Quien se pica, ajos come

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- Me has picado mucho y quiero jugar...

Oh, no. Shady había vuelto y tenía ganas de guerra. En un momento me vi a Marshall encima mía y dándome un beso. La toalla amenazaba con caerse por momentos y no la podía aguantar en su posición. "Eve, aguanta...", me decía a mí misma, pero en el fondo sabía que en realidad soñaba con este momento. Estaba...¿dudando?

Realmente no lo sabía, así que le respondí al beso tan pasional que me daba. Era cálido y sensacional, se sabía desenvolver bastante bien, con un movimiento final de lengua implacable. Era sencillamente delicioso, pero eso no significaba de que me iba a dejar hacer tan fácilmente. Agarrando con una mano la toalla, y aprovechando la confusión, le empujé hacia la repisa y yo, con mi ropa, huí hacia el cuarto. En un futuro quizá me arrepintiese, pero yo sabía lo que no era y que nunca querría ser.
No sabía si me perseguía o no, pero la huida había sido un éxito.
Cerré la puerta con pestillo y procedí a vestirme mientras me miraba al espejo. Las gotas de agua caían de mi humedecido cabello, resbalando por mi desnuda piel, algo pálida y suave, pecosa desde pequeña, y con algún que otro gracioso lunar. Sonreí mientras la miraba.
Para cuando terminé de vestirme, me acerqué a mi pequeño macuto, abrí su cremallera y saqué el secador, dispuesta a vaporizar las gotitas que danzaban en mi melena castaña, oscurecida por la humedad.
El ruido que producía el aparato me aislaba de todo aquello que me rodeaba. Me sentí como en una nube en aquel instante en el que por la energía cinética los mechones me golpeaban como látigos. Sonreí nuevamente.

Alguien había llamado a la puerta de mi cuarto, aporreándola dos veces con el puño.
"Seguro que es Marshall, que viene a preguntar si necesito algo... ¿O viene 'Shady' a abalanzarse sobre mí?". Daba igual quien fuera, mi cerebro ya empezaba a inquietarse por esta especie de ficción tipo Doctor Jekyll y Mr. Hyde tan patética.

-¿Quién es?- pregunté vacilante apagando el secador.

- Eve, soy yo. Quería hablar contigo un momento.

Vacilé por un momento. ¿Qué me aseguraba que no intentaría otra vez algo que estuviese fuera de lugar? Dudé. Nada en realidad. Así que fui a por todas y abrí.

-¿Qué querías decirme, Marshall?

Lo miré a los ojos. Albergaban arrepentimiento. Arrepentimiento sincero. Quizá viniese a pedir perdón por su comportamiento de casi violador. ¿Lo hacía conscientemente o salía, como antes mencioné, Mr. Hyde, como si tuviera trastorno de doble personalidad?

- Eve, quería decirte que siento mucho el comportamiento que tuve hace unos momentos en el baño. No era mi intención hacerte sentir incómoda ni nada por el estilo, de verdad...

Me ruboricé levemente. Cuando se ponía así era mono, es decir, parecía dulce y sensible, y eso me atraía muchísimo.

- Así que quería preguntarte... ¿Me perdonas...?

Su expresión lo merecía todo. Sus ojos azules estaban humedecidos, supongo que para hacer mayor efecto en mí y causar mayor compasión. Dios. ¿Era justo tal chantaje emocional? No lo sabía, pero lo había conseguido.

- Claro que sí, si es que juegas de una forma conmigo... - sonreí y lo abracé tierna, reconciliadora. Él, en el abrazo, me dio un beso por entre el pelo. Me ruboricé más aún.

- Qué bien te huele el pelo...- Me susurró al oído y el vello de los brazos se me puso como escarpias. Bendito Marshall y sus formas de seducirme con su sensual voz.

Nos quedamos uno frente al otro, mirándonos fijamente. Era muy guapo, demasiado para ser real. Disfrutaba mirándolo. Otra vez estaba en la nube, perdida, surcando el cielo sobre la nube Kinto, ensimismada en mis pensamientos. Me sentía tan bien así... Esperando algo, una caricia, un beso... ¿Era normal sentirme así en tan poco tiempo, tras haber tenido un "mal rato"? Ni mi parte más racional sabía responder esta cuestión. "Déjate llevar...", decía mi parte osada. Cerré los ojos, para absorber cada sensación de aquel instante, recordar cada caricia, cada inhalación, cada suspiro. Y ocurrió. Pero esta vez, sin querer, me lancé yo a besar sus sabrosos y carnosos labios, teniendo en cuenta que era un hombre.
Suave, cálido, ligero, afrutado, intenso, pasional. Era todo lo que sentí en aquel momento. Electricidad. Sí, fue un beso eléctrico, sin haber sido dado a trompicones, por sorpresa. Era un verdadero beso. Lo que debía ser considerado un beso.
Me aparté de él y me miró entre sorprendido y maravillado. Sus ojos brillaban de forma inusual, eran bellos. Dos zafiros brillantes.

- Parece que sí me has perdonado...

Marshall, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora