El sol se iba ocultando, como tratando de huir de aquel revoltoso cielo de tonos verdes, amarillos y violetas. Entre las ruinas de lo que una vez fue una ciudad de blancos y altos edificios, un grupo de siete personas, vestidas con trajes de protección contra radiación, se abría paso.
- ¡Profesor! - exclamó, con voz femenina, una persona cuyo traje era color amarillo.
- ¿Qué ocurre? - respondió el único que vestía con un color diferente.
- Encontré un manuscrito.
El hombre vestido de azul se acercó y tomó, entre sus manos enfundadas en guantes negros, aquellas viejas, amarillentas y sucias hojas y las examinó por un momento.
- No parece nada importante. Bótalas.
- Pero parece que es un diario escrito durante el tiempo del "Virus V".
Casi de mala gana y tras un sonoro suspiro, el profesor tomó el manuscrito y lo guardó en un pequeño morral blanco que llevaba.
En otro lugar, otros dos recolectaban muestras de tierra, agua y algo de musgo para analizarlo.
- Cien años y el virus aun vive en el agua y en el musgo - Se quejó sorprendido uno.
- Eso aun no lo sabemos. No hay que ser pesimistas, Robertson. - reprochó el otro.
Luego de casi cinco horas de búsqueda, recolección de muestras, el grupo salió de aquellas ruinas y montaron en un vehículo especial y emprendieron el viaje de retorno. En el camino y ahora sin los trajes, era posible distinguir a las personas que fueron a aquella expedición. Eran cinco hombres y dos mujeres, entre ellos estaba el profesor, hombre de piel arrugada y de tono grisáceo, de escasos cabellos canos. El profesor supervisaba el trabajo de sus colaboradores.
- Susan, Robertson por favor preparen las muestras en orden. Jackson, mantén el vehículo por zonas más llanas. Los demás pueden ir preparando un tentempié.
Los muchachos asintieron y se pusieron a trabajar.
Una muchacha de piel negra y cabello castaño y ondulado iba preparando emparedados mientras un chico delgado y nariz aguileña preparaba café para todos y el tercero, un rechoncho hombre bajito que usaba anteojos cuadrados, iba repartiendo la comida.
El viaje fue no tuvo mayores inconvenientes y luego de un par de horas llegaron a lo que parecía una fortaleza de paredes blancas y con un gran portón de metal. Desde el vehículo, el muchacho que respondía al nombre Jackson, presionó unos botones en el tablero de control y el portón se abrió permitiendo la entrada del grupo de investigación.
- Guarden todo para empezar los estudios mañana y descansen chicos, buen trabajo el de hoy. - Dijo con una sonrisa el profesor mientras se despedía y se encaminaba a su habitación.
Los otros investigadores se sorprendieron al escuchar eso de su jefe y mentor pero acataron felices sus palabras pues estaban muy cansados.
El anciano se apresuró a su habitación, cerró la puerta con llave, encendió la lámpara de su escritorio, sacó los manuscritos y empezó a leer.
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La Carta de Pamela [Corrigiendo]
Science FictionAdvertencia: Lectura no recomendada a menores de 14 años. Un manuscrito encontrado en unas ruinas narra lo acontecido durante el tiempo en que una pandemia horroriza al mundo. Pamela, la autora, comparte lo que vio y vivió estando infectada por un e...