Estábamos cruzando el ríoPotomac cuando divisamos un precioso y guay helicóptero. Un modelomilitar negro y reluciente como el que habíamos visto en WestoverHell. Venía directo hacia nosotros.
-Han identificado lafurgoneta-advertí.-Hay que abandonarla.
-¡Tu a mi no me dices lo quetengo que hacer!-dijo Zöe enfadada.
-¡Oye niñata si no te has dadocuenta esos tipos nos persiguen!-dije también cabreada.
-¡Ufff!¡Ya están peleandootra vez!-dijo irritado Grover.-¡Parad ya basta ustedes dos!
Zöe viró bruscamente y semetió en el carril de la izquierda. El helicóptero nos ganabaterreno.
-Quizá los militares loderriben.-dijo Grover,esperanzado.
-Los militares deben creer quees uno de los suyos-continué.-¿Cómo se las arregla el General parautilizar mortales?
-Son mercenarios.-repuso Zöecon amargura.-Es repulsivo,pero muchos mortales son capaces de lucharpor cualquier causa con tal de que les paguen.
-Pero,¿es que no comprendenpara quién están trabajando?-pregunté.-¿No ven a los monstruosque los rodena?¡Además un verdadero soldado es quien lucha por susideales y una causa justa!
-¡Si tienes razón!Pero no séhasta que punto ven a través de la niebla. Pero dudo que lesimportase mucho si supieran la verdad. A veces los mortales puedenser más horribles que los monstruos.-dijo Zöe.
El helicóptero seguíaaproximándose. A aquel paso acabarían batiendo una marcamundial,mientras que nosotros,con el tráfico de Washington,loteníamos más difícil.
Thalia cerró los ojos y se pusoa rezar.
-Eh,papá. Un rayo nos iría deperlas ahora mismo,por favor.-dijo Thalia.
Pero el cielo permaneció gris ycubierto de nubes cargadas de aguanieve pero sin una buena tormenta.
¡Parece que papá no quierehacer nada!-pensé sarcásticamente
-¡Allí!-dijo Bianca señalandocon el dedo.-¡Es una boca del metro!¡Vayamos al sur!¡A Alejandría!
-Cualquier dirección esbuena-asintió Thalia.
Compramos los billetes ycruzamos los torniquetes. Unos minutos más tarde,estábamos a bordode un tren que se dirigía al sur,lejos de la capital. Cuando salióal exterior vimos que el helicóptero estaba dando vueltas sobre elaparcamiento,no nos seguían,
Grover suspiró relajado.
-Menos mal que te acordaste delmetro,Bianca.
-Me fijé en esta estación elaño pasado. Recuerdo que me llamó la atención ya que cuando Nico yyo vivíamos en Washington no existía.-dijo halagada Bianca.