El gran día

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No sabía que el día que tanto había esperado iba a llegar tan pronto y yo no tenía ni idea de lo que iba a hacer,de qué le iba a hablar, no supe lo que tenía que hacer,  así que empecé a improvisar.

Allí llegué en una limusina (que era guapísima) y escuché su voz varias veces. Me quedé impresionada al oírle hablar. Estaba acongojada porque sabía que aquello me superaba. Las lágrimas me caían y me ardían de la emoción. Al menos mis sollozos fueron escuchados porque su voz celestial me dijo:

-¿Qué es lo que te pasa, nena? No me llores, que no me gusta ver a una chica como tú llorar.

Yo al oír eso esbocé una sonrisa y me sentí mucho mejor. Me había hablado. Volví a sonreír y entonces le vi. 

-¿Cómo te llamas, guapa?

Le miré y me quedé mirando sus mares profundos que tenía por ojos. 

-E...E...Eve.

-¿Eve? Muy bonito...sí...

-Yo...Gracias.

-No me las des. 

Tenía el corazón casi fuera del pecho, el rimmel corrido y los pies dormidos. Los zapatos estaban empezando a cansarme y tenía frío. Se dio cuenta y dijo:

-Voy a sentarme contigo.Se ve que tienes frío.

Se sentó junto a mí y me pasó el brazo por encima de los hombros, evitando que mi cuerpo cayese varios grados de temperatura. Agradecí aquel gesto y le dije:

-Gracias. ¿Te podría hacer una pregunta?

Me miró y me dijo:

-Claro.

Yo le miré y me puse un dedo en los labios.

-¿Te puedo llamar Marshall?¿o tengo que llamarte Eminem?

Me sonrió y me respondió con un tono tranquilo:

-Llámame como quieras. Hoy puedes dirigirte hacia mí como quieras.

Y yo me sentí muy feliz de estar con la persona que tengo por dios y el hombre que más quiero en el mundo.

Marshall, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora