Como empezó.

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Era el último bello atardecer que apreciaría de pequeña.
Los últimos rayos del sol golpeando el rostro de mi supuesta madre y evidenciaba las lágrimas que caían por sus mejillas y llegaban a su blusa rota. No entendía porque lloraba si para mí era una muy linda tarde.
Antea de salir de la pequeña casa en la que estábamos alojadas, mi "madre" me había hecho un moño apretado y me había puesto un lindo vestido de mangas largas que me llegaba a las rodillas. Era el único vestido casi intacto que me quedaba. Me puso también unas zapatillas de charol y un abrigo sucio. Lo hizo con tanta delicadeza que llegaba a ser extraño.
Andábamos de la mano por una calle amplia (podría incluso ser una avenida), y los faroles ya comenzaban a encenderce.
Llegamos a un edificio de cuatro pisos y mi "madre" se agachó en frente de mí para queda cara a cara. Sus lágrimas comenzaron a caer en mayor cantidad; lo trsite era que jamás la había visto así antes. Era desconcertante.
Desde afuera del edificio podía oir a muchos niños que jugaban y se divertían. Cualquier niña de 6 años (como yo tenía en ese entonces), se hubiera emocionado con los ruidos que provenían de aquel edificio, sin embargo yo estaba más preocupada de la espresión en el rostro de mi "madre".
~¿Mamá? No llores~mis palabras no ayudaron, sinó que lo empeoraron todo. Comenzó a llorar aún más casi olvidando que yo me encontraba delante de ella. Me soltó las manos y se quitó las lágrimas del rostro.
Comencé a llorar también. La inquietud que sentía anteriormente se desvaneció y le dejó espacio a una enorme tristeza.
~¿Quieres ir a jugar Sam? Adentro hay muchos niños de tu edad. Te dvas a divertir~me miró a los ojos e intentó formar una sonrisa en su rostro lleno de culpa.
~Volverás por mí ¿verdad?
~Por su... por supuesto~se levantó soltándome ambas manos y agregó:~ Me debo ir Sam. Toca la puerta y pide que te resivan. Volveré. Es una promesa.
Vi como se alejaba rápidamente. En mi injenua mente pensé que quizá había encontrado trabajo o algo por el estilo. No teníamos dinero en ese momento y había visto muchas veces a mi "madre" hablando con otras personas en nuestra misma situación que ayudaban a conseguir trabajos de medio tiempo y sueldo mínimo. No era mucho lo que se ganaba pero servía para conseguir algo de pan y jamón.
Subí la pequeña escalera que llevaba a la puerta y toque dos veces. Me senté en el suelo y esperé a que alguien abriera. Esperaba que saliera una de estas viejas malhumoradas, pero en realidad cuando se abrió la puerta apareció una mujer joven que parecia amable.
~¿Qué te pasó pequeña?~dijo preocupada arrodillandose a mi lado.
~Mi mamá quiere que me quede aquí mientras ella vuelve.
Me tomó de la mano y me levantó al mismo tiempo en que ella lo hacia. Sus manos eran suaves, su ropa humilde: una falda larga suelta marrón y una polera de pabilo negra. Usaba el cabello suelto que le llegaba un poco más abajo de los hombros, y sobre la cabeza traía unos lentes para leer.
~Entra conmigo~me dijo a la vez que tiraba de mi hacia adentro.~Tengo comida recién hecha. De seguro tienes hambre.

Mi demonio convertido en amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora