Capítulo 1

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    CAPITULO 1

El sol radiante como cada mañana ya hacía estragos en los rostros de las personas obligándolas a levantarse para cumplir su cometido, unas se iban a trabajar, otras a sus clases lectivas y otras simplemente a vaguear en la cama por que no tienen nada que hacer.

El calor golpeaba sobre la gente desde hace varios días, una ola de calor había visitado a la ciudad de Zaragoza dejando a las personas como zombies que buscan sombra desesperadamente. Para algunos eso no importa ya que se quedan en casa y en ella tienen aire acondicionado, ventiladores y un frigorífico donde meter la cabeza.

Todo es observado desde el aire por una paloma que vuela agobiada buscando un lugar donde refugiarse de tan espantosa ola de calor. Observando ventanas ve a lo lejos una que parece abierta y no parece haber nada ni nadie que le moleste mientras descansa. Instintivamente desciende unos pocos metros y vuela a gran velocidad para posarse en la ventana lo antes posible. Ya estaba a pocos centímetros de la ventana cuando el sol se reflejó en ella, pero la paloma con poco reflejos se dio cuenta tarde y ¡PUM!, un sonido seco retumbó por aquella casa despertando a un joven trabajador.

-¡Mierda!, se han vuelto a estampar contra el cristal del salón.. ¡A este paso se lo van a cargar! -Otro golpe sonó aún más fuerte chocando contra el cristal -Aggg... Todas las mañanas igual... -Se dio la vuelta y puso la cara sobre la cama. -Vaya barrio... - Las palabras apenas se entendieron ya que su boca estaba llena de sábanas. Su habitación, al igual que la mayoría de su casa, estaba desordenada, tenía papeles en la mesa junto con algunos libros de animales. El salón estaba algo más ordenado por si recibía alguna visita inesperada. -Uf... Me voy a vestir y a ir al parque para relajarme entre los arboles con la música...

El joven era amante de la naturaleza, iba va de vez en cuando a expediciones de montaña y a pasear turísticamente por ríos para hacer fotos. Pero hoy prefería cobijarse en las sombras de los arboles para aguantar la ola de calor. Una vez vestido, cogió su cámara de fotos (siempre la llevaba por si acaso se presentaba una escena realmente épica), su MP4 y se fue al parque.

Eran las 8 de la mañana, aún se estaba bien en la calle, pero el sol ascendía y daba más calor, así que se apresuró en llegar.

-¡Lucas! -Gritó alguien a lo lejos.

-¿Eh? - Se giró y vio a una persona corriendo hacia él. Intentó fijarse en la cara, pero llevaba una gorra que le hacía sombra en la cara y era imposible de reconocer. Lo único que supo es que era una chica.

-¡Lucas! -Volvió a gritar ya a escasos metros de él. Entonces se avalanzó sobre él y se le fue la gorra dejando ver el rostro de esa persona.

-¡Ah! - Ambos cayeron al suelo y entonces Lucas se fijó en la chica. - ¡Verónica! ¿No estabas de viaje?

-Volví ayer, quería llamarte para quedar con los demás, pero no me dio tiempo, ha sido una suerte encontrarte aquí, ¿A donde ibas?

-Al parque a escuchar música, no puedo estar en casa, no tengo nada que hacer.

-¿No trabajabas en la veterinaria por las mañanas?

-Me han concedido tres meses de fiesta debido a que el jefe estaba de buen humor por que va a ser padre.

-¡Que suerte!

-Sí, me tiene especial cariño. -Después de un silencio incómodo que pareció una eternidad Verónica prosiguió.

-Me dirigía a casa de mi madre, será mejor que me vaya ya, se impacienta mucho si tardo.

-Tranquila, y ya quedaremos con todos.

-¡Adiós!

-¡Hasta luego!

Después de aquel repentino encuentro Lucas siguió con su planing y se fue a parque hasta que fue la hora de comer. Había sido una mañana normal, lo único que había visto era gente paseando a perros y parejas achuchandose y dándose besos como si no hubiera mañana. Que envidia les tenía...

Una vez en casa se preparó un plato de macarrones blandurrios, no le apetecía cocinar, y total, estaba solo, así que no se esmeró mucho en preparar algo mejor. Al terminar de comer se tumbó en el sofá y se quedó dormido en un santiamén. En su mente se formaban escenas, se repetían una y otra vez:

-¿Mamá? -Era la voz de un niño, estaba deambulando por un bosque oscuro con dificultad. El bosque estaba formado por pinos enormes, estaban rasgados y tenían marcas de arañazos tan gruesas como su mano. -Mamá, ¿donde estás? - Sus pies daban vueltas por la seca hierba de aquel lugar. Las escenas eran borrosas, transcurrían a mucha velocidad y apenas se podían apreciar los alrededores. Un gruñido grave que hizo retumbar el suelo sonó por el bosque, justo detrás de él, y el niño se giró para ver quién había gruñido así. Un gigantesco espécimen de cuatro metros de altura estaba mirándole, tenía la boca llena de babas que le chorreaban a grandes cantidades. Era morado y tenía unas garras que parecían capaces de rasgar hasta el acero mas resistente. Dio un paso y entonces el niño la oyó.

-¡Hijo, ven! - Una señora estaba en un coche lleno de barro. -¡Corre, entra en el coche! -Entonces el niño se lanzó a la carrera hasta llegar a la puerta del coche. Con un pie dentro de el, el espécimen gruñó de nuevo, esta vez hizo temblar los cristales del coche, el niño se paró en seco y lo miró. En sus ojos se apreciaba tristeza y dolor. -¡Sube ya al coche! - El niño subió al coche y el cierre de la puerta provocó un sonido que hizo despertar a Lucas.

-¡Ah! -Un suspiro salió de la boca de Lucas. Estaba sudando y temblando. Llevaba tiempo soñando siempre lo mismo cada vez que se quedaba dormido por la tarde.

-¡Miau! -Un gato se asomó por la puerta del salón preocupado al oír aquel grito. Era un bonito gato naranja a rayas mas oscuras, con unos ojos azules como el cielo y una nariz rosada.

-Tranquilo, Guantes, he vuelto a tener esa pesadilla, estoy bien. -El gato se acercó a Lucas y se subió en sus piernas y empezó a generar un suave ronroneo. -Eres de lo que no hay... te aprovechas de mi.

-Miau.

-Esta bien... te haré mimos... -Se sentó bien en el sofá y el gato se acomodó en las piernas de su dueño cerrando los ojos mientras éste le acariciaba. Encendió la televisión y se puso a ver un concurso en el que si superabas las pruebas con éxito, te daban un premio de 500.000 euros. Las pruebas consistían en agilidad, y el concursante que las hacía no parecía tener mucha.

Se quedó embobado con la televisión hasta que volvió a la realidad.

-¿Qué hora es? -Miró el reloj -¡Las ocho! Mierda... no me he preparado la cena. -Guantes pareció entender la palabra “cena”, por que al oírla se despertó y levantó la cabeza. Lucas lo observó -Tú también tendrás cena, vamos a la cocina. -Guantes bajó enérgicamente al suelo y fue hacia la cocina corriendo.

Lucas se preparó una tortilla de patata, y le dio a Guantes una lata de hígado de pato triturado mezclado con atún. El olor llegó hasta el gato que se empezó a poner impertinente restregándose con la pierna de su amo.

-Ya voy, ya voy. -Se la tendió y en menos de un segundo el gato ya estaba devorando el delicioso manjar. -No se como te puedes comer eso...

Cántame al oídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora