Capítulo 1: La aventura en el bosque

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Un día Chujit, Shino y yo, tuvimos un altercado con una enorme pantera de ojos rojos y brillantes. Lo recuerdo como si lo estuviera viendo en este mismo momento.

Había terminado de comer, y como todos los días, salí de aventuras con Chujit y Shino. Fuimos al bosque que rodeaba el pueblo. Siempre había sido un bosque caracterizado por su viveza y por la gran fauna y flora que poseía.

No había pasado más de media hora cuando me paré en seco. Había visto algo extraño que me descolocó.

-Ey, ¿pasa algo, Bara?- Dijo Chujit. Shino siguió andando ajeno a la conversación.

No supe contestar inmediatamente. No sabía cómo explicarlo.

-Algo... hay algo raro ahí- Contesté titubeante.

-¿Dónde? Yo no veo nada.

Mientras Chujit decía esas palabras, yo me acercaba lentamente hacia un lugar en concreto. No supe por qué, pero mi cuerpo se centró en un punto. Cuando había llegado a la altura de dicho punto, me encontré con unos arbustos, detrás de los cuales surgían del suelo preciosas y vivas rosas de un color rojo pasión.

Rosas. Siempre me han gustado las rosas. Aparentemente frágiles, pero con espinas que hacen de ellas plantas peligrosas si no las tratas con delicadeza.

Agarré una con sumo cuidado y la arranqué de las demás. Sin darme cuenta me pinché y un hilo de sangre corrió por la rosa. De repente, Shino estaba detrás de mí.

-Las rosas son las segundas flores más bellas. Su vivo color hacen de ellas un tesoro difícil de encontrar y es casi imposible hacerse con una.

Por aquel entonces, las flores eran mucho más escasas de lo que pensáis. Era todo un lujo encontrarlas y toda una hazaña hacerse con una. Eran muy valiosas. Tan solo aquellos con bolsillo suficiente podían permitirse lucir una rosa en su traje.

-Sí.- Respondí a la afirmación de Shino. -Espera, ¿las segundas más bellas? ¿cuáles son las primeras, entonces?

-Los lirios blancos, Bara. Son las flores más bellas que existen. Tienen un poder tan solo al alcance de unos pocos, y dichosos somos aquellos capaces de verlos con los ojos que merecen.

Los ojos de Shino reflejaban la verdad de sus palabras. No sabía si eso era cierto. Lo que sí era seguro es que Shino así lo veía. Sentí un resquemor en la herida. Era más profunda de lo que parecía.

-Sangras mucho. Ven, te intentaré curar.- Dijo Chujit, a la vez que arrancaba un trozo de su vestido. Luego, cogió una hoja de las rosas, la partió y echó la savia verde en el paño. Acto seguido, me envolvió la mano derecha tapando la herida.

-Cuando te haces una herida con una rosa, la savia de sus hojas te curará. Me lo dijo Kyoshi.

Al pricipio me dolió, pero poco a poco el dolor fue desapareciendo, hasta que olvidé por completo que tenía una herida.

Pasó cierto tiempo. Estuvimos parados, observando la rosa, ahora en el suelo. Shino tenía razón, la rosa era una flor bellísima, especial. No sé cuanto tiempo pasó. Cuando nos quisimos dar cuenta, estaba atardeciendo, y las sombras de los árboles y arbustos se dibujaban en el suelo.

-Será mejor que volvamos al pueblo. A tus abuelos no les va a gustar que te hayas escapado y tengas una herida.- Me dijo Shino, a la vez que comenzaba a andar en dirección a Hanahata. Chujit y yo nos limitamos a asentir y le seguimos.

Apenas llevábamos un minuto caminando, cuando Shino se detuvo en seco. Su cara estaba pálida. Nunca le había visto tan asustado.

-¿Qué... qué sucede, Shino?- dije, en tono nervioso, pues me había contagiado su inquietud.

Shino seguía petrificado. Nosotros no veíamos cuál era la causa de su reacción. No veíamos nada.

-¡Cuidado, arriba, en el árbol!-. Gritó Shino, por fin repuesto de su shock.

Levantamos la cabeza con temor. De primeras no vimos nada, pero agudizamos la vista y nos dimos cuenta de la amenaza. Unos ojos rojos y brillantes se abrían paso por entre las hojas, y nos miraban, desorbitados.

Advertimos una silueta pequeña, y momentáneamente nos tranquilizamos. Parecía pues, un ave. Pero ese ave se deslizó con cierta torpeza por el árbol, y cuando estaba a un palmo del suelo, se tornó negro y adquirió la forma de una pantera. Finalmente llegó al suelo y nos miró, desafiantes. Iba a atacarnos.

Shino, con asombrosa sangre fría, le plantó cara. Si alguien podía con el animal, era Shino. Había sido entrenado desde pequeño en la supervivencia y su instinto y voracidad lo hacían capaz de salir victorioso de un enfrentamiento como el que teníamos delante.

La pantera se abalanzó de forma salvaje contra Shino y, cuando me quise dar cuenta, estaba entre ambos. Mi cuerpo había reaccionado de manera asombrosa. Vi su cara frente a mi, sentí su aliento en mi rostro. Un miedo descontrolado me inundó. Era consciente del peligro al que estaba expuesto.

La pantera se frenó en seco, y se limitó a observarme. Vi como sus pupilas se agudizaban cada vez más. De pronto, dio un salto hacia atrás, abrió la boca y disparó a bocajarro una especie de onda de energia roja. Pude verla venir hacia mi. Me parecieron eternos esos instantes.

Pasaron 2, 3, 4 segundos y todo estaba en silencio. Pensé que había muerto. Pero entonces sentí el fértil suelo en mi cuerpo y la tímida brisa que inundaba siempre el bosque. Abrí los ojos lentamente, pero no estaba preparado para lo que iba a ver.

Vi a la bestia tirada en el suelo en un charco de sangre. Tras de mí, Chujit se hallaba inconsciente. Miré hacia un costado y vi a Shino, que estaba de perfil, observando el cuerpo del animal, el cual yacía en el suelo sin vida. Shino estaba firmemente de pie, con las manos empapadas en la sangre de la pantera, y su mano izquierda parecía sostener un relámpago chispeante a modo de espada. Además, estaba rodeado completamente por un misterioso aura blanca, y sus ojos tenían el iris descolorido y brillante.

-¡¿Shino...?!- dije, incapaz de asimilar lo que acababa de tener lugar.

Se giró con brusquedad y la espada y su aura desaparecieron al instante.

-¡Tú...! ¡¿Qué has visto?!- Me gritó de forma descontrolada. Me dio tal miedo que automáticamente comencé a sollozar, liberando todas las emociones que se habían agolpado en mi pecho durante todo el suceso.

Shino se dio cuenta y se acercó a mí lentamente.

-¡No! ¡Alejáte de mí! ¡La has matado y me quieres matar a mí también!- grité, entre lágrimas.

-No te preocupes, ya ha pasado todo. No voy a hacerte daño. Te he salvado del animal, ¿o ya no te acuerdas?- me dijo, a la vez que sonreia levemente para rebajar mi nerviosismo. -Venga, vamos a casa-.

Entonces me levantó. Miré a Chujit, que acababa de recuperar la consciencia. Estaba mirándonos incrédulamente. Acto seguido, se reincorporó.

Shino y Chujit comenzaron a andar hacia la aldea. Entonces recordé la rosa. La había dejado en el suelo camino atrás, o eso creía. Sentí un dolor punzante en la pierna. Miré y una luz arrosada salía de mi bolsillo derecho. Metí la mano en el amplio bolso del pantalón y descubrí la causa del dolor.

La rosa, la misma que había olvidado frente al rosal, con la mancha de mi sangre tras haberme hecho esa herida que con tanto mimo me curó Chujit, estaba ahí.

-¡Eh, Bara! ¿No vienes?-gritó Chujit desde la distancia.

-¡Sí, ya voy!- contesté.

Entonces recordé el paño que me había puesto Chujit para tapar la herida, el cual envolvía mi mano derecha. Lo usé para guardar la rosa, y evitar pincharme. Finalmente, y tras guardarla con cuidado en el bolsillo, eché a andar hacia mis dos amigos, que me estaban esperando, y cuyas siluetas se iluminaban por el Sol, ya descendiendo por el horizonte indicando que entraba la noche.

Bara Kuro: Leyenda de una rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora