Alexander el rompe corazones

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Llegué a la universidad, estacione el auto en el estacionamiento, llevaba mis cosas en mano, camine por los grandes pasillos de la gran Cambridge, buscando alguien que pudiera orientarme, todos me veían raro, tal vez era por el hecho de ser nueva.

Un chico de cabello castaño se acercó a mi, su mirada azul se clavo en mis ojos, sentía como mis mejillas se ponían coloradas y el las notaba por aquella sonrisa que aún mantenía en su rostro.

- Veo que necesitas un poco de ayuda, ¿Acaso buscas tu salón? - preguntó con un tono grave y sexy.

- Yo... Sí por favor, buscó el salón D-5 ¿Sabes dónde queda? - pregunté tratando de no verme como una tonta frente a ese chico.

- Justamente yo voy ahí, así que sigueme ahora, soy Alexander. - dijo mientras me observaba.

- Oh vaya, yo te sigo. - respondí mientras observaba como todos nos veían, algunas personas comenzaron a murmurar, pero hice caso omiso.

- Hey Alex, ¿tan rápido ya tienes a otra mujer con quién acostarte? Eso es un récord. - grito un chico alto conuna chaqueta deportiva.

No pude evitar ponerme nerviosa, pensé que Alexander voltearía y me aclararía aquel asunto pero no lo hizo, así que mantuve distancia con el a pesar de que lo seguía, ahora comprendía porque la gente murmuraba y eso había sido una señal para saber que era el típico chico que quiere conquistar a toda la universidad.

- Este es el salón, bienvenida a la universidad, por cierto ¿Tu eres..? - guiño el ojo mientras se sentaba a un lado mío.

- Muchas gracias Alexander, soy Camille. - respondí mientras miraba como todo el salón prestaba atención a nosotros.

- Hermoso nombre, así como tu nena. - volteo a verme tratando de coquetearme.

- Ah, no soy linda pero gracias. - me encogí de hombros mientras una chica de cabellera negra se acercaba a mi.

- Cuidado nueva, este chico se mete con cualquiera que llegué y sea guapa, ha pasado por tantas chicas, deberías de contarle mi querido Alex. - dijo la pelinegra mientras me fulminaba con la mirada.

- Joder, ¡Calla Steph! - gritó Alexander.

La pelinegra se acercó a el y sin pensarlo dos veces lo beso con pasión, y el no dudó en corresponderlo, me sentí incómoda así que mire a otro lado fingiendo que no miraba aquel espectáculo.

Todo aquello fue suficiente para saber que me debía mantener alejada de aquel chico castaño.

Escapate sí puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora