Comencemos por el principio. Tiffany y Daniel, convertidos en pareja del destino gracias a una entrevista de trabajo exitosa. Llegando a una empresa con un excelente currículum, consiguiendo trabajo en pre prensa siendo novata, una experiencia algo difícil, pero como yo siempre digo "no necesito fácil, solo posible". Luego de un tiempo aprendiendo lo básico y lo avanzado, conoció algo más profundamente al jefe de la gran empresa. Enrique Montero, se volvieron íntimos amigos rápidamente cuando, conoció a Daniel Montero, el hermano de Enrique. Y se puede decir que fue una corta historia de amor que mientras duro, estuvo llena de promesas, amor, risas y alegría. Pero como toda buena propaganda para los románticos empedernidos existentes, no hubo una solución para el corazón roto de Tiffany. Cuando Daniel se enteró de que ella estaba embarazada no pudo seguir más con la mentira. Tenía un matrimonio estable con dos retoños que casi cumplían la mayoría de edad. Fue una perdida muy grande para ella, y a pesar de que las peleas lo alejaron para siempre, ella salió adelante, no importando que ella sea madre soltera, ella siempre se vio decidida y fuerte. No iba a permitir que su hija naciera y viviera con todas las adversidades que ella vive (aunque me tocaron varias, se le sumaron las propias). Tiempo después, el veintiuno de Junio de dos mil uno, en el Hospital de México ubicado en la hermosa ciudad de México nací yo, Elizabeth Montero Jiménez. Dando vida a esta historia. No recuerdo toda mi vida pero si lo esencial, que me inspira día a día para seguir adelante. Una casa, seis personas viviendo en ella. Compartiendo la comida y los recursos, pero, las peleas fueron demasiado para dividir la familia en dos partes. Yo me halló en la más pequeña. La familia Jiménez, conocida en la colonia por ser chapada a la antigua, constaba de cinco miembros. El padre Álvaro Jiménez con una idea del machismo inmensa, la madre Blanca Cruz; quién obedecía hasta el más mínimo deseo de su esposo. El hijo mayor Jesús Jiménez, a quién se lo podría describir con dos adjetivos; humilde y sencillo, la hija de en medio, Tiffany Jiménez quién tenía una visión de vida más allá de sus posibilidades (al igual que yo en este momento) y el hijo menor; Álvaro Jiménez, el consentido (y burro) de la familia. Todos se dedicaban al negocio de la familia, la panadería; y cuando digo todos me refiero a todos. Con diez años o menos los tres retoños debían trabajar para ayudar a llevar dinero y comida a la mesa. Tenían como paga un poco menos del sueldo mínimo acordado en ese tiempo, cuando llegaban de la escuela tenían que, inmediatamente ponerse a trabajar; cada uno tenía una labor. Siempre fue lo mismo, hasta que el primer hijo terminó la secundaria. Se preguntarán ¿qué pasó?, pues ahí se quedaron sus estudios, llevándose consigo los sueños de una carrera en robótica. Dedicándose por completo al negocio familiar. Cuando la segunda terminó la secundaria, hubo una pequeña (gigantesca) revuelta, pues ella iba a seguir estudiando. Ahí es cuando se puso buena la cosa. "No voy a quedarme atascada aquí, no puedo, no quiero. Este no es el estilo de vida que quiero llevar, no puedo. Esto depende de mí ahora". Era lo único en lo que podía pensar Tiffany, ¿ser considerada panadera en el negocio familia? Ni loca, pues sus aspiraciones llegaban a más. Cuando la revuelta con los padre se armó, terminó ganándola, pero a un costo alto. —Está bien, continuarás tus estudios, pero no dejarás de trabajar. Se aumentará tu cuota para que compenses el tiempo de pasajes. Y lo que necesites de dinero para tus materiales irá directo de tu sueldo, no existirá un centavo más para ti en esta casa. Las palabras la dejaron atónita, pero eso no logro que desistiera, en el famoso examen COMIPEMS quedó en su primera opción. La Escuela Nacional Preparatoria No. 9 Pedro de Alba. Ubicada en Avenida Insurgentes Norte #1698, Gustavo A. Madero, Lindavista, 07300 Ciudad de México, D.F. Se propuso hacer un excelente bachillerato y así fue, pero lo fácil era pensarlo, pues cuando llegaba a casa, no podía tirarse en la cama (si es que a unas mantas en el suelo se le puede considerar cama) después de un día cansado, pues apenas entraba; grandes charolas repletas de pan. Las cuales debía acomodar. Un arduo trabajo el cuál se acababa mínimo a las dos de la mañana, era entonces cuando
comenzaba a hacer los deberes de la escuela. Terminando con suerte a las cuatro de la mañana, durmiendo una hora o dos para ducharse y salir en ruta hacia la preparatoria. Cuando llegó el momento de Tiffany para elegir carrera, se debatía entre Comunicación y diseño gráfico o Derecho. Una decisión muy difícil según las anécdotas narradas, al final optó por la primera. La Ciudad Universitaria de la UNAM, ubicada en Xochimilco era la siguiente parada en la vida de Tiffany. De mamá, a quien admiró demasiado. Luego, cuando el hermano más pequeño terminó la secundaria, también entró a la preparatoria pero ni siquiera terminó el primer año, se metió a trabajar a una compañía de telefonía celular perteneciente a Iusacell y Unefon pero se casó muy joven y terminó siendo padre a los veinti algo años. Pero esa historia es para más después. Cuando Tiffany se hallaba a finales de la preparatoria, Álvaro (padre) tomó la decisión de irse a vivir a Estados Unidos (como inmigrante obviamente) pero no mucho tiempo después regresó. Pero se volvió a marchar, maso menos cuando ella acabó su carrera. A la fecha actual no ha regresado. Todo se volvió más difícil de sobrellevar, en especial la panadería. Mi abuela terminó por dejarlo, claro, cada quién tuvo que buscarse un trabajo. Ella como ama de casa y de vez en cuando vendiendo cosas en un tianguis que se pone arriba de donde vivíamos, Jesús consiguió trabajo como vendedor en puestos en Tepito, Álvaro (hijo) ya habíamos mencionado y Tiffany en una empresa de diseño gráfico y textil. Como su primer despacho, después fue variando en diferentes del mismo hasta llegar como media novata a Ediciones La Rueda. Donde tuvo diferentes puesto como asistente en pre prensa, editora, vendedora, diseñadora. Pero siempre tuvo el de amiga. La casa en la que vivieron ellos durante casi toda su vida, y yo la mayor parte de la mía (hasta hace poco) se conformaba de techo de lámina, suelos de sacos y tierra, y un solo piso de cemento frío como un témpano de hielo. Con, una televisión análoga y sin puertas para dividir los cuartos y recámaras. Un baño que se compartía con la familia vecina, por parte del hermano de mi abuela Blanca. Tampoco había separación entre las casas, eran unidas. Tiempo después, se colocó una reja hacia nuestra casa, separándonos de nuestra familia vil y egoísta, también pusieron un baño adentro, el cual siempre se encontrara limpio, no como la porquería que se compartía, siempre sucio y apestoso. Se colocó cemento en el suelo, era mucho más cómodo. La casa se volvió algo menos empobrecida, más civilizada tal vez. El tiempo que yo viví ahí, la casa tenía sus deficiencias, (ya no como antes, pero las tenía) pero era un hogar. Eso era lo que importaba.
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Nunca te des Por Vencido.
Non-FictionLección de vida. ¿Qué es eso? Hasta hace poco, esa frase no tenía significado alguno para mí, o al menos eso pensaba. Tal vez siempre estuvo ahí, solo que ocultó; esperando el detonante para darme cuenta. Y pasó. Mi vida no fue la más sencilla que d...