Capitulo 3

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Congelado.

Eso fue lo que sentiste cuando entraste a la ducha y giraste la canilla. Te sobresaltas un poco, tu piel ya se encontraba erizada cuando el agua hizo el primer contacto. Rápidamente y maldiciendo, giraste la canilla que tenía agua caliente. Tarareabas cualquier cosa que se te ocurría en ese momento y no sabías por qué, solo querías hacerlo mientras enjabonabas tu cuerpo. Suspiraste contra la pared, recordando lo que habías hecho en la noche y no pudiste evitar el sentirte tan bien cuando habían terminado y el niño te sonrió de esa forma con la que te diste cuenta que te hacía volver loco y se recostó sobre vos, envolviendo con sus brazos tu cuerpo y tratando devolverle el gesto aunque de todas formas querías realmente hacerlo, rodeaste su pequeño cuerpo aspirando su aroma, relajándote hasta que te quedaste dormido.

Te separaste del muro terminando de enjaguarte cuando sentiste unos pequeños brazos en tu hombro, sonreíste. Te diste la vuelta y observaste sus enormes ojos que te cautivaron desde el primer momento, con esa vista no supiste si te hipnotizaron o se había congelado el tiempo pero lo que si no pudiste evitar fue que su boca sea aplastada por la tuya generando en tu abdomen una ansiedad enorme recorriendo hasta tu garganta dejándote con esa opresión y queriendo ser saciada, abriste un poco tus labios para atrapar los contrarios con fuerza, solo para sentirlo y succionarlos hasta que duelan porque necesitabas ese contacto solamente. No quisiste que tu lengua ni la de él participara en este juego, solo era su sabor en sus labios y los tuyos danzando insaciables. El niño solamente acariciaba tu espalda y a veces se atrevía a tocarte más abajo pero se quedaba ahí disfrutando más de los besos que se daban que cualquier otra cosa que ofrecías.

- Dúchate.- Ordenaste, dejándole un pequeño beso más en sus labios y en su mejilla.

- ¿Cómo te llamas? – Te preguntó cuando saliste de la ducha y él se enjabonaba el abdomen. Recién hasta ese momento te habías dado cuenta que ni siquiera sabías su nombre, lo cual te hacía sentir tonto por no haberlo hecho anteriormente y tratando de esconderte por la toalla que utilizabas para secar tu pelo.

- Gerard. ¿Y vos?

- Frank.

Saliste del baño y viste tus pantalones en el suelo, suspiraste mientras te lo colocabas y luego buscaste una remera en el cajón de ropero. Fuiste a la cocina y te diste cuenta que tampoco ayer fuiste a comprar al supermercado.

Mierda.

Te colocaste tu campera y tu bufanda preferida pensando en lo que harías después, no podías seguir con esto. No era que te habías arrepentido es más si por vos fueras el niño... no Frank... Si fuera por vos harías que Frank se quede a tu lado.

- ¿Por qué estás tan abrigado? – Preguntó Frank viéndote para luego ponerse la ropa que tenía también regada en el suelo.

- Porque vamos a desayunar.

- ¿Qué te hace pensar que voy a ir con vos a desayunar? –Cuestionó sonriente.

- No lo pienso, solo lo digo.- Frank arqueó sus cejas desafiándote. – Mira, solo será un desayuno y luego cada uno se irá a su casa o lo que sea.- El niño suspiró tan fuerte que quedó un ligero puchero.

- Justo en el mejor momento.- Vos te carcajeaste levantándote de la silla para acariciarle el cabello.

- Dale, vamos.

Llegaron al lugar que siempre ibas y compraste lo mismo que siempre pedías, y Frank solamente quería un café con medialunas. Se sentaron en un lugar poco alejado de los demás y observaste alrededor, no había muchas personas por eso te dedicaste la gran parte de tu tiempo a mirar a Frank. Se encorvaba para tomar su café y a veces mojaba su medialuna con el café, y se limpiaba con la servilleta de papel. Bebiste un poco de su mate cocido siguiendo con su pensamiento; Frank también levantaba el dedo meñique cuando levantaba la taza. Te había fijado que no muchos hacían eso y te gustaba que eso le sucediese a Frank.

Sin Gloria Ni Finales Felices | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora