Se acercaba el invierno y con ello, la competición más importante que había tenido en todos mis años como luchador, me disponía a luchar por el primer puesto en el ranking mundial de muay thai.
Había estado entrenando durante día y noche, lloviera, tronara o incluso nevara. Estaba muy ilusionado con esa competición pero a Sara no le gustaba la idea.
Sara es, en ese aspecto, una chica bastante cerrada y apartada de todo tipo de violencia o pelea, y en este caso, de las artes marciales. No le hacía mucha gracia que me pegaran, de verme sufrir, aunque lo que ella no entendía era que yo realmente disfrutaba practicando mi arte marcial preferida. ¿Que si tenía miedo? Claro. Me enfrentaba contra el mejor contrincante y uno de los mejores luchadores de muay thai de todos los tiempos, pero no perdí esperanza en ningún momento.
Faltaba una semana para la competición y mi cara ya salía en casi todos los carteles de la ciudad, en las noticias y en los diarios. Sara, que era además, una chica muy curiosa, buscó a mi contrincante Carl Dickon, Estadounidense de Texas, 90 kilos de masa muscular, también llamado La Cosa por una mala pigmentación en su piel, en uno de sus brazos, que el contraste de colores simulan piedras. Fue a verlo entrenar a su gimnasio y no le gustó nada lo que vió. Nada más salir del gimnasio vino a verme con los ojos aún rojizos por haber llorado hace poco.
Sara: "Renán, deja el combate, ser el segundo en el mundo no está mal."
Renán: "Sara, sabes que no puedo hacerlo, no lo hagas más difícil, he entrenado muy duro para esto, no me hará daño."
Sara: "Pero, ¿y si lo hace? No quiero perderte."
Renán: "No lo harás, te lo prometo. Cuando se acabe el combate te sonreiré y correré hacia a ti para besarte."
Sara: "No me acaba de convencer, tengo miedo...pero si es lo que a ti te gusta, lo aceptaré porque te quiero y porque quiero que hagas lo que te guste."
Renán: "Yo también te quiero, amor. Y para demostrarte que no hay nada que temer, te daré mi toalla y serás tú quien decida si hay que parar el combate o no y cuándo, así estarás más tranquila."
(Renán, sí, Renán fue el nombre que me puso mi padre en honor al filósofo René Descartes, mi padre era amante de la filosofía y centró su vida en la famosa frase : "Cogito ergo sum" (pienso, luego existo) de este filosofo ya que según él, la gente hace las cosas sin pensar y luego se arrepienten de ello, aunque según mi criterio, a veces es mejor hacer las cosas sin pensar y de esa manera, no pierdes tiempo pensando en si haces o no haces algo y gracias a ese criterio, conocí a Sara.)
Las 19:45, a diez minutos de entrar al ring para las presentaciones de los luchadores. Mis piernas quisieron hacer el intento de temblar, pero no lo permití porque iba a cumplir mi sueño desde niño. Gritos, aplausos, pantallas, luces...nada importaba solo quería saber donde estaba Sara. Oh sí, ahí estaba sentada en primera fila junto a mi padre, los dos abrazados a mi toalla bordada con mi nombre en azul eléctrico y con las lágrimas a medio caer.
El corazón me iba cada vez más y más lento, la sangre fría empezaba a correr por mis venas.
*Sonido de campana*
La Cosa empezó fuerte, no tardaría en cansarse, yo preferí reservarme para más adelante así que me centre solo en esquivar, defender sus ataques y contraatacar. Sus brazos ya empezaban a cansarse hacia la mitad del combate, era el momento de sacar lo que tanto me había estado reservando. Al principio parecía irme bien la técnica pero se ve que lo que había hecho era empezar fuerte como señuelo e ir aflojando para cuando yo apretara, sacar también él. Lo sé porque cuando me dispuse a dar uno de mis mejores golpes hacia su mandíbula, consiguió pararme y me dio con todas sus fuerzas en la cabeza.
Estando en el suelo, rozando lo que parecía un desmayo, solo podía verla a ella, a mi padre y a mi madre a su lado. Sara se levantó llorando apunto de tirar la toalla cuando, con la cara sangrando y escupiendo sangre le grité para que no lo hiciera. Un silencio profundo se apoderó de la sala. Quedaban pocos minutos de combate y parecía tener las de ganar él.
Me levanté con todas mis fuerzas restantes y le machaqué a golpes, a bocajarro, hasta que le solté una patada en el cuello que lo dejó inconsciente.
*Sonido de campana* *Y el ganador eees.....Renán*
No me lo creía, mi sueño cumplido, junto a mis seres más preciados a pocos metros de mí. Pero había prometido algo así que esquivé la mano del arbitro, salté casi llorando del ring y besé a Sara con todas mis fuerzas. Acto seguido caí inconsciente.
Al parecer no fueron más que los nervios juntados con el fuerte golpe en la cabeza que había sufrido.
Después de haberme curado las heridas y demás, fuimos a cenar los tres al mejor restaurante italiano de la ciudad. Y allí, con mi padre delante, se lo propuse.
Renán: "Sara, no te lo he dicho antes por miedo a tu respuesta, pero ahora, habiendo cumplido mi sueño, quiero pedirte de cumplir otro. Me han concedido una beca para una universidad en Londres, una de las mejores universidades para biólogos, pero no puedo irme sin ti."
Sara: "Re.......Renán.....yo.....no......no puedo."
Sara salió llorando del restaurante y Renán se quedó paralizado, con el rostro pálido, frente a su padre.
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Plumas y Delfines
RomanceUna historia que narra aquel romance con el que gran parte de nosotros hemos soñado, con el que todo lector o lectora de libros y películas románticas se ha querido sentir identificado, el amor entre dos adolescentes, entre un chico y el amor de su...