Prólogo

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Mi nombre es Bara Kuro.

Me llamaron Bara en honor a mi madre, Bara Kareta, la cual murió cuando era todavía demasiado pequeño como para sufrir por ella. Según mi abuela, era una mujer a la que los años trataron muy mal y sufrió mucho en la vida. De forma inesperada, la encontraron en la cocina con la cabeza ensangrentada, tras haberse resbalado limpiando. Fue muy trágica la despedida, pues era muy apreciada en el pueblo.

Con respecto a mi padre, nunca supe nada de él, y mis abuelos no querían contarme nada. Siempre desviaban el tema. Llegó el momento en el que supe que no les sacaría nada y me desinteresé.

Como ya habéis imaginado, vivía con mis abuelos en un pueblo llamado Hanahata. Había vivido allí desde que tenía uso de razón. Era un lugar pequeño, pero apacible y cálido. Todos nos conocíamos y nos ayudábamos siempre que podíamos. En Hanahata, tenía a mis dos mejores amigos: Chujitsuna Yujin, "Chujit", una chica guapa e inteligente, pero también un poco alocada. Era mi amiga más sincera. Prácticamente, llevábamos siendo amigos desde que nacimos; y Shino Hyaku, un chico muy reservado y tímido, pero con gran coraje y astucia. Nos solía sacar de los líos.

Con respecto a mí, soy un chico cordial, y aunque no soy amante de los problemas, siempre las acababa armando con Chujit y Shino. Tengo un gran espíritu aventurero y solía hacer pequeñas "expediciones" en mi tiempo libre, aunque a mis abuelos no les gustaba la idea. También dicen de mí que soy demasiado valiente, hasta el punto de ser temerario, y que no pienso las cosas. Mis abuelos siempre me lo decían cuando volvía con heridas al pueblo y Chujit revelaba que me estuve peleando con un perro porque la había atacado. No quería que le pasase nada.

Teníamos la suerte de que no íbamos a la escuela, sino que nos enseñaban las cosas que necesitáramos en la vida en el pueblo. De eso se encargaba Kyoshi y era un gran maestro. Me gustaba que nos enseñara cosas, porque así podría usarlas cuando fuera mayor en mis aventuras.

El pueblo estaba dirigido por Nureta Kokoku, el sabio. Sabía qué hacer en cada momento y era un hombre en el que todos confiábamos. Más pronto que tarde, el venerable anciano fallecería de causa natural y nos veríamos obligados a elegir su sucesor. Era algo que nadie quería pensar, asi que no solíamos hablar del tema.

También estaba Sofuto, la panadera, una mujer muy cariñosa que siempre nos regalaba bollitos recién hechos. Personalmente, le tenía mucho cariño. Y por último, Tetsu, el obrero del pueblo. Junto con mi abuelo, se encargaban de reparar las casas y ocuparse de los problemas urbanos.

Hanahata estaba alejado de la civilización y éramos felices así. Estábamos desprotegidos, pero no era motivo de preocupación pues vivíamos en la paz más pura que existía.

Habéis leido bien, vivíamos. Puesto que la cosa cambió justamente el día que cumplía 14 años. Pero no adelantemos acontecimientos. Tan solo diré que el mundo no era como nos hacían creer los abuelos y demás gente del pueblo. Nos ocultaron la verdad para hacernos crecer de forma sana y despreocupada, y no les culpo. Hasta ese día, mi vida era perfecta, y daría lo que fuera por volver a esa etapa, pues no hay mayor felicidad que la del ignorante.

Bara Kuro: Leyenda de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora