Capítulo8:Grover se agencia un Lamborghini y charla con....Fred

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Estábamos cruzando el ríoPotomac cuando divisamos un precioso y guay helicóptero. Un modelomilitar negro y reluciente como el que habíamos visto en WestoverHell. Venía directo hacia nosotros.


-Han identificado lafurgoneta-advertí.-Hay que abandonarla.


-¡Tu a mi no me dices lo quetengo que hacer!-dijo Zöe enfadada.


-¡Oye niñata si no te has dadocuenta esos tipos nos persiguen!-dije también cabreada.


-¡Ufff!¡Ya están peleandootra vez!-dijo irritado Grover.-¡Parad ya basta ustedes dos!


Zöe viró bruscamente y semetió en el carril de la izquierda. El helicóptero nos ganabaterreno.


-Quizá los militares loderriben.-dijo Grover,esperanzado.


-Los militares deben creer quees uno de los suyos-continué.-¿Cómo se las arregla el General parautilizar mortales?


-Son mercenarios.-repuso Zöecon amargura.-Es repulsivo,pero muchos mortales son capaces de lucharpor cualquier causa con tal de que les paguen.


-Pero,¿es que no comprendenpara quién están trabajando?-pregunté.-¿No ven a los monstruosque los rodena?¡Además un verdadero soldado es quien lucha por susideales y una causa justa!


-¡Si tienes razón!Pero no séhasta que punto ven a través de la niebla. Pero dudo que lesimportase mucho si supieran la verdad. A veces los mortales puedenser más horribles que los monstruos.-dijo Zöe.


El helicóptero seguíaaproximándose. A aquel paso acabarían batiendo una marcamundial,mientras que nosotros,con el tráfico de Washington,loteníamos más difícil.

Thalia cerró los ojos y se pusoa rezar.


-Eh,papá. Un rayo nos iría deperlas ahora mismo,por favor.-dijo Thalia.


Pero el cielo permaneció gris ycubierto de nubes cargadas de aguanieve pero sin una buena tormenta.


¡Parece que papá no quierehacer nada!-pensé sarcásticamente


-¡Allí!-dijo Bianca señalandocon el dedo.-¡Es una boca del metro!¡Vayamos al sur!¡A Alejandría!


-Cualquier dirección esbuena-asintió Thalia.



Compramos los billetes ycruzamos los torniquetes. Unos minutos más tarde,estábamos a bordode un tren que se dirigía al sur,lejos de la capital. Cuando salióal exterior vimos que el helicóptero estaba dando vueltas sobre elaparcamiento,no nos seguían,


Grover suspiró relajado.


-Menos mal que te acordaste delmetro,Bianca.


-Me fijé en esta estación elaño pasado. Recuerdo que me llamó la atención ya que cuando Nico yyo vivíamos en Washington no existía.-dijo halagada Bianca.

La hija de Ares y la maldición del titanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora