A salvo

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Me desperté después de no sé cuanto tiempo, me dolía la cabeza y la garganta. Al llevar una mano a mi adolorida cabeza noté que mi cabello, tiempo atrás largo y ondulado, estaba corto, muy corto. Mi cuello lo rodeaban unas vendas. No sabía que pasaba.

Me encontraba en una habitación que se asemejaba mucho a la que compartía con una amiga en el campus de la universidad, solo que carente de muebles y decorada de manera minimalista.

Miré por la ventana, me encontraba en el séptimo piso de un edificio. Por lo que podía notar, me encontraba en la zona segura, se veía gente caminando tranquilamente por las calles. Por un segundo creí que la pesadilla había terminado pero ¿y mi cabello? ¿por qué me dolía la garganta?

Intenté hablar pero no pude, incluso cada vez que intentaba proferir sonido alguno mi garganta dolía muchísimo. Busqué en la habitación en la que me encontraba, solo encontré las cosas que llevaba durante el enfrentamiento a esos zombis pero era justo lo que necesitaba encontrar. En mi cartera pude encontrar una nota y una memoria para celular, la nota decía solo que las respuestas estaban en esa memoria.

Coloqué la memoria en mi celular y se reprodujo un video. Se veía al viejo doctor que me había encontrado en el pasillo antes de inyectarme ese último día.

- Espero que estés satisfecha. - empezó con una sonrisa irónica. - No trates de hablar por un tiempo, lo que tuvimos que hacer fue una pequeña operación para extraerte las cuerdas vocales, no fue difícil.

La sorpresa no cabía en mi pecho, mi mente se negaba a creer que eso no era una broma pesadísima. Pero lo que continuaba peor sobretodo por su mirada. Esos ojos verdes brillantes que podían expresar mucho... que te liquidaban.

- Te responderé las dudas que, seguramente, se están formando en tu cabecita. - Una sonrisa se dibujó en su arrugada cara y luego de respirar empezó su explicación.

- Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha buscado la manera de burlar la muerte y así vivir para siempre. Hasta el momento la ciencia solo fue capaz de prolongar la vida mas no volverla eterna.

A pesar de esto, la búsqueda jamás se detuvo. Yo mismo me encaminé en esta aventura con la intención de no fallar como mis colegas. Fue así como empecé a probar uno y otro método para alterar la biología de un ser humano, su genética pero no te aburriré con palabreo técnico que no entenderás, ni te interesa.

Tras muchos intentos fallidos, logré una forma de mantener la transmisión de material genético en una cantidad mayor y más constante de manera que el envejecimiento sería un proceso más lento, casi inexistente. Aumentando el tamaño de los telómeros eso es posible, pero no era algo permanente así que me puse a trabajar en un virus sintético que pueda generar e inyectar telomeraza capaz de alargar los telómeros, es decir aumentar el número de veces que una célula puede dividirse.

Al final pensé que lo había logrado pero un fallo de cálculos hizo que este virus genere telomeraza pero no lo inyectaba en todas las células provocando mutaciones físicas e involución mental... ¿te suenan conocidos esos síntomas? ¡SÍ! Yo creé el virus que infecta y aterroriza al mundo. Mucha gente está muriendo pero, luego de varias noches sin dormir buscando una solución a lo que había creado, una luz me iluminó y tuve una revelación. Esto no está mal del todo, el mundo necesita de esto, necesita de un reinicio y era lo que yo estaba provocando pero las alarmas sonaron y mis colegas científicos se pusieron a trabajar en una cura.

Te cuento todo esto porque no puedo permitir que mi plan de un nuevo mundo sea realidad. No es necesario que muera toda la gente, claro que no, pero necesito menos gente en el mundo y usted querida señorita Pamela será quien me ayude.

Dentro de su organismo hay una versión mejorada del virus V. Tuve que inyectarte el virus y luego quitarte las cuerdas vocales, solo por si acaso. Mientras respira ahora mismo, el virus viaja por su torrente sanguíneo y basta una gota de su sangre o un estornudo suyo para que una persona cercana a usted se infecte y este infecte a otra persona y así. Y por cierto, esta vez el virus avanzará mucho más rápido.

Creo que lo último que falta decirte es como hice para meterte en la zona segura de la cuidad. Simple, una vez implantado el virus en tu organismo se te inyectó un aislante para que el virus pasase desapercibido durante la última revisión antes de darte el acceso. Fue muy simple.

Gracias por tu colaboración y adiós.

Esas fueron las últimas palabras que oí de aquel hombre. Aun no puedo creer que mi vida termine siendo una marioneta manejada por un desquiciado.

Espero que alguien lea esto pronto, pues supone la salvación de los pocos humanos sanos hasta el momento. Por mi parte, según entiendo si me encierro en esta habitación y no permito que el virus salga de mi organismo o si lo mato antes quizá haya una esperanza. Espero que mi sacrificio sirva de algo.

Atte. Pamela West

La Carta de Pamela [Corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora