Habitación blanca.

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Estaba bajo las sabanas cuando escuché que la puerta se abría y la señora que no conocía dejaba un asqueroso almuerzo con olor a mierda.
-Come. Después volveré con tus medicinas.
Luego escuché como la cerraba. Ya se había ido.
-No pasa nada. Estás a salvo conmigo.
¿Era...
No quería estar cerca de él. Por su culpa estoy lejos de mis padres y de mis amigos. Él me aseguraba que no correría peligro si estaba a su lado, pero por estar tan cerca de él estaba completamente sola y encerrada.
-¿Me tienes miedo?-seguía bajo las sabanas por lo que no sabía en que punto de la habitación se encobtraba.
Intenté responderle pero sentía que mis cuerdas vocales no funcionaban, no respondían a mi petición de decirle que se largara.
-Te podría sacar de aquí, y lo sabes.
Quería decirle que no necesitaba de su ayuda pero todavía no conseguía hablar. Era cierto. Él sabía todo lo que pensaba y todo lo que sentía. No debía esforzarme tanto.
-Bien. Pues entonces saldrás sola-escuché sus pasos alejarse y luego silencio. Lo que necesitaba. Lejos de él. Legos de su precencia. Un poco de libertad no me hacía mal.
Cerré los ojos para disfrutar de mi unica precencia en esa blanca habitación solitaria cuando escuché que la puerta se abría nuevamente.
-Aquí esta tu medicina. Sal de ahí Sam.

Mi demonio convertido en amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora