La travesía

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LA TRAVESÍA

Lo primero que veo es fuego. Todo un pueblo en llamas. Los cuerpos de la gente en llamas, algunos en cenizas y pocos sobrevivientes. Me siento aturdido. En mi mano tengo un espada con sangre y llevo puesta una túnica, rasgada en la zona de las costillas, las cuales me duelen. Veo a un joven que corre hacia mí, y me habla, aunque lo único que logro entender es un nombre: Bradok. Al escucharlo, los recuerdos vuelven lentamente. Yo soy Bradok, hechicero real; la espada en mi mano es Grik, una espada élfica que brilla en color verde ante la cercanía de un monstruo, y al lado mío hay una botella que posee una sustancia violeta, la cual es una poción de fuerza. La aldea en ruinas que se quema a mí alrededor es Yark, yo nací aquí, y el joven que me habla es Felipo, mi aprendiz y mejor amigo. Predor, el dragón asesino, fue el que quemó y destruyo Yark en busca de oro y diamantes.

Para atrapar a Predor debo viajar al Reino Salvaje, una zona desierta en la que lo único vivo son monstruos, dragones, y algunos elfos y enanos. Para llegar al Centro, una enorme piedra blanca que se ubica en el medio del Reino Salvaje, y aniquilar a Predor, que vigila y cuida el Centro, debo enfrentarme a los Tres Gigantes, y luego atravesar el Lago Hostil, en el cual habita Stroken, una serpiente marina gigante de dos cabezas que se alimenta de carne humana.

La idea de un viaje tan largo y peligroso me estremece, pero no me asusta, quiero emprender el viaje. Rápidamente empiezo a pensar en lo que necesito para el viaje: provisiones, unos caballos, una embarcación, un escudo y un buen carcaj para las flechas de Felipo.

Cuando le cuento a Felipo el viaje que deseo, instantáneamente se ofrece para acompañarme. Para conseguir todo lo necesario tuvimos que viajar al pueblo más cercano: Lersey. Dentro de Lersey el mercado está lleno de gente y al principio nos cuesta encontrar los locales, pero con la ayuda de un granjero local los encontramos rápidamente y compramos todo lo que necesitamos. Luego de negociar un buen rato logramos que nos vendan los caballos a un precio bajo en un establo cercano. Solo faltaba la embarcación, la cual logramos conseguir luego de una ardua discusión con un marinero que tenía un barco encallado en la costa sur del Lago Hostil. Finalmente logramos convencerlo, le pagamos trescientas monedas de oro, montamos los caballos y partimos hacia el Reino Salvaje.

En seis días de cabalgata, tan solo paramos cuatro veces a comer y tomar agua, y en el séptimo día llegamos a la frontera del Reino Salvaje. Cabalgamos durante dos días, adentrándonos cada vez más en el desierto árido. En nuestro segundo día dentro del Reino Salvaje, en pleno galope, los caballos, al parecer deshidratados, cayeron muertos con nosotros montándolos. Este inconveniente retrasó nuestro viaje, tardaríamos diez días en vez de tres. Ante el inminente retraso, y con la necesidad de más provisiones, cortamos la carne de los caballos y la guardamos en nuestros bolsos.

Dentro de unas horas estaríamos en la morada de los Tres Gigantes, trolls enormes que se alimentan de cualquier cosa con latido. Mientras nos acercábamos silenciosamente, siguiendo la luz de su enorme fogata, los trolls comían un elfo. Parecían hambrientos y ansiosos, como si ese elfo fuese lo único que comían en semanas. Desenvainé a Grik, la cual brillaba radiantemente, le dije a Felipo que se quedara alerta, me acerqué a un troll, y le clavé a espada en la espalda, pero el filo y el brillo no era las únicas cualidades de mi espada. Conjuré un hechizo, el cual hizo que mi espada ardiera en llamas y transformara parte de la espalda del troll en cenizas. El troll aulló de dolor y cayó muerto en un charco de cenizas y sangre amarilla. Los dos trolls que quedaban se abalanzaron sobre mí con sus garrotes gigantes, una mirada asesina y hambrienta, e intentaron aplastarme pero logré detener su garrote con mi escudo, y en el momento que el garrote tocó mi escudo, le corté la mano. Sangre amarilla chorreaba de su muñeca, y mientras retrocedía, el otro troll me atacó, pero no pude detenerlo. Su enorme garrote chocó con mi pecho y salí volando diez metros. Felipo, en vista de lo ocurrido, sacó una flecha del carcaj, tensó el arco. Usando uno de los pocos conjuros que sabía, Felipo logró que la flecha se bañara en veneno. Disparó, y la flecha se le clavó en la garganta al troll. El veneno, como si poseyera vida, se empezó a mover y se metió dentro de la herida. El gigante empezó a gritar y a tener espasmos, y finalmente murió. Solo quedaba el troll sin una mano, el cual estaba tirado en el piso agarrándose el antebrazo. Felipo conjuro otro hechizo, el cual hizo que la flecha se volviera de color celeste, y apenas toco el ojo del troll, su cabeza se empezó a congelar, y luego todo su cuerpo se quedó inmóvil rodeado de hielo.

Tardamos tres días en llegar a la costa sur del Lago Hostil, en donde se encontraba una pequeña embarcación a vela con dos cañones. Al principio me parecía inútil y miserable, pero luego me di cuenta que con los dos cañones y el arco de Felipo lograríamos derrotar a Stroken, la serpiente gigante de dos cabezas. Pero los cañones no eran lo único bueno de la embarcación, también había una poción, la cual según la etiqueta, curaba cualquier herida. Nos embarcamos y nos preparamos para enfrentar al monstruo.

El viaje empezó bien, había viento a favor, no hacía calor y luego de un día y medio no habíamos visto a Stroken. Esa noche lo vimos. Se nos acercó velozmente nadando, directamente hacia el bote. Rápidamente preparé los cañones y Felipo puso una flecha en el arco y lo tensó. El monstruo pasó por al lado de la embarcación. Una cabeza nos miraba ferozmente con la boca abierta mientras que la otra estaba concentrada en el camino. Felipo no esperó ni un segundo. Soltó la cuerda del arco y la flecha salió disparada directo a la boca de Stroken. La cabeza que nos miraba, la cual tenía la flecha en la boca, rugió en dolor y se desplomó en el agua. A la otra cabeza le costaba moverse, ya que debía arrastrar la otra cabeza. Esto la desconcentró mucho y aprovechando su distracción disparé una bala de cañón. La bala pasó por al lado de la cabeza, y la serpiente se abalanzó sobre el bote, saltando por arriba. Al hacerlo, la cabeza muerta, que colgaba como un trapo, rasgó la vela y golpeó el mástil. El mástil cayó encima de Felipo, y se escuchó un chasquido, como de algo que se rompía. Me acerqué a Felipo, el cual gritaba, y me di cuenta que el mástil había partido sus costillas. Agarré la poción sanadora y se la di a Felipo para que tome un poco y se empezó a curar, lenta pero eficientemente. Para mover el mástil tuve que tomarme toda mi poción de fuerza, la cual me llenó de adrenalina. No esperé ni un segundo. Preparé el segundo cañón, apunté, y disparé. La bala le dio justo en el cuello, el cual se partió. Ahí murió la serpiente. Su cadáver quedó flotando en el lago. Arreglamos la vela con unas mantas y seguimos con nuestra travesía.

Tardamos cinco días en llegar al Centro, la casa de Predor. Allí, se podía ver el oro y los diamantes de Yark, junto con muchos otros tesoros de aldeas destruidas. Estabamos preparados. Yo tenía a Grik, la cual brillaba fuertemente, y Felipo tenía su arco y el carcaj lleno de flechas. Predor estaba recostado sobre la montaña de oro y gemas, descansando. Felipo fue el primero en atacar. Disparó una flecha, y esta le dio a Predor en un ala. El dragón se enfureció y empezó a salir fuego de su enorme boca. Felipo siguió disparando flechas mientras yo ladeaba a Predor, acercándome a su escamosa pata. Predor advirtió mi presencia y con su cola me golpeó en el pecho. Me quedé sin aire y caí al piso. Felipo, confiando en que me levantaría, siguió disparando flechas como si nada. Animado por la fe de Felipo en mí, me paré de un salto y en un movimiento veloz, agarré mi espada y le hice un tajo en la pata a Predor. El dragón me miró, con ojos rabiosos, e ignoró a Felipo, el cual, aprovechándose de la situación, disparó una flecha que le dio a Predor en el pecho. Este aulló de dolor, pero siguió atacando. Felipo, dominado por el pánico, intento disparar una flecha hechizada pero Predor lo golpeó con un ala. No pude aguantarlo. Ver a Felipo golpeado en el piso fue demasiado. Me llené de furia y reuní todo mi poder. Plantas empezaron a salir del piso y enredaron a Predor. Luego, usando todo mi poder, Me transformé en un dragón de elementos, el cual es básicamente una bestia que puede escupir fuego o hielo a voluntad. Primero arrojé fuego hacia Predor, haciéndolo sufrir mientras su piel se quemaba tomando un color rojizo. Luego escupí hielo, el cual atrapó todo el cuerpo de Predor menos el cuello y la cabeza, la cual estaba gacha y al descubierto. Me volví a transformar en humano, desenvainé a Grik y le corté la cabeza. Le di lo último de la poción sanadora a Felipo y emprendimos la vuelta a casa.

El viaje de vuelta a Yark duró dos semanas. Durante el trayecto, pudimos ver el cadáver de la serpiente flotando y el troll encerrado en hielo. Con el oro y las gemas de Predor, reconstruimos la aldea e hicimos un banquete para celebrarlo. En agradecimiento, los habitantes de Yark, los que quedaban, me dejaron quedarme con una parte de las riquezas de Predor. Así terminó mi travesía.

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