Capítulo 7. Suffocating

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[I'm in the car right now, I'm doing 90 on the freeway
Hey Slim, I drank a fifth of vodka, you dare me to drive?
You know the song by Phil Collins, "In the Air of the Night"
about that guy who coulda saved that other guy from drowning
but didn't, then Phil saw it all, then at a show he found him?
That's kinda how this is, you coulda rescued me from drowning
Now it's too late - I'm on a 1000 downers now, I'm drowsy
and all I wanted was a lousy letter or a call
I hope you know I ripped all of your pictures off the wall]

Cuando en sus manos tomó la foto que yo mismo había creado pegando una foto de Slim junto a una mía, la detuve tomándola por la espalda. Una cosa era observar, pero ¿como se atrevía a tomar cosas que eran tan personales y sagradas para mi? ¿Quién se creía? Arranqué con rabia los afiches y fotos que decoraban el sótano. El enojo de haber sido descubierto, la vergüenza al recordar el rostro disgustado de mi novia y la frustración de haber dedicado medio año por una carta, todo se juntaba en un remolino emocional que me llevó a destruir cualquier recuerdo que lo involucrara a él.

La subí casi arrastrada hasta mi auto y la metí a la maldita cajuela que por poco y no quiso cerrar. Entré de nuevo a la casa y de mi velador tomé una grabadora, la que usaba para grabar mis canciones improvisadas.

Con la grabadora de voz en mi mano derecha y la otra en el volante guiaba el auto hacia un puente. Sí no recibía la maldita carta jamás y mi novia sabía la verdad sobre mis sentimientos por él, entonces ya no importaba si estaba vivo o muerto.

La impaciencia me había empezado a matar después de haberlo visto en persona. Marshall, ese nombre lograba llenarme de irá y desespero, odiaba que me mintieran en la cara y más si era una persona especial; de los posters sólo quedaban pedazos rotos y cinta sobre las paredes.  Ahora ni siquiera quedaba el recuerdo de cuanto amé a Slim. Me encabronaba saber que me evadía, era algo que dolía cada vez más.

Bebí tantas botellas de vodka que ya había olvidado cuantas eran, solo me quedaba el amargo sabor del licor y decepción. Todas en el asiento de copiloto donde tantas veces se sentó ella para acompañarme. De nosotros ya nada quedaba, ni siquiera el amor que algún día me llevó a formar una familia a su lado.

Stan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora