LA CONVIVENCIA QUEBRADIZA
Todo empezó hace una semana. El colegio nos aviso que el próximo lunes íbamos a tener una convivencia en el campo de deportes con el grupo Halcón, una fuerza especial de la policía de Buenos Aires. Teníamos que llevar ropa de deportes y cuatro hamburguesas para preparar en la parrilla del campo. Según la nota que nos dieron, la convivencia iba ser para mejorar el trabajo en equipo de nuestra camada, aunque yo sabía que no era del todo cierto, también era para que algunos chicos de la camada se empezaran a tomar las cosas en serio y pensaran en los demás. El resto de la semana siguió tranquila, y nadie habló de la convivencia.
Era lunes por la mañana y de lo único que hablaban era de la convivencia. Cómo iba a ser, qué íbamos a hacer, cuantos militares iban a ir, etc. Yo también me sentía curioso acerca de que iba a pasar, y estaba hablando con un amigo del tema cuando el preceptor, Marcos, nos llamó para ir al campo de deportes caminando. Muchos estaban emocionados y ya querían llegar, y otros simplemente iban a perder clase, y no se lo tomaban en serio. Peo iban a recibir su merecido.
Cuando llegué al campo de deportes, me sorprendió lo que vi. Había quince uniformados en la puerta esperándonos, todos ellos armados. También había escaleras, sogas y alambres, que parecían de entrenamiento militar. Nos dirigimos todos a un cuarto, en donde nos dieron una pequeña charla acerca del Grupo Halcón. Luego salimos afuera, en donde empezó la verdadera acción.
Los militares nos dividieron en dos equipos, e hicimos algunos juegos y un poco de entrenamiento. Los equipos eran de treinta personas cada uno. En cada juego, cada ejercicio, los militares nos observaban y hacían anotaciones, y si alguno no hacía el ejercicio nos hacían hacer abdominales o flexiones a todos. Todo esto era para mejorar el trabajo en equipo, ya que si uno cometía un error todo el equipo sufría las consecuencias. Al mediodía comimos patys y tomamos coca. Fue después de la comida, mientras estábamos corriendo una vuelta, cuando se puso feo.
Uno de los chicos, Pedro Panchures, se tropezó con una piedra y se dobló el tobillo. Se tiró al piso y se puso a llorar. Aunque todos sabíamos que era un llorón exagerado, los militares se lo llevaron en camilla. Pedro no hizo nada en toda la tarde, con la excusa de que apenas podía caminar. Luego, mientras hacíamos un juego de carreras, un chico vomitó. Bautista, que había vomitado, se fue corriendo al baño, donde siguió vomitando un rato. Al final, decidieron llamar a su mamá para que se lo lleve a su casa y descanse. Pero eso no fue nada, comparado con la masacre ocurrida en el partido de rugby.
Luego de varios juegos con puntajes, los dos equipos empataron. Para desempatar la competencia, y a pedido de la mayoría de la camada, decidieron hacer un partido de rugby, aunque yo describiría al partido cómo guerra.
El primer "asesinato" fue en los primeros cinco minutos. Fulop dio la patada inicial, y mi equipo corrió a buscar la pelota, y la hubiésemos agarrado tranquilamente, de no ser por Fulop, que, de un salto, lo agarró a Rafa del cuello y lo tiró al piso. Diego, que era el militar que cobraba, justo estaba hablando con otro uniformado y no vio lo que hizo Fulop, por lo tanto la jugada siguió. A pesar de que Rafa estaba llorando en el piso (y él nunca llora), mi odio hacia Fulop fue suficiente como para que dejara a mi amigo en el piso. Empecé a correr, como nunca antes había corrido. Alcancé a Fulop a veinte metros de la hache, y con todas mi fuerzas me tiré arriba de él, y lo tacleé. Fulop, que pensaba que se había escapado, cayó de cara al piso, asombrado. Me levanté, agarré la pelota, y lo pateé, lo más lejos que pude. Fulop quedó tirado en el piso el resto del partido, al igual que Rafa. El tercer y último "asesinato" ocurrió al final del partido. Fue lo más doloroso que sentí en toda mi vida.
Íbamos ganando el partido y solo quedaban diez minutos. Bayá tenía la pelota y se estaba por escapar para hacer un try, cuando lo taclearon. Mateo cayó al piso, y mientras estaba en el aire me pasó la pelota. Empecé a correr, sin intención de parar hasta meter try. Ahí, en la corrida de mi vida, fue cuando casi me quedé paralítico. Ya había amagado a tres personas, cuando apareció Carman. Se me plantó enfrente, y casi me taclea, pero logré esquivarlo. Yo pensé que todo había terminado, pero me equivoqué. Carman no se rindió, y me saltó por atrás. Ahí fue cuando me desmayé, y lo último que escuché fue una sirena.
Cuando me desperté estaba en el hospital, con un yeso en la pierna y dolor de espalda. Según el médico, Carman me había tacleado y me había goleado la espalda, y también había caído arriba de mi pierna. Tuve la suerte de que el moretón de la espalda salió para afuera y no para adentro, apretándome la columna. También me había quebrado la pierna.
Para relajarme un poco revisé el celular. Según el chat del grupo, Pedro se había esguinsado el tobillo, a Rafa se le había descolocado el hombro izquierdo y Fulop se había roto el pómulo, y además se le partieron varios dientes. Ese mismo día me fue a mi casa, aunque con muletas.
Así termino la convivencia del ejército, que según los directivos, no se iba a hacer nunca más.
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Cuentos de todo
AdventureAquí les dejo cuentitos y obras que escribí en el colegio, hay de todos los géneros