CAPITULO 1. BIENVENIDO AL AQUELARRE.

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Londres 1888:
"La nación ha estado aterrorizada por las muertes que han estado ocurriendo últimamente, donde las principales Víctimas han sido principalmente prostitutas esperemos que estos asesinatos no sigan extendiéndose, ¿el asesino? Aún se está investigando de quien se trata.
Jack Sonrió con orgullo al notar como cada vez más y más se estaba haciendo famoso, pero le daba gusto el hecho de saber cómo nunca de los nunca iban a dar con él y así su gran amor no iba a tener competencia a la hora de exprimirles todo el dinero a los hombres homosexuales que se ponía en la mira, aunque no le gustaba mucho la idea de compartirlo, era una verdadera recompensa para él poder asesinar a esos hombres cuando su eterno amor se daba por bien servido. Pero sabía que con las que tenía que terminar por completo, era con las prostitutas.
Tiró el periódico a la basura y siguió caminando por esa calle en penumbras, no sabía si esa noche tenía que matar a alguien, solo estaba seguro que era la noche en que iba a verlo otra vez, ese chico con mirada tierna que era capaz de enloquecerlo a grado de convertirse en un asesino serial, como decía el periódico.
Empezó a silbar mientras golpeaba su bastón en el suelo, la noche la encontraba maravillosa, como todas las noches en Londres, cálida perfecta para caminar a esa hora de la madrugada.
-Buenas noches amable caballero.- Saludó a un hombre que pasó a su lado.
-Buenas noches, le aconsejo que tenga cuidado con el asesino que esta rondando el área.- Le advirtió a Jack.
-No se preocupe, tendré cuidado.- Le dijo con una sonrisa, se quitó y se puso el sombrero en signo de saludo, luego siguió caminando, pero de pronto recordó de quien se trataba, era el Conde millonario al cual su amor tenía pensado quitarle el dinero, era un hombre homosexual que reprimía sus impulsos con mujeres, un mujeriego de primera, y su esposa e hijos lo sabían, pero no sospechaban que tuviera ese tipo de desviaciones por los hombres.
Decidió dar la vuelta y seguir al conde. Con pasos certeros, con toda la calma del mundo, notó que se detuvo en un callejón de la siguiente avenida, Jack se quedó de pie debajo del poste para observar lo que ya sospechaba que haría.
El conde extendió la mano y le pagó a una prostituta que estaba en la esquina de ese callejón den penumbras, una prostituta más, se dio cuenta que el servicio no iba a ser para esa noche, si no para los días próximos, ya que a esas chicas de esa calla así se les pagaba, así que al marcharse el Conde, Jack, apretó el nudo de su capa, acomodó su sombrero mientras sus ojos azules brillaban en las penumbras de la madrugada.
Se dio cuenta que la joven estaba a solas, de pie, esperando más clientes, así que no sería tan difícil, mientras caminaba hacia ella el silbido que salía de sus labios era capaz de helarle la sangre a cualquiera, no mostró su cara, solo se puso frente a ella.
-No soy barata.- Le advirtió la prostituta.
-No vas a interferir en sus planes.- Dijo Jack con voz mas grave, sacó su chuchillo de carnicero que llevaba en el bolsillo de su chaleco y sin previo aviso, le cortó la garganta a la chica, ella ni siquiera pudo gritar, simplemente cayó al suelo desangrándose, y ya cuando estaba ahí, se puso de rodillas a un lado d la chica y clavó el cuchillo en el vientre de la chica, lo partió en dos y empezó a sacar las entrañas con sus manos, hasta no dejarle nada adentro, las dejó a un lado, de la chica muerta, vio el dinero que le había dado el Conde que estaba en su brasier.
-Este dinero no es tuyo, este dinero es de él.- Le dijo al cuerpo inerte con una sonrisa al recordar el rostro de su amado, guardó el dinero manchado de sangre en su bolsillo y luego olfateó el olor de la sangre en sus manos, se dio la vuelta y se perdió entre las sombras del callejón con su silbido de siempre, para acudir a ver a su amado mientras detrás de él, yacía una prostituta más con las entrañas afuera y los perros callejeros corrían hacia ella para comer lo que pudieran.


Londres, Actualmente:
Si algo purificaba el alma, era el fuego, arder en la hoguera era tal vez la manera mas pura de sanar un cuerpo que ha sido ultrajado con las manos del demonio, era por eso que existía el purgatorio, limpiaba las almas que todavía tenían una esperanza para llegar al cielo, pero incluso esos monstruos tenían una esperanza, sin embargo, para las brujas y brujos existía dos inquietantes posibilidades, el infierno, y la obscuridad total, un frio eterno, una obscuridad eterna, simplemente nada después de la muerte.
Todos esos temas parecían estar de más para Harry Sawyer, quien disfrutaba de la vida siendo un joven de 19 años viviendo en una pequeña localidad de Londres Inglaterra.
-Tienes que aprender bien el arte del obedecimiento.- le indicó a su labrador blanco que media al menos medio metro y era su amigo inseparable.
No era un chico muy sociable en la preparatoria, hasta cierto punto era invisible, no por falta de oportunidades, sino porque así él lo había decidido, así que su mejor amigo era su perro, Steve, blanco como la nieve y el mejor compañero que alguien pudiera tener.
Era un día soleado, por lo que la decisión de ir al parque para enseñarle a Steve un par de trucos había sido bien tomada. A pesar de que había mucha gente en ese pequeño lugar, Harry se sentía cómodo estando apartado con Steve lanzando una pelota para que este fuera y la trajera y así enseñarle a obedecerlo aún más.
-Muy bien hecho.- lo felicito sonriendo y acarició la cabeza de su perro.- La última, porque pronto va a atardecer, y mamá debe estar esperándonos.- su amigo canino ladró en señal de que había entendido bien.- además tengo que hacer la tarea de física, tu sabes lo mucho que me causa hacerlo. ¡Ve!
Lanzó la pelota lo suficientemente lejos como para que el animal fuera, se levantó del césped, y caminó hasta él para que cuando recogiera su objetivo se fueran directamente a casa. Pero tal vez en ese momento, el universo, y los planetas se habían alineado para cambiar la vida de Harry completamente:
Steve se atravesó en el camino de un hombre accidentalmente, de esas veces que parece que están bailando en medio de la calle, pero al hombre para nada le pareció gracioso y le dio una patada a Steve haciendo que cayera en el suelo y regresó llorando hasta el regazo de Harry por el dolor que le había causado el tipo.
-¡¿Qué demonios te pasa?!.- Le gritó enfurecido al hombre.-¡No te hizo nada!
-¡Tu maldito perro casi me tira!.
-¡No seas mentiroso! Ni siquiera te tambaleaste.
-No me importa niñito, tu perro se me atravesó y tenia que recibir un castigo, perros así, deberían estar muertos, estamos en una era donde la gente le da mas importancia a los perros que a las personas.
-Steve es más humano que tu.- le dijo Harry refiriéndose a la pureza de su amigo.
-Debí haberlo matado.- dijo con una sonrisa y eso fue suficiente par Harry.
Empezó a arder en odio, sintió como todo en su interior estaba temblando, sintió como la sangre literalmente empezó a arder y en su interior nunca había deseado tanto dañar a una persona, así que debido a eso, el hombre frente a él empezó a elevarse en el aire, todos voltearon totalmente impresionado ante lo que Harry estaba haciendo, ya que su mirada de odio, y su cercanidad hacia él lo estaba dominando, el hombre en aire rogaba que lo bajara, que todo era una broma, totalmente aterrorizado porque no encontraba manera de como eso pudiera ser posible hasta que de pronto le empezó a salir espuma de la boca, y a eso se le añadió un ataque cardiaco en el aire, así que inmediatamente murió flotando, luego Harry al darse cuenta de lo que había ocurrido se desconcentró y el cuerpo cayó al suelo abriéndose por completo la cabeza, y saliendo la sangre de inmediato.
-¡Es un brujo!.- Gritó una mujer escandalizada por lo que había visto, lamentablemente Harry no tenía ni la menor idea de lo que había ocurrido, pero había muchos testigos en ese parque, y todos empezaron a herir completamente asustados y otros a insultarlo, por lo que salió corriendo de ahí a toda velocidad hasta su casa. Al ver que la puerta estaba cerrada entró con Steve por la cochera, siempre dejaban la puerta entreabierta en el día para que su amigo pudiera salir a hacer sus necesidad, cuando entraron atrancó la puerta pero los ladridos del perro lo hicieron girar y se encontró con otro canino ahí adentró, pero este era muy diferente, gigante, casi un metro de alto, negro completamente, pero con los ojos rojos, como dos brazas lo veían fijamente y le mostraban los dientes como si estuviera a punto de atacarlo, por eso Steve le ladraba también.
-Eres mío ahora.- dijo el perro, cosa que le impactó a un mas, ¿Cómo un perro podía hablar? Eso era cosa del... Diablo.
Steve se le echó encima pero no duró ni un segundo tratando de atacar al perro negó, este le mordió el cuello y lo agitó en aire hasta que le arrancó la cabeza ante los gritos desesperados de Harry de dolor al ver como esa vestía había matado a su mejor amigo, y del horror de ver la cabeza en el suelo, luego el perro gigante empezó a morder el estómago del otro hasta que sacó los intestinos y se los empezó a comer ante la mirada pasmada del chico que seguía gritando de terror, hasta que llegó su mamá a la cochera, dijo una palabras extrañas en latín al ver al demonio ahí. Harry cayó desmayado ante la escena
Pero para cuando recobró el conocimiento, ya estaba en el sillón de la sala, despertó y vio una maleta que estaba frente a él.
Todo parecía normal, la misma casa de siempre, los mismos muebles color salmón que saltaban a la vista con el sol del atardecer entrando por la ventana y golpeaba en el cuadro se su abuela, la mesa de centro con el control de la pantalla de plasma, todo era igual, ¿Acaso había sido una pesadilla?
-¡Steve!.- gritó cuando se incorporó de un jalón, pero su mamá acudió al grito.
-Cariño, tranquilo, todo va a estar bien.
-¿Dónde está Steve?.- Preguntó inquieto.
-No lo recuerdas.- dijo aliviada.
-Claro que si, quería pensar que es un sueño, pero ahora veo que no, mamá, maté a un hombre y ni siquiera sé cómo eso fue posible, todo parecía magia...
-Magia no, más bien brujería.- respondió ella.
-¿Qué estas diciendo?.- Preguntó incorporándose en el sillón.
-Si, es mi culpa, debí habértelo dicho desde antes, yo solo quería que fueras lo más normal posible, pensé que de esta manera tus poderes no iban a florecer nunca, pero me equivoque, no puedo alejarte de tu destino, esto es lo que eres, esto es lo que somos, tu abuela y yo pertenecemos a una dinastía de brujas, y es por eso que tu tienes estos poderes.
-Pero no soy mujer.- Dijo Harry completamente asustado.
-Pero en los hombres también surgen este tipo de cosas, y no se porque tus habilidades empezaron a florecer hasta ahora, o no antes.
De pronto alguien irrumpió en la puerta de la entrada, era el uno de los vecinos, lucia muy agitado.
-¿Qué sucede?.- Preguntó la mujer.
-Todo el pueblo sabe lo que hizo Harry, viene hacia acá para lincharlo, lo están acusando de brujería.
-Es el siglo XXL.- mencionó Harry más asustado.- es ilegal
-No importa, gracias por avisar.- le agradeció la mujer.-Amor, tienes que irte.
-¿Irme a dónde?
-Nueva Orleans.
-¿Estados Unidos?
-Así es, ahí esta una escuela para personas como tu, solía ser de brujas solamente, pero ahora están apostando por los hombres también.
-No me puedo ir y dejarlo todo aquí, no puedo dejarte.
-¡Yo estaré bien! Te hice esta maleta, ahora no hay tiempo que perder, vamos a dejarte al aeropuerto.
Harry se levantó aún con dolor de cabeza, no tenia muy claro lo que le estaba diciendo su mamá, pero sabía que esa era la única forma de evitar que lo quemaran, solo recordó los datos importantes, iba a tomar el avión de las ocho de la noche, cuando llegara a su destino, iba a estar alguien esperándolo para así llevarlo a la escuela que su mamá le había mencionado que estaba en Nueva Orleans, no tuvo si quiera tiempo de pensar a donde se dirigía exactamente, solo tenía el recuerdo clavado en su mente de como había sido capaz de haber elevado a ese hombre en el aire, y tal vez lo peor de todo, la imagen de ese perro negro y grande con ojos como dos brazas que le había arrancado la cabeza a Steve, ¿Qué era eso?
En el avión se lamentó de no haber puesto más atención en las historias de las brujas de Salem de Nueva Orleans, según su mamá, el formaba parte de todo eso. ¿Cómo era que su vida había cambiado de un momento a otro? Tenía que entregar un proyecto para el día siguiente, en su clase de física, si no iba a reprobar la materia, eran trabajos finales. Tenía tantas cosas que hacer, tantos planes los cuales se vieron terriblemente afectados, ¿Qué pasaba si volvía hacer lo que hizo? Con el menor estímulo, ahora a lo que temía era al idea de ir matando a la gente en todo momento. pero su mamá había sido clara, en esa escuela le iban a enseñar a controlar eso, nunca había tenido tanto miedo en su vida.
Durante todo el camino estuvo leyendo un libro que su mamá le había dado para que se informara más, y la verdad su mente no le permitía almacenar nada por el momento no mientras las imágenes permanecían en su mente de como había ocurrido todo, si a algo le tenía más miedo, era que ese perro volviera a aparecérsele.
La llegada a su destino luego de un viaje muy largo fue gratificante, y aunque no era una persona muy apegada a su mamá, lo único que en verdad quería era a Steve, y un ser del inframundo se lo había arrebatado ¿Cómo iba poder contra eso?
Toda la gente en el aeropuerto lo estaba mareando, iban y venían, mientras el estaba de pie en medio de la sala esperando a la persona que iba a ir por él.
Y cuando casi perdía las esperanzas, llego, era una mujer hermosa, no más de 32 años, alta, delgada, con una mirada penetrante, pelo castaño obscuro con hondas como los años 50's, con un vestido negro entallado, y tacones del mismo color, sin mencionar las joyas que la acompañaban, un tatuaje en su mano izquierda le llamó la atención, y su labial rojo con ese delineado en sus ojos la hacia ver por demás imponente, lástima que a él no le gustaran las chicas.
-Hola.- Le dijo a Harry con una sonrisa que envolvía.- Soy Lana Van Der Gogh.
-Mucho gusto, Soy Harry, Harry Sawyer.- Estrechó la mano de Lana, con esas uñas que terminaban en pico, y rojas como sus labios
-Si, se quién eres, nuestro aquelarre te abre las puertas, vamos a casa.
Empezó a caminar en medio de toda la gente, su elegancia era épica, mientras Harry se sentía torpe caminando detrás de ella,
-Solo que tienes que seguir un par de reglas.
-¿Cuáles?- Preguntó Harry mientras caminaba detrás de ella.
-Bueno, más bien, son los beneficios, no hay reglas que seguir, confiamos en que tu eres lo suficientemente maduro como para saber que hacer.- Toda tu fidelidad esta con nuestro aquelarre, cada quince días se te va a dar una suma de dinero para tus necesidades personales, especialmente para vestir, y todos esos detalles, la comida y todo se te dará ahí. Respetar a tus hermanos brujos con los que te toparas en la escuela, chofer las 24 horas del día.
-Esta bien, pero tengo una duda.
-¿Cuál?.- dio un giró para voltear a verlo, luego se giró hacia el frente otra vez y siguió caminando.
-¿Me ayudaran a enterrar este poder?
-Cariño ¿Qué dices? Más bien te enseñaremos a explotarlo al máximo.- Harry tragó saliva. Al menos iba a tener dinero cada quince días.
-y otras cosas más que hablaremos cuando lleguemos a casa.
-¿Qué no era una escuela de chicas?
-Así es, pero ahora hemos decidido apostar por los brujos, los tenemos muy abandonados, así que la escuela cambió su nombre, "La escuela para jóvenes excepcionales" tampoco creas que tenemos muchos alumnos, apenas estamos empezando con brujos, al parecer todavía es un tabú, como para los hombres normales el trabajar en una estética. Pero juntos saldremos adelante. Como en el caso de las brujas.
-¿Hay algo más que tenga que saber por ahora?.- Preguntó Harry cuando salieron del aeropuerto.
-Si, de ahora en adelante, procura vestir de negro.- Sonrío y caminó hasta el auto negro que al parecer estaban esperando por ellos.
-Entonces, supongo que tu eres profesora de ahí. – se echó a reír con elegancia mientras se detenía en la puerta del auto y lo vio una vez mas y con palabras seguras respondió.
-No, yo soy La Suprema.- sonrió y abrió la puerta del auto con la ayuda de la telequinesis, Harry quedó pasmado ante eso.
Entró al auto y Harry se percató que alguien estaba en el asiento del chofer, ella se sentó atrás.
-Fernando, ayúdale con su maleta.- pidió.
-Si.- dijo una voz de hombre, que abrió la puerta y salió para hacer lo que Lana le había pedido, pero fue cuando Harry quedó completamente pasmado ante el chofer, sin lugar a duda el chico más guapo que había visto en toda su vida, apariencia latina, moreno claro, con una barba de candado que estaba bien recordaba y alineada recta en sus mejillas, corte de cabello estilo militar, con un arete en una oreja, facciones preciosas, latinas, y una mirada tan profunda como un pozo sin fondo, sintió un vació en el estómago cuando lo vio. Pero este ni siquiera lo regresó la mirada, por lo que pronto dejó de verlo, y clavó la vista en el suelo, Fernando caminó hasta él, tomó la maleta y la puso en la cajuela de tan lujoso auto, pero Harry siguió viendo discretamente, tenía un cuerpo perfecto, además era alto, más que él, con manos fuertes, y piernas largas y grandes, como si jugara futbol desde hace mucho, vestía con un pantalón de mezclilla azul marino tan apretado, como si quisiera que le afectaran en la circulación, y una playera negra.
Harry entró inmediatamente fingiendo que tampoco lo había visto, luego Fernando cerró la puerta, fue a meterse a su lado y arrancó.
-A la casa por favor.- pidió Lana con una sonrisa y Harry aún seguía aturdido ya no por lo que había pasado, si no por la belleza de ese chofer. Pero era obvio que iba a ser como casi siempre, nunca iba a pasar nada, no era que se hubiera enamorado, si no que le hubiera gustado al menos tener una cita, cosa que no iba a pasar, Fernando se veía heterosexual hasta la médula.

HECHIZOS IMPRUDENTES (Coven) {Ziam, Farry, Jiall}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora