Hola, hola.
Gracias por leerme.
¡Una mañana más para ponerme nerviosa!
Ya me he acostumbrado a salir a correr con los nervios de punta y con la ansiedad avivando mis sentidos o eso intento creer, porque si soy sincera conmigo misma, no puedo con ello todavía. Es una sensación rara e indomable, pero también agradablemente incómoda y excitante, que me tiene en estado de alerta.
Cada una de mis mañanas era una rutina estricta, estiro un poco los músculos de mis piernas e inspiro profundo un par de veces exhalando luego. Cierro los ojos por unos segundos y suspiro asumiendo mi estado; algo así como: la espalda tensa, las rodillas flojas, los dedos torpes intentando hacer el nudo del cordón de mis zapatillas y una sonrisa rebelde en mis labios. No puedo dejar de mencionar el cosquilleo que recorre mi espalda y mi vientre, el nudo en el estómago y mi corazón latiendo furioso... y es seguro que algo se me olvida.
Desde hace varias semanas en lo único que pienso es en comenzar el día con la hermosa visión de mi vecino y su mirada lasciva sobre mí. Esa intimidante contemplación de mi cuerpo en movimiento es lo que produce todo lo antes mencionado y que yo prefiero reducir, otra vez, a una sola palabra: nervios.
No sé dónde vive ni la edad que tiene o si es casado o tiene hijos. Solo sé que es un delicioso ejemplar masculino digno de admirar. Eso pensé aquel primer día en que lo vi pasar en su lujoso y llamativo auto. Y sigo pensándolo.
Ese día que lo vi por primera vez... ese maravilloso día, ante semejante visión mi cerebro se desconectó por un momento. Estaba como ida, solo podía observar a ese hombre en ese auto. Lo demás, llámese, escuchar, caminar, hablar e incluso respirar se había tornado dificultoso, por no decir imposible.
Todo en él desprendía masculinidad, sensualidad y, silenciosamente, me pedía que lo mirara. Sus ojos, sus labios, su postura al manejar, sus dedos largos golpeando el volante al ritmo de una canción... Sus movimientos eran pausados y tranquilos, como si con ellos quisiera hechizarme. El codo apoyado en la ventanilla baja, el cabello al viento y la música a todo volumen. Todo el conjunto era una hermosa imagen.
Recuerdo que inspiré profundo, oculté mi sonrisa tonta y mi embelesamiento y, por instinto, podría decir, seguí apoyando un pie después del otro, intentando correr. Supongo que no funcionó demasiado bien porque en segundos estuve besando el suelo.
No puedo decir claramente como llegué a esa posición y tampoco puedo aseverar como él llegó a esa posición. Solo sé que en un abrir y cerrar de ojos ese hombre estaba ahí, acariciando mi pierna y mirando mi rodilla sangrar, soplándola con esa boca tentadora que, por cierto, era preciosa, más de lo que podía haber visto a la distancia.
Todo él era mejor de cerca.
Su mirada descubrió la mía y, después de sonreírme, sus ojos hicieron un paneo lento de todo mi cuerpo. Situación que me incomodó. Tenía bastante a la vista, no suelo correr demasiado vestida, a decir verdad.
Sentí calor, mucho calor, en ese momento en que sus verdes y penetrantes ojos me recorrieron y mi piel se erizó como si estuviese tocándome. Su perfume asaltó mis sentidos y su aliento me calentó, no solo la zona que sopló.
―¿Estás bien?
―Sí, gracias, estoy bien. ―Mi respuesta salió con una quebrada voz que no parecía la mía.
Mis reacciones estaban delatándome y necesitaba huir de ese incómodo momento. Con esa decisión tomada, me levanté con la elegancia de una lady, acomodé mi poca ropa y, con la cabeza en alto, salí caminando. Solo me incliné a modo de saludo antes de irme, porque otra cosa no era capaz de hacer.
Desde esa mañana me encontraba con el auto, el conductor, sus ojos verdes y su descaro, cada vez que salía por mis ejercicios matinales.
Esta historia continuará en el libro...!
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Ven... te cuento.
RomanceEsta es una recopilación de historias cortas, eróticas en su mayoría como es mi estilo de escritura y, como todas mis historias, realistas. Algunas, incluso, reales y otras toman algún detalle de la vida misma, pero le agrego ese condimento necesar...