Príncipe Exiliado I

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Hoy era el día, fingiamos la típica normalidad, pero en el fondo sentíamos alegría. Pues hoy era el fin de esta trágica pesadilla, viviamos atados al remo, y dios no quiera que pares... A menos que quieras que te hagan papilla.

El turno de noche de seguro que estaba remando, ha llegado el momento, nos estamos impacientando. El oleaje apenas sacude el navío, sin duda mejor día no pudo ser elegido.

La calma reinaba en la cubierta y la tension en las celdas era completa... Pues de mi habilidad la misión depende, sin embargo el guardia se está desahogando con otro esclavo... Nunca aprende.

Llamo su atención, me tiro al suelo, y ante su pregunta respondo con vacilación. El guardia entra, es obvio que viene darme una lección... Más todo esto forma parte del plan, que empiece la acción.

Ruedo hacia la izquierda ignorando mis heridas, el guardia se gira, más mi patada le acaba de partir algunas costillas. Sin dejarle gritar, con un revés y un golpe dirigido, consigo que deje de respirar.

Hoja en mano abro las celdas de mis compañeros de remo, si el plan se efectuaba a la perfección podríamos acabar hasta con el luchador más fiero. Formo cuatro pelotones, todos tienen distintas misiones.

El primer grupo debe descender a liberar al último turno, mientras que el segundo deberá trepar para soltar las velas bajo el cielo nocturno. El tercero despejará la cubierta para así el ancla levantar, dejando a mi pelotón la tarea más dificil de realizar.

Al capitán y su unidad debemos eliminar... Con un puñal y las armas que acabamos de robar. El plan sigue su curso y ante la puerta del capitán al fin, se oyen risas, parece que no saben acerca del motín.

Sudor frío y nervios de acero, irrumpimos en la sala, ahora estamos en su terreno. La sorpresa acabó con dos oficiales, pero al final mi pelotón no fue capaz de eliminar al resto de los comensales.

Salto por la mesa y mi puñal vuela cortando hasta la última cabeza, fui adiestrado para esto... Me obligaron a usar la fuerza. Sólo me falta el capitán, al cruzar la espada lo vi claro, aquel hombre era más experienciado.

El capitán y yo una vez fuimos amigos... Pero aquello eran otros tiempos, ahora nos obligan a ser enemigos. Puse fin a su vida clavando mi espada en su corazón, estocada limpia, apenas manchó la habitación.

Al abrir la puerta la luna iluminó mi nueva tripulación, lo habiamos conseguido, el plan se cumplió casi a la perfección. Habíamos tomado el barco, pero no había tiempo para celebración.

Soy el príncipe heredero al trono, los conspiradores me lo usurparon, y así de esa forma me exiliaron. Más juro que volveré! A mi país jamás abandonare!

El plan no ha acabado, pues tenemos un galeón a cada lado. Aún no nos han visto... Es lo que tienen estos chiflados, nombran capitán al menos listo.

Y ahora si me disculpáis tengo un combate que ganar, dos galeones que destrozar, un grupo de esclavos que capitanear y lo más importante, un reino que recuperar.

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