XIX

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El apartamento de Alex lucia vació y deprimente.

Era idéntico al mío pero las paredes estaban blancas y desnudas, en la sala solo había un sillón y una tele frente a ella, la cocina al costado no tenía ningún tipo de decoración, solo una encimera con dos taburetes y los electrodomésticos usuales, no tenía vista hacia las habitaciones. Mil ideas de decoración pasaron por mi mente pero me contuve.

Alex estaba en el sillón mirándome con una gran y engreída sonrisa en la cara.

—Bueno, bienvenida a mi hogar, siéntete como en casa.

—Esto no luce como un hogar Alex ¿Seguro vives aquí?

—Ouch, Me estas ofendiendo preciosa ¿No te gusta?

—No, es solo que se ve tan triste —dije frunciendo el ceño.

—No he tenido tiempo de decorarlo, no paso mucho tiempo aquí de todos modos ¿Quieres algo de comer? —Se levantó y fue hasta la cocina yo lo seguí y me senté en un taburete.

—¿Te gustan los panqueques? —me preguntó.

—Me encantan —respondí sonriendo.

Él me sonrió devuelta.

—Eres de las mías.

Comenzó a sacar los ingredientes y a prepararlos, se movía con gracia por la cocina, sus ojos color ámbar lucían concentrados, sus músculos se flexionaban al cocinar y lo admire.

Era guapísimo, parecía un dios, totalmente irresistible.

—¿Por qué no pasas tiempo aquí? ¿Qué haces? —le pregunte para distraerme.

—Fiestas, chicas, alcohol, peleas, ya sabes, lo usual —respondió midiendo mi reacción.

Yo guarde silencio, otras mil preguntas pasaron por mi mente. Traté de elegir la mejor.

Alex lo tomó como si estuviese dudando.

—¿Decepcionada?

—Te dije que no me decepcionaría de ti ¿Recuerdas?

Se acercó y me beso la frente.

—Ya veremos.

Dejó los panqueques ya terminados sobre la encimera y se quedó enfrente mío observándome comer con una preciosa sonrisa de hoyuelos.

Tome uno, una gota de manjar estaba a punto de caer por él, lo lamí. Los ojos de Alex se encendieron ante eso y se removió.

Yo sonreí conforme con su reacción. Mastique un trozo, cerré los ojos y gemí.

—Delicioso —murmure provocándolo.

Alex de pronto estaba sobre mí, me besó abriendo mi boca con su lengua, sus labios eran suaves y presionaban los míos con ferocidad. Tome su cuello y el mi cintura, su aroma me volvía loca, no pensaba con claridad.

—Te gusta provocarme ¿No es así Helena? —susurró contra mis labios.

Yo me apegue más a él y me tomó por los muslos. Me llevó a una habitación y me recostó en una cama. Era suave y olía a él.

Alex se acercó a mi cuello y comenzó a besarlo.

—Hueles tan bien —dijo contra mi piel.

Bajo hacia mis pechos y me congelé.

¿Qué demonios estoy haciendo?

Hace unos minutos no quería entrar aquí porque pensaba que eso confundiría las cosas y ahora estaba en su cama. Me sentía como una prostituta.

Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora