Después de aquel jueves, no pudimos parar, hablabamos cada día, poco diálogo pero lo hacíamos. Y cada jueves de cada semana, terminabamos en aquella esquina, hablando poco y demostrando un cariño inexplicable.
¿Qué fue lo malo de esto? Que se acercaban las vacaciones de invierno y no iba a verlo más. Que seguramente se iba a olvidar de eso que vivimos y me entusiasmaba tanto a mí. ¿Por qué no notaba ese mismo interés en él? ¿Será que fingía? No. Pensemos en su vergüenza y en su forma de cerrarse, algo que gustaba mucho.
En fín, el día de cierre de ciclo escolar llegó y mis ilusiones caían a pedazos (o eso creía). Arrancaron las tan esperadas vacaciones pero hubo un cambio drástico en ellas. Lo veía. Fuimos al shopping (junto con Thomas y Lourdes), nos sacamos nuestra primer foto, como olvidar eso, nunca le gustó sacarse fotos y conmigo vivía haciéndolo igual."Eramos dos nenes, nos veíamos bien juntos, nos sentíamos bien juntos."
Día para no olvidar. Seguido a este, un miércoles si no me falla la memoria, fuí a verlo jugar a la pelota, corría, transpiraba, se enojaba, y yo enloquecía por dentro, era (ES) tan distinto al resto. Me gustaba en cada aspecto cotidiano.
Tercer día que lo ví: vino a mi casa, excusa perfecta, "hacer un trabajo de historia", admito, lo hicimos pero las miradas y los besos nunca se cortaron. ¿La vergüenza más grande? Había llegado mi papá, no lo conocía y sin embargo, lo saludó con una sonrisa y se fue. Quería que la tierra me trague.
Estos acontecimientos, llevaron a instalar mayor confianza en nosotros, una confianza tan veloz que el hecho que ocurra después muchos lo creyeron "muy rápido" pero sin dudas, lo mejor de mi vida. Mi mejor decisión y mi alegría durante tiempo indefinido.