día como aquél en toda su vida. Michael Jackson, el genio de los negocios, había sido para ella una forma de escapar de Inglaterra, pero Michael Jackson, el hombre, había entrado en su vida como un monzón.

Después de ducharse, se puso crema hidratante por todo el cuerpo, intentando convencerse de que aquello no era un sueño. Envuelta en una toalla, salió del baño... y se quedo inmóvil al ver a Michael Jackson sentado en su cama, leyendo tranquilamente unos folletos de viaje.
—¡Señor Jackson!
—Michael —dijo él, sin levantar la mirada—. Nadie me llama señor Jackson.
—Puede salir un momento para poder vestirme?.
Michael levantó la mirada y fijó en ella sus ojos cafes.
—Yo me he duchado, me he cambiado de ropa y he leído veinte páginas mientras tú estabas ahí dentro —sonrió, tuteándola por primera vez.
—Usted es un hombre —replicó _____.
—Un hombre hambriento —dijo Michael, mirando descaradamente sus piernas—. He reservado mesa en el restaurante.
—¡Pero tengo que vestirme! -
El se levantó, sin dejar de sonreír.
—Hueles como una orquídea salvaje, perfumada y húmeda. Te espero abajo, ______ ______(nombre y apellido).

El restaurante era precioso, con techos altos y columnas pintadas de colores brillantes. No parecía haber cambiado en absoluto desde el siglo anterior, con muebles de teca y una secléctica colección de sofás y sillas de ratán. Daba a un jardín, pero las puertas habían sido tapadas con persianas de bambú para evitar que entrase el agua. Y las máscaras que colgaban de las paredes parecían cobrar vida a la luz de las velas.

—No serán cabezas reducidas de verdad, ¿no? —preguntó ____ mientras miraba la carta. Michael sonrió.
—Al final de la clase, _____(tu apellido). Los reductores de cabezas sólo están en Sudamérica, como las pirañas -se rio-. Para hacer eso hay que sacar el cerebro y...
—Sólo quería saber si eran humanas —lo interrumpió ella.
—No lo sé. Algunas caras me suenan —bromeó Michael—. Mira, ésa se parece a una ayudante mía que desapareció misteriosamente hace unos años...
—Le gusta hacerme sufrir, ¿verdad, señor Jackson?
—Michael.
—Michael —sonrió ____.
—Ese bonito cráneo tuyo está a salvo, no te preocupes. Te recomiendo pescado al curry, es lo mejor.
—Muy bien —suspiró ella—. Me encanta este hotel.
—Me he alojado en el Hilton y en otros hoteles lujosos de la zona, pero éste es mi favorito.
—Menos mal que la gente no va muy arreglada... Esto es lo único que tenía en la maleta -dijo ___ entonces. Llevaba un traje de chaqueta gris, elegante y profesional. Como único adorno un collar de perlas.
—¿Quien te lo regaló? —preguntó Michael, señalando el collar.
—Era de mi madre. Es bonito, ¿verdad?
—Es perfecto. Perlas para una rosa inglesa. -____ sonrió.-
Hacía mucho tiempo que no se sen tía tan feliz.
—¿A quién se le ocurrió llamarte _____? —preguntó Michael, después de que el camarero, con un turbante de color mostaza, tomase nota.
—¿Qué le pasa a mi nombre?
—Es muy victoriano. _____ _____... pareces la heroína de un cuento de Dickens. Una pobre y virtuosa huerfanita.
—Soy huérfana, pero no sé si virtuosa.
Michael se puso serio.
—Perdona. No quería ofenderte.
—No me has ofendido. _____ es un nombre familiar. Mi bisabuela se llamaba así.
—Ah, ya.
—Ya —sonrió ella, tomando un sorbo de su cóctel. Michael era tan guapo que cada vez que lo miraba sentía mariposas en el estómago—. Tú también eres huérfano, ¿no?
—Veo que lo sabes todo.
—Lo leí en algún sitio.
—¿De verdad le has dicho a Marissa que había matado a Marcie a trabajar?
—¿Marissa?
—Marrissa Hyde—White, Lady Carron.
—Ya que hablamos de nombres victorianos, ¿qué te parece Marissa Hyde—White?
—Como el tuyo, aparentemente es un nombre fa miliar.
—¿La llamas Mari? —bromeó ____.
—Marissa.
—Pues me sorprende que no te dé la risa en los consejos de administración.
—Yo siempre soy muy serio con las mujeres guapas.
—¿Por eso te ríes de mí? ¿Porque soy una pobre y fea huerfanita?
—No eres fea, _____(tu apellido). Tienes el rostro de...
—Por favor, no me digas que parezco un ángel. Sería muy poco original.
—Antes, recién salida del bañó, parecías un angelito al que los arcángeles hubieran frotado con un estropajo.- ______ soltó una carcajada.
—Muy simpático.
—Tienes una risa muy bonita. ¿Es original o ensayada?
—No seas tan cínico —replicó ella.

El camarero llegó entonces con la cena. Como Michael le había dicho, el pescado al curry era delicioso, sazonado con coco, jengibre y otras especias desconocidas para ____.
—Yo no conocí a mis padres —dijo Michael sin preámbulo alguno—. Así que no sufrí la experiencia de perderlos, como tú. Lo tuyo fue más traumático.
—Pero no debió de ser fácil crecer en casas de acogida.
El se encogió de hombros.