¿Tom...?

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Las nubes cubrían el poco sol que el cielo de Londres se había dignado a dar a sus habitantes. Poco a poco el color de éstas se teñía de un gris oscuro presagiando una tormenta. El café en la taza ya se había enfriado, y Alicia aún no podía conseguir un proyecto que fuera del agrado del su jefe, el señor Watson. Se quitaba los lentes de vista cansada una y otra vez, miraba la pantalla de la computadora con somnolencia; giró su cabeza: las 6:30 p.m. Hacía dos horas que pudo haber salido de trabajar, si su jefe no fuera tan especial con ese tipo de proyectos.

Golpeó dos, tres, siete veces el teclado hasta que su vecino de cubículo le pidió que parara. Se arregló el cabello en una coleta usando un bolígrafo y miró su celular: ninguna llamada perdida. Seguro Tom aún no salía de la grabación. Suspiró, al menos ya eran dos. Decidió tomarse un respiro y llamarlo para des estresarse y preguntar qué preferiría de cenar. El celular dio cinco tonos de llamada y mandó al buzón. Alicia colgó. Seguro que estaba grabando aún. Se encogió de hombros y salió del baño en donde había ido a refugiarse.

─ ¡Carson, quiero ese proyecto en menos de quince minutos aquí!─ el bigote de su jefe se agitó sobre sus labios como lo haría el de una morsa. Golpeó su escritorio con una mano ancha que amenazaba los nervios de la chica. Alicia se limitó a asentir y volvió a su escritorio con los nervios más alterados de lo que los tenía antes de levantarse. Se dejó caer de nuevo el cabello, lo alborotó, giró en su silla, golpeó el escritorio y las ideas seguían sin fluir. Definitivamente, ese no era su día.

A las ocho de la noche pudo levantarse de la silla con algo más estratificado. Se lo mostró a su jefe y éste se limitó a asentir y a decirle: "Tienes que pulirlo, Carson. Pero ya lo harás mañana, ve a casa, te ves fatal". Alicia se puso el abrigo y salió de la oficina, sonrió al sentir el aire frío de la ciudad golpearle las mejillas. Vio de nuevo su celular esperando encontrar una llamada perdida o un mensaje de voz, o al menos de texto. Pero nada de eso. Frunció el ceño con más preocupación que enfado. Paró un taxi y se encaminó al departamento que compartían, llevaban dos meses viviendo juntos, en un arranque de locura lo habían decidido. Al llegar se bajó corriendo del auto y subió corriendo las escaleras evitando el ascensor, abrió la puerta del departamento y buscó a Tom por todos lados. Como lo esperaba: no lo encontró.

Marcó más veces al celular de su novio, pero obtuvo la misma respuesta, le dejó tres mensajes de voz. Se estaba comportando como una histérica, pero Tom jamás le dejaba sin noticias, siempre le enviaba al menos un WA avisando de su paradero o si había ido a algún lugar. Se acercó a la contestadora y comprobó que tenía unos mensajes, se relajó pensando que serían de Tom, pero el horror le llenó la garganta al escucharlos: "Hey, ¿hay alguien? Tom, ¿qué pasa contigo? No viniste al llamado. ¿Estás enfermo? Llámanos al menos, hombre. Nick". "¿Tom? Sigo esperando... Caray, hermano, no puedes simplemente no venir...Nick" "Te corren, bueno, no tanto... Avísame cómo estás. Le inventé al productor que tenías una gripe de las que te matan, pero dime qué pasó. Parezco tu novia... Ok, ya. Avísame. Nick".

Alicia creía que si se miraba al espejo descubriría cuán pálida estaba. Tom había salido, pero no a trabajar, ni siquiera a su manager le había avisado. Eso no era nada normal en Tom. ¿Qué hacía? ¿A quién le hablaba? ¿A la policía? Nah, demasiado... Además tendría que esperar porque en ese tiempo no era reportado como una persona desparecida. Los nervios se agolpaban en su garganta como bilis, ¿o era bilis? ¡Cuando viera a Tom Hiddleston! ¡Él la iba a conocer! Sí, señor. ¿A quién engañaba? Estaba muerta de miedo. Tomó su celular y le iba a marcar a Nick cuando de pronto la puerta se abrió, el cuerpo delgado y gallardo de Tom entró como si nada. Alicia, desde el sillón con las piernas arriba y temblando, seguía sus movimientos.

─ ¡TOM!─ le gritó. El joven se giró con clara sorpresa y sonrió.

─Hola...

─ ¿Hola? ¿Dónde has estado?─ Alicia sentía que perdía la paciencia, pero él se limitó a quitarse el abrigo negro y dejarlo en el perchero, caminó viendo a su alrededor como si fuera la primera vez que pisaba ese lugar. Alicia ensanchó la mirada incrédula. ─Te hablo, hey, estoy aquí...─ pero él seguía sin tomarla en cuenta, llegó a la barra de la cocina y se puso a inspeccionar los cuchillos murmurando para sí. La chica se puso en pie y avanzó hacia él, le iba a poner un buen golpe en la espalda cuando el chico se volteó más rápido y le apuntó con un cuchillo. Ella soltó un chillido.

─Cuidado, para la próxima avisa, te pude haber enterrado esto...─ Tom sonrió y acarició la hoja del cuchillo mirándola con algo que parecía ser placer.

─Estás loco, alcohólico, drogado, ¿o las tres cosas?─ murmuró ella casi sin aliento. Esperaba con ansias que su novio saltara con su sonrisa habitual y le dijera que todo aquello era una broma. Pero no lo hizo, inclusive sintió que su voz y su sonrisa habían cambiado.

─Ninguna. Debo salir...─ dejó el cuchillo en la encimera y avanzó a la puerta dejando de lado a la mujer. Alicia casi estaba al borde del llanto, él no era así, ni siquiera cuando estaba enojado.

─Pe-pero, ¿a dónde vas esta vez? ¿Dónde estuviste todo el día?

─Trabajando.

─No es cierto, tienes casi un millón de mensajes en la contestadora, no fuiste a grabar...─ él se giró y la miró con el ceño fruncido, sus ojos azules eran casi glaciales, ella carraspeó intimidada. ─Bueno, quizá sólo son tres... Pero, de cualquier manera no fuiste. Nick estaba tan desesperado como yo...

─ ¿Quién es Nick?

─ ¡Tu manager!

─Ah, eso... Qué nombre más estúpido, ¿no?

─Pero... Tú ¿De qué estás hablando?

─Del nombre de ese... Mi manager. Nick, algo tonto... ¿O me equivoco?

─Llamaré al doctor... Seguro que él sabrá qué hacer...─ la chica avanzó hasta el teléfono tras la barra de la cocina, Tom la siguió con la mirada, estaba la expectativa.

─No lo haría si fuera tú...

─ ¿Me-me estás amenazando?─ ella cada vez estaba más nerviosa, las lágrimas rodaban por sus mejillas y él seguía pareciendo ausente, frío y hostil.

─Sí. Deja ese aparato y ven aquí...─ para la sorpresa de Alicia abrió los brazos en un gesto cariñoso pero su mirada aún era fría.

─No...─ Alicia se negó. Tom bajó lentamente los brazos, se encogió de hombros y tomó su abrigo de vuelta.

─Bien, tú te lo has perdido. Cuando quieras uno, no estaré para ofrecerlo, y no quiero ruegos...

─Estás loco, Tom.

─Tom, Tom, Tom... ¡Deja de decirme así! Detesto ese nombre, es un nombre débil, tonto... Infantil.

─Pero así te llamas.

─ ¡NO! Mi nombre es Thomas William, dime William, tiene un poco más de fuerza, y si no te molesta, es mejor que me llames por el nombre completo. ¿Entendiste?─ él completó el proceso de vestirse el abrigo y avanzó hasta tomar la manija de la puerta. ─Bien, buenas... ¿Noches? Ah, aquí el tiempo es demasiado rápido...

─Espera...─ susurró ella antes de verlo desaparecer completamente.

─ ¿Qué?

─ ¿Qué tienes?─ susurró

─Nada, es más, jamás he estado mejor...─ sonrió y despareció dejándola confundida y bañada en lágrimas que no podía controlar.

Este cuerpo es un errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora