Cambio de página

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CAMBIO DE PÁGINA

Llevaba varias horas sentado en el jardín de su casa, a la sombra de un viejo roble que lo ocultaba de los rayos del sol. Tenía en sus manos un libro que se notaba viejo, pero hace rato que había dejado de leer. Como ya era habitual, cada vez que tomaba ese libro, no podía leer más allá de la página 105. Las líneas que allí se guardaban le hacían rememorar viejos tiempos.

Para cualquier otra persona, esa página no tendría nada de especial, pero para él significaba muchas cosas. Marcaba un final y el principio de lo que había sido su nueva vida. Para ser más precisos, su vida sin ella.

La memoria es portadora de muchos recuerdos y no sólo trabaja con imágenes, algunas veces trae consigo hasta los aromas más singulares. En esa ocasión, él pudo percibir su perfume y era un olor único, sólo ella desprendía ese aroma y le sorprendió a sobremanera que su mente lo evocara, pues ya lo consideraba perdido.

Mantuvo la mirada fija, esperando que nada lo interrumpiera en su viaje al pasado. Pudo ver su habitación, la que compartía con ella, los cuadros en las paredes, fotografías, los libros desparramados por todos lados: en el buró, en la cama, en las cajoneras, y pudo verla a ella, sentada en el balcón con los pies en alto sobre la baranda. Sostenía en sus manos un libro con la cubierta rugosa, ya no podía leerse el título y le faltaba la contraportada. Ella adoraba ese libro, lo llevaba a todas partes, hasta esa noche.

La lluvia arreciaba afuera, el balcón estaba mojado al igual que sus pies, pero ella no se movía, estaba absorta en la lectura. Él suponía que no se había dado cuenta de su presencia, hasta que ella habló.

—Si algún día me marcho —dijo de la nada— esta será mi despedida, ¿lo ves? Justo lo que se dice en esta página. ¿Me dejarás partir?

—Si quisieras marcharte, no te detendría.

—Bien.

—¿Acaso pretendes dejarme? ¿No eres feliz conmigo?

Ella calló por un instante, como pensando la respuesta y él, por primera vez, sintió miedo de perderla.

—Jamás había sido tan feliz. Creo que he alcanzado el nivel máximo de felicidad —respondió en tanto sonreía.

Habrá sido por esa sonrisa, pero él no se dio cuenta que ella no respondió a la primera pregunta.

Un par de días después, el silencio de su partida fue perceptible apenas cruzó la puerta. Todas las ventanas estaban abiertas y cada habitación estaba atestada con los ruidos provenientes de la calle, pero ninguno de esos sonidos era ella, fue así como lo supo.

Ninguna canción sonaba en el estéreo, su risa no llegaba a sus oídos ni su voz le daba la bienvenida. Sobre la silla que ocupaba el balcón había dejado su libro y un lápiz que servía de marca páginas.

No supo cuánto tiempo estuvo allí, sentado solo en el balcón. Lo único que recordaba es que ya había anochecido cuando le avisaron lo que de sobra sabía. Ella no sólo se había despedido de él, se había despedido de la vida.

Bajo el viejo roble, ya con la luz del atardecer dándole un color rojizo a todo el panorama, acarició la cubierta rugosa del libro que tenía en las manos, las hojas estaban amarillentas y deslizó sus dedos sobre ellas hasta dar de nueva cuenta con la página que buscaba. Un párrafo destacaba subrayado con tinta azul y comenzó a leer:

«A esta vida nada tengo que reprocharle, he recibido más de lo que he dado, más de lo que pude desear. El amor lo he tenido a raudales, obtuve dicha y vislumbré la felicidad. El amanecer anuncia mi partida, será éste el que guíe mis pasos por senderos nunca transitados, me promete una nueva aventura y ha llegado el momento de emprenderla. El corazón soltará su último suspiro, pero el alma abrirá sus alas y surcará los cielos. No hay tiempo para lamentaciones, pues cada final trae consigo un nuevo comienzo, yo voy en busca del mío».

Dejó de leer cuando sus ojos se anegaron de lágrimas. Se levantó y estiró las piernas. Ajeno a lo que sucedía a su alrededor, él se dispuso a seguir leyendo. Finalmente comprendía, algunas veces olvidar no significaba dejar de amar, él estaba listo para hacerlo y, después de muchos años, por fin se atrevió a dar vuelta a la página.

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