Él la tomó con dos dedos y la sábana cedió los centímetros necesarios para dejar a la vista lo que faltaba de esa pierna larga y delgada que tanto le gustaba. Sí, era delgada, pero a él le gustaba mucho que ella lo fuese.
Sonrió con picardía al ver el camisón arrugado sobre la cintura, apenas si lograba tapar algo del costado derecho; el izquierdo le daba una tentadora imagen de su ropa interior rosada. Observó con detenimiento una rodilla un poco flexionada, la otra extendida, las uñas de los pies tan cuidadas y perfectamente pintadas en ese carmesí fascinante, el vientre demasiado plano y los pechos pequeños; y esa carita de niña buena, tan relajada y tan bonita a su modo de ver. Tenía labios finos y delicados, pestañas largas y nariz respingona... le encantaba.
A ella no le molestaría que él mirara un poco más, de eso estaba seguro. Porque él la miraba mucho y siempre, ella lo sabía y coqueteaba con eso volviéndolo loco más de una vez.
Acercó sus labios a un hombro y sopló con suavidad el hueco que se formaba en la unión de este con el cuello. El roce de ese fresco aliento sobre la blanca piel produjo una hermosa respuesta que no pudo dejar de admirar. Era precioso ver como toda esa suave piel se erizaba ante sus ojos y esos pechos, firmes y redondos, libres del sostén y cubiertos por la delgada tela del camisón blanco, se volvían oscuros y duros. Eran demasiado erótico. Ningún hombre que se preciara de tal, podría dejar de observar esa imagen, pensó.
Otro soplido, otra ola de aire fresco y otra maravillosa reacción.
Volvió a sonreír al ver como ella se acomodaba de costado y su trasero quedaba a la vista, cubierto con casi nada de esa pequeña prenda de algodón.
Se acomodó desnudo en la cama, rozando cada parte de ese armonioso y precioso cuerpo. Le acarició la espalda con un dedo y con sus carnosos labios besó otra vez el hombro desnudo, siguiendo un sutil camino de suaves roces hasta el lóbulo de la oreja.
Un dulce gemido femenino fue la invitación perfecta para que esa mano que solo acariciaba la cadera de ella subiese por el vientre hasta una de esas redondeces perfectas y tan sensibles a sus pellizcos.
―Mmm, hola ―dijo ella casi gimiendo.
―Hola ―le susurró él al oído.
―¿Es muy tarde?
―No tanto. Te voy a dejar dormir por la mañana, no te preocupes.
―¿Fueron todos? ―Esos ronroneos lo estaban matando. Y ese leve movimiento de cadera contra su sexo también era bastante provocador, pero jamás se quejaría.
―No faltó nadie. Era su cumpleaños, por supuesto que irían todos ―respondió él sin dejar de acariciar el cuerpo de su esposa, que despertaba ante sus caricias.
―¿Había mujeres?
―Solo tres, la hermana, una amiga y la prima.
―¿Lindas?
―Preciosas y sexis ―dijo sonriendo, sin creer ni una palabra de los mentirosos celos de ella, y le pellizcó el cuello con sus dientes.
―¿Y por qué volviste entonces?
―Dijeron que no les gustaban los morenos. ―Ella rio, y se puso boca arriba para poder encontrar con la mirada esa cara dulce de rasgos fuertes y llamativos.
Este relato, como otros que están publicados aquí, continúa en mi libro...!
Gracias por seguirme, leerme, comentar y votar.
Abrazos de oso...Ivonne.
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Ven... te cuento.
RomanceEsta es una recopilación de historias cortas, eróticas en su mayoría como es mi estilo de escritura y, como todas mis historias, realistas. Algunas, incluso, reales y otras toman algún detalle de la vida misma, pero le agrego ese condimento necesar...