Una gélida Navidad -Ron y Hermione

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Hermione colocó la última vela en la mesa y con un golpe de varita, esta se encendió.
Había terminando lo que habían sido horas y horas en la cocina, preparando la cena de esta noche. Sólo quedaba que Ron llegase del Ministerio para poder dar por acabado su trabajo.
Era el día previo a Navidad y por lo tanto, la cena debía estar a la altura de la ocasión. Hermione se había puesto un vestido lila, muy parecido al que llevó a la boda de Bill y Fleur, aunque más sencillo. Se había dejado el pelo al natural, como a ella más le gustaba. Se encontraba preciosa.
Quedaban varios minutos para que Ron saliera del cuartel de Aurores y llegase a casa. Estaba ansiosa.

Pero Hermione se equivocaba.

Las horas pasaban y cada vez se ponía más nerviosa. Revisaba su reloj de muñeca cada minuto mientras se preguntaba por qué tardaría tanto en llegar.
¿Debía enviarle una lechuza? No, por supuesto que no. Pensaría que era una desconfiada o una controladora y por nada del mundo quería aparentar eso.
¿Qué debía hacer entonces?

-Esperar-susurró-. Esperar.

Aunque eso no duró mucho, pues la medianoche ya estaba más que entrada y su novio seguía sin aparecer.
Cansada y con los ojos cubiertos de lágrimas, recogió la mesa. Guardó la comida para que no se estropease y los cubiertos, vasos y platos volvieron a su sitio original.
Lloraba en silencio. Nunca lo hacía. Nunca dejaba que la vieran tan débil, pues no lo era. Pero en aquel momento una duda le comía la cabeza y la respuesta que se daba para sí, le provocaba ganas de tirar todas y cada una de las cosas de Ron.

¿Le estaba siendo infiel?

Intentó apartarse esa idea de la cabeza, pero parecía que no tenía pensado irse.
Ella confiaba en él. Pero entonces, ¿por qué pensaba en eso?
Miró a su alrededor y encontró el libro que se estaba leyendo en ese momento. Lo cogió y salió al balcón que había en su habitación. Sin duda, eso le ayudaría a despejarse.
Al salir, la brisa le golpeó suavemente la cara y le echó el pelo para atrás. Respiró profundo, sintiendo cómo el aire llegaba a sus pulmones y lo expulsó lentamente. Se limpió las lágrimas y comenzó a leer, sentada en un pequeño asiento.

Pasaron lo que a ella le parecieron siglos hasta que la puerta principal sonó y unos pasos apagaron el silencio en el que había estado la casa hasta el momento.

Había llegando.

El corazón le empezó a latir con violencia. Salió del balcón y fue a recibirle.
Ron venía contento. Más de lo normal. La furia de Hermione se hacía más notable mientras más le miraba.

-Feliz Navidad-dijo mientras se acercaba sonriente.

El pánico se apoderó de Hermione y las lágrimas no tardaron en volver.
Ron olía a perfume de mujer.

-No me toques-sollozó-. No te atrevas ni a mirarme.
-¿Qué te pasa?-preguntó confuso.
-Vete.
-Por Merlín, Hermione, ¿qué estás diciendo?
-No quiero volver a verte, ¿me oyes? ¡Fuera!

Ron palideció mientras intentaba encontrarle sentido a las palabras de su novia. Ella lloraba mientras le miraba y él se moría por ir a consolarla.
Decidió no preguntar nada más y dio unos pasos para atrás, esperando a que ella le dijera que era una broma. Pero no lo hizo.

Se dirigió a la puerta y, esperó con la mano en el pomo de la puerta, que Hermione cambiase por última vez de opinión.

-Olle, dime por lo menos...
-Fuera.

Miró por última vez a la chica y se marchó. No sabía dónde, pero era mejor así.

Cuando cerró la puerta, Hermione se derrumbó. No podía creerse que la hubiera engañado con otra. Nunca se hubiera imaginado eso de Ron.
Suspiró de nuevo, se limpió los ojos y miró a su alrededor para comprobar si todo eso había sido real. Entonces vio algo.
En el suelo había una pequeña caja. La cogió y la abrió. En ella había una anillo. Lo miró de cerca y se fijó, que en la parte de dentro, había una palabra.

Leviósa.

La vida de los WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora