Capitulo 2:

39 4 1
                                    

Después de aquel desmayo llegaron a la conclusión de que había sido a causa de tanto ejercicio, vendas y no comer, dieron aviso a mi madre.

Esa tarde volví a comer sólo que no era como antes, la comida me causaba repugnacion y asco, cada que metía un bocado de comida creía que engordaria y eso me causaba culpabilidad.

Por mi mente se cruzaba la palabra gorda y más culpa se hacía presente. Por la tarde mi madre había salido y Miriam había ido con unas amigas. No comer ya no era una opción y si seguía así no aguantaria más, en Internet uno de los métodos más comunes para bajar de peso era vomitar y en ese momento me pareció una excelente idea.

Tenía que comer de ahora en adelante y para eso estaría la supervicion de mi madre y vomitando sería excelente, comería pero vomitaria todo después, de tal manera que seguiría igual que antes.

Esa tarde comencé, no me agradaba mucho vomitar, era de las cosas más desagradables que podía existir pero no importaba que fuera lo que tenía que hacer para lograr mi meta.

Seguí así en vacaciones de diciembre y enero, para febrero fue entonces que conocí a mi Salvador como dirían otros mi media naranja. El cansancio no se iba, los mareos seguían y mi cara de zombi igual, cada vez me costaba más trabajo andar sola en la calle, recuerdo que la última vez que anduve sola fue en febrero 5, iba cruzando la calle, como de costumbre no me fije a los lados, iba ya a mitad de calle y logre escuchar uno que otro pitido de un claxon, para cuando gire mi cabeza y ya era demasiado tarde, el automóvil ya me había lanzado, lo último que vi antes de quedar dormida fue la sombra de alguien parado frente a mi preguntando si me encontraba bien.

Abrí los ojos con lentitud debido a que la luz me lastimaba, en cuanto mis ojos se empezaron a acostumbrar pude identificar a la perfección dónde me encontraba, las paredes blancas, el sillón, era claro que estaba en un hospital.

-Creí que habías muerto pequeña- gire mi cabeza a ver de donde provenía y fruncí mi seño al no haberme percatadobde que alguien más se encontraba en la habitación.

-¿Quien eres?- pregunte tratando de sentarme en la cama.

-Me llamo Fidel- sus ojos verdes y su cabello castaño eran hermosos, él era hermoso.-Estas en el... -

-Hospital, lo se- le interrumpi.- ¿Qué me a pasado? Y ¿Que haces tu aquí? -

-Puede que me asesines cuando te diga quien fue el culpable de que te encuentres aquí- revolee los ojos.

-Creo que es bastante obvio que fue tu culpa-

-Exactamente y pues como yo tuve la culpa, pues lo justo era que yo te cuidará hasta que despertaras- dijo mientras se rascababa la nuca con algo de nerviosismo.

-Bien ya desperté ahora te puedes ir- me levante con algo de dificultad de la cama y Fidel no tardó en acercarse a ayudarme.

-Deja te ayudo- me tomo de las muñecas las cuales traía vendadas y al instante las retire con algo de molestia. -¿Porque tienes vendadas las muñecas?-

-No te incumbe- Dije enfadada. Fidel metía sus manos en las bolsas de su pantalón y me miraba con algo de tristeza. Su mirada me causaba enojo, no quería dar lastima.

-¿Hay algún familiar al que le podamos hablar?- preguntó al fin después de un largo silencio.

-No, no es necesario, yo me puedo ir sola- dije mientras tomaba mi ropa que se encontraba en el sillón y me me dirijia al baño que se encontraba en aquella habitación.

-¿Piensas irte sola a tu casa?-

-Si-

-Acabas de tener un accidente-

-Lo sé-

-No puedes andar sola y menos en ese estado-

-Eh estado sola en peores casos- Fidel no dijo más y espero a que saliera de cambiarme.

Ese día acepte después de tantas súplicas que me trajera a mi casa o eso había dicho ya que a dónde fuimos a parar fue a un parque.

-Harás que crea que me quieres secuestrar- rió ante mi comentario y me guió a una pequeña banca del parque.

-Creí que no querías ir con tu familia así que, que mejor lugar que un parque... - No decía nada, solo me quedaba observandolo.

Hacia mucho que alguien no se preocupaba por mi y eso hacia el.

-Me llamo Kamila- sonrió y me miró fijamente.

-Lindo nombre-

Los pequeños niños pasaban corriendo frente a nosotros y me recordaban a una de las etapas más felices de mi vida. Es increíble como a esa edad nada te importa, nada te lástima. Una lágrima caía por mi rostro, una lágrima que enseñaba algo de mi dolor. Fidel había colocado su dedo en mi cara limpiando esa lágrima, pero no él dolor.

-¿Sabes lo que alegra a una persona?-

-¿Qué?-

-Un rico y delicioso helado de chocolate- mi reacción no fue la que él esperaba ya que fruncio el seño- ¿Qué sucede?¿Acaso no te gusta el helado?-

En ese momento me dolía en lo más profundo del alma, lo que era, lo que me hubiera encantado un helado hacia unos meses atrás, lo que me provocaba... pero ahora solo había repugnacion y eso me molestaba.

-Kamila eres una chava hermosa y no debes de creer lo contrario- más lágrimas caían por mi rostro y Fidel me consolaba con un abrazo.

Me había sorprendido como sin decir una palabra Fidel había podido comprender lo que me sucedía.

-Ya no puedo más Fidel, ya no quiero vivir, ya no- Abrazaba con fuerza su torso y escalofríos aparecían ante tan descabellada idea.

Los días pasaban y Fidel procuraba estar siempre conmigo, desde ese día pude volver a sonreír, su tiempo consistia en hacer aparecer una sonrisa en mi rostro, en hacerme olvidar los malos momentos.

No fue necesario contarle a Fidel toda mi historia ya que con tress simples palabras comprendió todo gorda y fea.

Yo Soy Él Que Sanara Tus Heridas (Historia Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora