Prologo

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La pequeña ya se había acostumbrado a la completa oscuridad, le parecía de lo mas normal que cuando abriera los ojos se viera igual que cuando los traía cerrados, pero también sabia que sin oscuridad no hay luz, y le aterraba la segunda.
Hace tiempo había tenido amigas, hiba a la escuela, y llevaba una vida normal, hasta que el hombre de la camisa blanca apareció y todo cambio, se preguntaba siempre que despertaba si sus padres la recordarían, si hiban a volver por ella, si la llevarían al parque como antes lo hacían, si todavía la querían.
La puerta asomo en pequeño destello de luz y supo que como todos los demás días empezaría su tortura, pero esta vez era diferente, esta vez el hombre de la camisa llevaba un pequeño objeto en la mano izquierda,"¿que era ese objeto?" se preguntaba hací misma como cuando solía hablar sola, aunque antes no era hací, cuando ella apenas llego recordaba hablar con otra niña en la habitación contigua horas y horas, pero esa voz ya no estaba, y no volvería
-Mi niña,¿Como has estado?
Ella no respondió
-Espero que bien, por que a mi me va excelente y quisiera compartir esta felicidad contigo, padre a hija
Empezó a levantarle el pequeño camisón hasta dejar a plena vista su entrepierna, a ella ya no le importaba, no podía hacerle mas de lo que ya le había hecho noche tras noche
-Lastima que esta sera nuestra ultima conversación
Apretó con fuerza su muslo añadiendo otro moretón mas a la lista que si bien no veía, sentía
-Tus correas de pies y manos hoy desaparecerán y seras libre
"¿Libre, me dejaras ir, podre volver con mis padres, tendré una vida de nuevo" pensaba mientras de sus ojos empezaron a salir lágrimas y una pequeña sonrisa que por el pequeño paliacate puesto con anticipación en sus labios desde la vez que intento morderlo parecía un poco torcida
-Pero no sera un proceso fácil e incluso muy doloroso
Le dijo mientras se acercaba con cautela a su cara y la sonrisa desaparecía
-Esta vez no cometeré el error de sacarlo ya muerta, viva conserva el resplandor
Le entero lo que en ese momento se dio cuenta de que eran unas pinzas en el ojo derecho provocando un grito de dolor y desesperación que pronto terminaría en silencio, hací como su aliento.

La morgue de los niñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora